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sábado, 12 de diciembre de 2015

Los diez mandamientos en la Iglesia Obliga aún el decálogo?

Blog Católico de Javier Olivares-Baiona

En el año 2012 ponía este artículo en el blog de Baiona.
Me parece tan interesante que lo vuelvo a poner 
en diciembre del 2015. 
Tuvo cerca de 3.000 visitas, lo que hace milenario, 
de un blog ya millonario en visitas. 


Los diez mandamientos en la Iglesia 
 Obliga aún el decálogo? 
¿Se han cambiado los mandamientos?

 Del Catecismo de la Iglesia Católica
Tercera Parte, Sección Segunda. 


 “Maestro, ¿qué he de hacer...?
2052 ‘Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?’ Al joven que le hace esta pregunta, Jesús responde primero invocando la necesidad de reconocer a Dios como ‘el único Bueno’, como el Bien por excelencia y como la fuente de todo bien. Luego Jesús le declara: ‘Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos’. Y cita a su interlocutor los preceptos que se refieren al amor del prójimo: ‘No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás testimonio falso, honra a tu padre y a tu madre’. Finalmente, Jesús resume estos mandamientos de una manera positiva: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ (Mt 19, 16-19).
2053 A esta primera respuesta se añade una segunda: ‘Si quieres ser perfecto, vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme’ (Mt 19, 21). Esta res puesta no anula la primera. 

el joven se marchó triste,
 porque estaba apegado a sus riquezas.

El seguimiento de Jesucristo implica cumplir los mandamientos. La Ley no es abolida (cf Mt 5, 17), sino que el hombre es invitado a encontrarla en la Persona de su Maestro, que es quien le da la plenitud perfecta. En los tres evangelios sinópticos la llamada de Jesús, dirigida al joven rico, de seguirle en la obediencia del discípulo, y en la observancia de los preceptos, es relacionada con el llamamiento a la pobreza y a la castidad (cf Mt 19, 6-12. 21. 23-29). Los consejos evangélicos son inseparables de los mandamientos.


El Decálogo y la ley natural
2070 Los diez mandamientos pertenecen a la revelación de Dios. Nos enseñan al mismo tiempo la verdadera humanidad del hombre. Ponen de relieve los deberes esenciales y, por tanto indirectamente, los derechos fundamentales, inherentes a la naturaleza de la persona humana. El Decálogo contiene una expresión privilegiada de la ‘ley natural’:
Desde el comienzo, Dios había puesto en el corazón de los hombres los preceptos de la ley natural. Primeramente se contentó con recordárselos. Esto fue el Decálogo. (S. Ireneo, haer. 4, 15, 1).

2071 Aunque accesibles a la sola razón, los preceptos del Decálogo han sido revelados. Para alcanzar un conocimiento completo y cierto de las exigencias de la ley natural, la humanidad pecadora necesitaba esta revelación:
 En el estado de pecado, una explicación plena de los mandamientos del Decálogo resultó necesaria a causa del oscurecimiento de la luz de la razón y de la desviación de la voluntad. (S. Buenaventura, sent. 4, 37, 1, 3).
 Conocemos los mandamientos de la ley de Dios por la revelación divina que nos es propuesta en la Iglesia, y por la voz de la con ciencia moral.


La obligación del Decálogo
2072 Los diez mandamientos, por expresar los deberes fundamentales del hombre hacia Dios y hacia su prójimo, revelan en su contenido primordial obligaciones graves. Son básicamente inmutables y su obligación vale siempre y en todas partes. Nadie podría dispensar de ellos. Los diez mandamientos están grabados por Dios en el corazón del ser humano.
2073 La obediencia a los mandamientos implica también obligaciones cuya materia es, en sí misma, leve. Así, la injuria de palabra está prohibida por el quinto mandamiento, pero sólo podría ser una falta grave en razón de las circunstancias o de la intención del que la profiere


“Sin mí no podéis hacer nada”
2074 Jesús dice: ‘Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí como yo en él, ése da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada’ (Jn 15, 5). El fruto evocado en estas palabras es la santidad de una vida hecha fecunda por la unión con Cristo. Cuando creemos en Jesucristo, participamos en sus misterios y guardamos sus mandamientos, el Salvador mismo ama en nosotros a su Padre y a sus hermanos, nuestro Padre y nuestros hermanos. Su persona viene a ser, por obra del Espíritu, la norma viva e interior de nuestro obrar. ‘Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado’ (Jn 15, 12).

