Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Un Café y
Una Sonrisa
Una breve
historia que nos permite comprender que la felicidad no es una estación de
llegada, sino un modo de viajar...
...Soy madre de tres hijos de 14, 12 y 3
años, y recientemente terminé mi carrera universitaria.
La última clase que tomé fue Sociología.
La maestra estaba muy inspirada con las cualidades que yo deseaba ver, con las
cuales cada ser humano había sido agraciado.
Su último proyecto fue titulado
"SONRÍE". Pidió a la clase que saliera y le sonriera a tres personas
y documentaran sus reacciones.
Yo soy una persona muy amistosa y
siempre sonrío a todos y digo "hola", así es que pensé que esto sería
"pan comido", literalmente.
Tan pronto nos fue asignado el proyecto,
mi esposo, mi hijo pequeño y yo fuimos a McDonald"s una fría mañana de
Marzo, era la manera de compartir un tiempo de juego con nuestro hijo.
Estábamos formados esperando ser
atendidos, cuando de repente todos se hicieron para atrás, incluso mi esposo.
Yo no me moví ni una pulgada y un abrumador sentimiento de pánico me envolvió
cuando di vuelta para ver qué pasaba.
Cuando giré percibí un horrible olor a
"cuerpo sucio" y junto a mí, vi que estaban parados dos hombres pobres; cuando
miré al pequeño hombre que estaba cerca de mí, él sonreía, sus hermosos ojos
azul cielo estaban llenos de la luz de Dios buscando aceptación.
Dijo "Buen día", mientras
contaba las pocas monedas que traía. El segundo hombre manoteaba junto a su
amigo -creo que era retrasado mental- y el hombre de ojos azules era su
salvación.
Contuve las lágrimas. La joven
despachadora le pregunto qué quería y él dijo: "Café; es todo, señorita" porque era para lo único
que tenían, ya que si querían sentarse en el restaurante para calentarse un
poco, tenían que consumir algo.
Entonces, realmente lo sentí, el impulso
fue muy grande, casi alcanzo al pequeño hombre para abrazarlo, fue entonces que
sentí todas las miradas en mí, juzgando mi acción.
Sonreí y le pedí a la joven despachadora
que me diera dos desayunos más en bandeja separada y caminé hacia la mesa donde
estaban los dos hombres sentados, puse la bandeja en su mesa y mi mano sobre la
mano fría del pequeño hombre; él me miró con lágrimas en los ojos y dijo
"¡Gracias!".
Me incliné dando palmaditas en su mano y
le dije "No lo hice por
ustedes, DIOS está aquí actuando a través de mí para darles esperanza".
Comencé a llorar mientras caminaba para
reunirme con mi esposo e hijo. Cuando me senté, mi marido sonrió y dijo "Es
por eso que DIOS te dio para mí, cariño, para darme esperanza".
Nos tomamos de las manos por un momento
y en ese instante supimos la
Gracia con la que fuimos bendecidos para ser capaces de dar.
Regresé a la universidad durante la
última clase nocturna, con esta historia en mano. Entregué mi proyecto y la
instructora lo leyó, entonces me miró y preguntó "¿Puedo compartir
esto?"... yo asentí lentamente mientras ella pedía la atención de la
clase.
Comenzó a leer y me di cuenta que
nosotros, como seres humanos y siendo parte de Dios, compartimos esta necesidad
para sanar a la gente y ser sanados. A mi manera, se lo hice sentir a la gente
en McDonald"s, a mi esposo, hijo, a la maestra y a cada alma en el salón
de clases, esa última noche como estudiante.
Me gradué con una de las lecciones mas
grandes que jamás hubiera aprendido:ACEPTACIÓN
INCONDICIONAL.
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