Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Cuando el odio quiso matar el amor
En los pequeños detalles es donde se libra
la batalla del odio
contra el amor.
Autor: Llucià Pou i Sabaté | Fuente: Catholic.net
Escuché una vez este
relato: Cuentan que en la historia del mundo hubo un día terrible en el que el
Odio, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas
virtudes, convocó a una reunión urgente con todos los sentimientos más oscuros
del mundo y los deseos más perversos del corazón humano. Estos llegaron a la
reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito. Cuando estuvieron todos
habló el Odio y dijo: "Os he reunido aquí a todos porque deseo con todas
mis fuerzas matar a alguien". Los asistentes no se extrañaron mucho pues
era el Odio que estaba hablando y él siempre quiere matar a alguien, sin
embargo, todos se preguntaban entre sí quién sería tan difícil de matar para
que el Odio los necesitara a todos. "Quiero que matéis al Amor", dijo.
Muchos sonrieron malévolamente pues más de uno quería destruirlo.
El primer voluntario
fue el Mal Carácter, quien dijo: "Yo iré, y les aseguro que en un año el
Amor habrá muerto; provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará".
Al cabo de un año se
reunieron otra vez y al escuchar el informe del Mal Carácter quedaron
decepcionados. "Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba
una discordia, el Amor la superaba y salía adelante".
Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición que
haciendo alarde de su poder dijo: "En vista de que el Mal Carácter
fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y
por el poder. Eso nunca lo ignorará". Y empezó la Ambición el ataque hacia
su víctima quien efectivamente cayó herida y la adoró en sus ídolos, que son
una tentación constante, y una causa frecuente del alejamiento del amor
verdadero. Muchos ídolos se levantan muy bien construidos y refinados que se
presentan bajo capa de "progreso" o que proporcionan más material
bienestar, más placer, más comodidad...: su dios es el vientre, y su gloria la
propia vergüenza, pues ponen su corazón en las cosas terrenas, como dice San
Pablo en su Carta a los Filipenses, y es aplicable a la idolatría moderna, a la
que se ven tentados tantos, olvidando el tesoro auténtico, la riqueza del amor.
Pero, después de luchar por salir adelante, el Amor renunció a todo deseo
desbordado de poder y triunfó de nuevo.
Furioso el Odio por
el fracaso de la Ambición envió a los Celos, quienes burlones y perversos
inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar el amor y
lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el Amor confundido lloró y
pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos, y los
venció.
Año tras año, el
Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros, envió a la
Frialdad, al Egoísmo, la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos
otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba
de nuevo fuerza y todo lo superaba. Cuando venían las Desgracias parecía
sucumbir, pues como decía Claudio de Colombiere los golpes imprevistos no
permiten muchas veces que uno aproveche de ellos, a causa del abatimiento y
turbación que levantan en el alma; mas con un poquito de paciencia, se ve como
Dios dispone a recibir gracias muy grandes precisamente por aquel medio. Sin
tales percances tal vez no habría sido el amor del todo malo, pero tampoco del
todo bueno.
El Odio, convencido de que el Amor era invencible, les dijo a
los demás: "No podemos hacer nada más... El Amor ha soportado todo,
llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos".
De pronto, de un rincón del salón se levantó alguien poco
reconocido, que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que caía sobre
su rostro y no lo dejaba ver, su aspecto era fúnebre como el de la muerte.
"Yo mataré el Amor", dijo con seguridad. Todos se preguntaron quién
era ese que pretendía hacer solo, lo que ninguno había podido. El Odio dijo:
"Ve y hazlo".
Tan sólo había pasado algún tiempo cuando
el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles
después que, de mucho esperar, por fin el Amor había muerto. Todos estaban
felices, pero sorprendidos. Entonces el sentimiento del sombrero negro habló:
"Ahí os entrego el Amor totalmente muerto y destrozado", y sin decir
más ya se iba. "Espera", dijo el Odio, "en tan poco tiempo lo
eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir.
¿Quién eres?".
El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo:
"soy La Rutina."
La rutina es ausencia de amor, monotonía, y "la monotonía
es falta de energía" (dice la cantante Laura Pausini), significa que está
ya muerto el amor. El amor es un fuego al que hay que echar cada día cosas
nuevas: "Los pequeños actos de cortesía endulzan la vida, los grandes la
ennoblecen" (Karina Valenzuela). En la batalla del amor frente al odio,
hay que cuidar las cosas pequeñas que son -en frase de la Escritura- las que si
faltan dejan paso a las pequeñas raposas que destrozan el campo de ese amor. La
dejadez, el abandono de los detalles, produce el desmoronarse de todo el amor:
"Será que la rutina ha sido más fuerte" (canta el grupo "Ella
baila sola").
En los pequeños detalles es donde se libra la batalla del odio
contra el amor:
el amor alienta, el odio abate;
y tomo de Mauricio Fornos algunos de los campos en los que se
libra esta batalla:
el amor sonríe, el odio gruñe;
el amor atrae, el odio
rechaza;
el amor confía, el odio
sospecha;
el amor enternece, el
odio enardece;
el amor canta, el odio
espanta;
el amor tranquiliza, el
odio altera;
el amor guarda silencio,
el odio vocifera;
el amor edifica, el odio
destruye;
el amor siembra, el odio
arranca;
el amor espera, el odio
desespera;
el amor consuela, el odio
exaspera;
el amor suaviza, el odio
irrita;
el amor aclara, el odio
confunde;
el amor perdona, el odio
intriga;
el amor vivifica, el odio
mata;
el amor es dulce; el odio
es amargo;
el amor es pacífico; el
odio es explosivo;
el amor es veraz, el odio
es mentiroso;
el amor es luminoso, el
odio es tenebroso;
el amor es humilde, el
odio es altanero;
el amor es sumiso, el
odio es jactancioso;
el amor es manso, el odio
es belicoso;
el amor es espiritual, el
odio es carnal.
El amor es sublime, el
odio es triste.
Si os ha gustado…tenéis que compartirlo para que siemre venza el
amor. No leáis por rutina estos avisos que pueden edificar en el corazón el AMOR
y hacer realidad las palabras de S. Pablo en la carta a los Corintios: EL AMOR NO PASA NUNCA…..PORQUE SIEMPRE VENCE
Confeccionado por Franja
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