Resumen
2075. ‘¿Qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?’ - ‘Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos’ (Mt 19, 16-17).
2076 Por su modo de actuar y por su predicación, Jesús ha atestiguado el valor perenne del Decálogo. 
2077 El don del Decálogo fue concedido en el marco de la alianza establecida por Dios con su pueblo. Los mandamientos de Dios reciben su significado verdadero en y por esta Alianza.
2078 Fiel a la Escritura y siguiendo el ejemplo de Jesús, la Tradición de la Iglesia ha reconocido en el Decálogo una importancia y una significación primordial.
2079 El Decálogo forma una unidad orgánica en la que cada ‘palabra’ o ‘mandamiento’ remite a todo el conjunto. Transgredir un mandamiento es quebrantar toda la ley (cf St 2, 10-11).
2080 El Decálogo contiene una expresión privilegiada de la ley natural. Lo conocemos por la revelación divina y por la razón humana.
2081 Los diez mandamientos, en su contenido fundamental, enuncian obligaciones graves. Sin embargo, la obediencia a estos preceptos implica también obligaciones cuya materia es, en sí misma, leve.
2082 Dios hace posible por su gracia lo que manda.



Hasta los niños lo pueden entender

Nuevo decálogo de Benedicto XVI sobre la palabra de Dios
  
Jesús de las Heras Muela - Director de ECCLESIA 
- Jueves 09 de Octubre del 2008

    El lunes 5 de octubre, al día siguiente de la apertura de la asamblea sinodal dedicada a la Palabra de Dios, y al hilo del salmo 118, el Papa Benedicto XVI trazó una hermosísima meditación sobre la Palabra de Dios. De ella subrayó su solidez, su estabilidad, su fuerza creadora y regeneradora, su actualidad, su perennidad y su capacidad transformadora.


1. La Palabra de Dios es firme. La Palabra de Dios es, en efecto, está firme en los cielos, sobre ella –que siempre persiste- el Señor fijó la tierra. Cielo y tierra pasarán, pero la Palabra de Dios no pasará. Si la misma palabra humana, a pesar de su fragilidad y caducidad, da forma a los pensamientos y a los sentimientos y crea la historia y la realidad, ¿cuánto más la Palabra de Dios, fundamento de todo, verdadera realidad? Los hombres nos esforzamos en fundamentar y construir nuestra vida y nuestra realidad sobre bases endebles y caducas, sobre cosas visibles y tangibles, sobre el éxito, sobre la carrera, sobre el dinero. Y en ellas ponemos nuestro corazón y la clave de la felicidad.

2.   La Palabra de Dios es la verdadera realidad. “Aparentemente –señala certeramente el Papa- estas son las verdaderas realidades. Pero todo esto un día pasará. Lo vemos ahora en la caída de los grandes bancos: este dinero desaparece, no es nada. Y así todas estas cosas que parecen la realidad verdadera con la que contar, y que son realidades de segundo orden”. “Quien construye la vida sobre estas realidades –subrayaba proféticamente el Papa-, sobre la materia, sobre el éxito, sobre todo lo que parece ser, construye sobre arena. Solo la Palabra de Dios es el fundamento de toda la realidad, es estable como el cielo y más que el cielo, es la realidad”.

3. La Palabra de Dios es la verdadera riqueza, el éxito verdadero. No es la crisis económica la mayor de las plagas y desdichas ni es el dinero ni el éxito quien aporta la felicidad y la sabiduría verdadera. Solo la Palabra es la fuente del amor y de la vida. Solo la Palabra transforma el corazón del hombre y la vida de la entera humanidad

4.  La Palabra de Dios es creadora y regeneradora. La Palabra de Dios además es la fuente de la vida y del amor, está dotada vitalidad, de fuerza creadora y regeneradora. Todas las cosas, toda la realidad, vienen de la Palabra, son un producto de la Palabra. Todo es creado por la Palabra y todo está llamado a servir a la Palabra.

5. La Palabra de Dios es el lugar del encuentro entre Dios y el hombre. “Esto quiere decir que toda la creación está pensada para crear el lugar del encuentro entre Dios y su criatura, un lugar donde el amor de la criatura responda al amor al amor divino, un lugar donde se desarrolle la historia de amor entre Dios y su criatura”. “La historia de la salvación no es un pequeño acontecimiento, en un pobre planeta, en la inmensidad del universo. No es una cosa mínima, que sucede por casualidad en un planeta perdido. Es el móvil de todo, el motivo de la creación: el encuentro de amor entre Dios y el hombre”.

6. La Palabra de Dios es el hallazgo definitivo. Por todo ello, la actitud de la criatura, la actitud del hombre es buscar la Palabra de Dios, que no es solamente un fenómeno literario, no es solo la lectura de un texto. Es el movimiento de mi existencia. Es moverse hacia la Palabra de Dios en las palabras humanas. Solo conformándonos al misterio de Dios, al Señor que es la Palabra, podemos entrar dentro de la Palabra de Dios. Debemos ser, pues, pacientes, perseverantes, humildes y apasionados buscadores y lectores con el corazón de la Palabra de Dios.

