Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
27 noviembre 2014
San José de Calasanz recibiendo la última comunión
En
el patrocinio de san José de Calasanz
Hoy
celebramos el patrocinio de S. José de Calasanz, fundador de la primera orden
religiosa de la Iglesia dedicada por entero a la noble tarea de la educación de
los niños y jóvenes , especialmente los más pobres. Calasanz ha sido reconocido
por la historia como el “creador de la primera escuela popular y gratuita de
Europa”.
A
finales del siglo XVI, cuando Calasanz llega a Roma -había nacido en Peralta de
la Sal en 1557-, nos encontramos en pleno postconcilio de Trento, época de
reforma en la Iglesia Católica. Calasanz se ha formado en España en el espíritu
del Concilio, y tras una probada y difícil historia vocacional, ha comenzado su
ministerio sacerdotal movido por un gran celo por el bien de la Iglesia.
Reconocida
su valía desde muy pronto, será requerido como secretario de los obispos de
Barbastro y Lérida. Más tarde aparecerá como visitador-reformador de algunas
órdenes religiosas y del Monasterio de Montserrat; secretario del Cabildo y
maestro de ceremonias de la Catedral de la Seu d’Urgell; vicario general de
Tremp y visitador apostólico de varias vicarías del Pirineo.
Una
vez en Roma (año 1592) será llamado como consultor del cardenal Colonna y
preceptor de sus sobrinos. Calasanz se inscribirá como miembro activo de
numerosas cofradías consagradas a la vida de piedad y a la acción caritativa
(atención a enfermos, catequesis…). Será en este tiempo cuando vivirá una
progresiva pero intensa convulsión personal por el contacto con la realidad de
desintegración en que se encontraba la sociedad “cristiana” del momento, pero
especialmente por el contacto con los niños que llenaban las calles de la Roma
de la época.
El
año 1597 se adentra en el barrio del Trastévere romano. Lleva 14 años de
ardiente ministerio sacerdotal. Su celo le ha llevado a cultivar con esmero su
vida espiritual así como su entrega al servicio de la Iglesia y de los pobres.
No obstante, toda esta intensa y amplia acción pastoral ha dejado, hasta ese
momento, en su ardiente espíritu reformador una decepción y un lamento grande:
“en los hombres ya hechos: pese a toda la ayuda de oraciones, pláticas y
sacramentos, cambia de vida y realmente se convierte una exigua minoría”.
Calasanz
ha tocado el meollo de la cuestión: se encuentra en Roma, corazón de la
Cristiandad, y paseando por sus calles ha encontrado también ahí, al igual que
le ocurrió en España en sus años de intenso ministerio sacerdotal, una sociedad
profundamente destruida y corrompida.
El
tremendo contraste entre su celo reformador y la realidad social de la Europa
del momento, pero especialmente el encuentro providencial con los niños que
llenaban las calles de Roma y, especialmente, con una pequeñita escuela parroquial
que tenía lugar en la sacristía de la iglesia de Santa Dorotea en Trastévere,
conseguirá abrirle los ojos: para descender hasta la raíz, para llegar a
sembrar el Evangelio en el corazón del hombre como fundamento vital de toda su
existencia, de modo que llegue a ser principio de renovación de la república
cristiana, era necesario iniciar un nuevo ministerio en la Iglesia, el
“ministerio de las Escuelas Pías”, al presagiar por su medio –en labios de
Calasanz– “el bien de la reforma universal de las corrompidas costumbres, que
es consecuencia del diligente cultivo de esas plantas tiernas y fáciles de
enderezar que son los muchachos”, “remedio eficaz, preventivo y curativo del
mal, inductor e iluminador para el bien, destinado a todos los muchachos de cualquier
condición –y, por tanto, a todos los hombres que pasan primero por esa edad–
mediante las letras y el espíritu, las buenas costumbres y maneras, la luz de
Dios y del mundo”.
Con
ello, Calasanz se adelantó grandemente a su tiempo, hasta el punto de que muy
pocos le entendieron, no sólo en la sociedad civil, sino en el seno de la misma
Iglesia. Audacia prematura la suya que le pasará factura, y se convertirá al
final de su vida en la causa de su “ruina”
y,
providencialmente y al mismo tiempo, en la causa de su enorme santidad.
S, José de Calasanz
ORACIÓN
COLECTA
Dios
nuestro, que otorgaste a san José de Calasanz dones especiales de caridad y
comprensión, para dedicar su vida a la educación cristiana de la juventud,
concédenos, por su intercesión, colaborar a la formación de los jóvenes con una
vida familiar y social auténticamente cristiana. Por nuestro Señor Jesucristo,
Amén
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