7. La Palabra de Dios es perenne, es universal. No conoce confines. Entrando en la Palabra de Dios, entramos realmente en el universo divino, en el universo de la Verdad, de la Belleza, de la Vida, del Amor. Entrando en la comunión con la Palabra de Dios, entramos en la comunión de la Iglesia que vive de la Palabra de Dios y nos hace salir de nuestros límites de lengua, de raza, de cultura, de miras.

8. La Palabra de Dios es el anuncio de Evangelio. “Por eso también la Evangelización –subraya el Papa-, el anuncio del Evangelio, la misión, no son una especie de colonialismo eclesial, con que queremos meter a otros en nuestro grupo. Es salir de los límites de las culturas individuales a la universalidad que nos comunica a todos, que nos une a todos y nos hace a todos hermanos”.

9. La Palabra de Dios es la escalera para llegar al amor de Jesucristo. La Palabra de Dios es como una escalera por la que podemos subir y bajar, con Cristo, a la profundidad de su amor. La Palabra tiene un rostro, es persona, es Jesucristo. Y antes de que nosotros podamos decir “Yo soy tuyo, Señor”, El ya nos ha dicho “Yo soy tuyo”. Y vivir esta doble realidad es estar en el corazón de la Palabra. Es estar salvados.

10. La Palabra de Dios es la Palabra de la Vida para siempre y para todos. “Tu Palabra, Señor, me da vida. Confío en Ti, Señor. Tu Palabra es eterna. En ella esperaré”.



Ante el comienzo del curso pastoral y catequético
 y como homenaje agradecido a los catequistas. 


1.- La catequesis es inseparable de la vida. “Quien educa en la fe no puede correr el riesgo de presentarse como una especie de clown, que recita un papel por oficio”, ha reiterado en varias ocasiones Benedicto XVI. Catequista no es solo el que enseña, sino, sobre todo, el que testimonia. Por ello, la coherencia entre fe y vida es indispensable para el catequista.

2.- La catequesis ha de brotar de la Palabra de Dios. La Escritura, íntimamente asimilada, sugiere los contenidos que se deben anunciar para convertir los corazones.

3.- La catequesis ha de ser proclamación y testimonio de Jesucristo.
“Cristo es todo para nosotros”. La verdadera identidad y condición del catequista es la identidad y la condición del testigo. Escribía San Ambrosio: “Si quieres curar una herida, El es el médico; si estás ardiendo de fiebre, El es la fuente; si estás oprimido por la iniquidad, El es la justicia; si tienes necesidad de ayuda, El es la fuerza; si tienes miedo de la muerte, El es la vida; si deseas el cielo, El es el camino; si estás en las tinieblas, El es la luz.


4.- La catequesis es un servicio, un ministerio eclesialEl catequista no actúa para sí o por sí. No puede ir por libre, ni “predicarse” a sí mismo. Lo hace en nombre de la Iglesia y para la gran causa del Reino. Lo que el catequizando espera de él es que le muestre a Jesús, al único Jesús, que es el Jesús de la Iglesia.

5.- La catequesis requiere y necesita de la oración.
 Es su clima, su savia, su abono, su atmósfera más propia, íntima y fecundadora. El catequista ha de orar, ha de cultivar una relación de amor, de silencio, de escucha y de diálogo con el Señor al que transmite. La catequesis siempre ha de comenzar y de acabar con una plegaria. El catequista ha de ser orar sus catequizandos y los catequizandos por su catequista.

6.- La catequesis se alimenta de la Eucaristía. 
El catequista ha de mostrar con su ejemplo y con su vida que la Eucaristía es la fuente y cumbre de la vida cristiana. “Gustad y ved que bueno es el Señor”.


7.- La catequesis se prepara. Es teología en migajas. Y la teología es la fe que busca la inteligencia. La catequesis no se improvisa. Porque la catequesis sirve para dar razones de la esperanza cristiana.


8.- La catequesis ha de abrirse a los nuevos y viejos saberes. A las ciencias pedagógicas y a las nuevas tecnologías y medios. No para seresclava de ellas; no para rellenar el tiempo con ellas, sino aprender a comunicar a los hombres de hoy el Evangelio de siempre con los medios, las técnicas y los saberes de hoy.


9.- La catequesis sirve a la verdad. La catequesis ha de dar respuestas fundamentales, fundamentadas y humildes. No ha, pues, de suscitar dudas innecesarias ni temores inadecuados.


10.- La catequesis ha de ser pedagogía del amor
La mejor y mayor autoridad del catequista son su testimonio y su amor. De ahí la importancia de que la catequesis camine a la par que la Escuela y de que la catequesis entre en el hogar, en la familia y en los amigos de los catequizandos.


Jesús de las Heras Muela

EL DECÁLOGO DEL CATEQUISTA

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