Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
EL
SILENCIO DE DIOS
(Aportación
de nuestro amigo Alberto Ruiz)
Cuenta
una antigua Leyenda Noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, quien cuidaba
una Ermita. A ella acudía la gente a orar con mucha devoción.
En
esta ermita había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro.
Un
día el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor. Lo impulsaba un sentimiento
generoso. Se arrodilló ante la cruz y dijo: "Señor, quiero padecer por
ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero
reemplazarte en la cruz." Y se quedó fijo con la mirada puesta en la Efigie,
como esperando la respuesta.
El
Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y
amonestadoras:
"Siervo
mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición." ¿Cual, Señor?, - preguntó con acento
suplicante Haakon. ¿Es una condición difícil? !Estoy dispuesto a cumplirla con
tu ayuda,
Señor!, - respondió el viejo ermitaño.
- Escucha: "suceda lo que suceda y veas
lo que veas, has de guardarte en silencio siempre".
Haakon
contestó: "Os, lo prometo, Señor!" Y se efectuó el cambio.
Nadie
advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño, colgado con los clavos en la
Cruz. El Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y este por largo tiempo cumplió el
compromiso. A nadie dijo nada.
Pero
un día, llegó un rico, después de haber orado, dejo allí olvidada su cartera.
Haakon lo vio y calló. Tampoco
dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se apropió de la cartera
del rico. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco
después para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje.
Pero
en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la bolsa. Al no hallarla,
pensó que el muchacho se la había apropiado. El rico se volvió al joven y le
dijo iracundo: !Dame la bolsa que me has robado!.
El
joven sorprendido, replicó: ¡No he robado ninguna bolsa!.
¡No
mientas, devuélvemela enseguida!.
¡Le
repito que no he cogido ninguna bolsa! , Afirmó el muchacho.
El
rico arremetió, furioso contra él.
Sonó
entonces una voz fuerte: ¡Detente!
El
rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. Haakon, que no pudo
permanecer en silencio, gritó, defendió al joven, increpó al rico por la falsa
acusación. Este quedó anonadado, y salió
de la Ermita. El joven salió también porque tenia prisa para emprender su
viaje.
Cuando la Ermita quedó a solas, Cristo Se
dirigió a su siervo y le dijo: "Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi
puesto. No has sabido guardar
silencio".
" Señor, - dijo Haakon - ¿Como iba a
permitir esa injusticia?".
Se cambiaron los oficios.
Jesús
ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedó ante la Cruz. El Señor, siguió hablando: "Tu no sabías
que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la
virginidad de una joven mujer. El pobre, por el contrario, tenía necesidad de
ese dinero e hizo bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que iba a ser
golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él
resultaría fatal.
Ahora,
hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida.
Tú
no sabias nada. Yo si. Por eso callo.
Y
el Señor nuevamente guardó silencio".
Muchas
veces nos preguntamos ¿por qué razón Dios no nos contesta....? ¿Por qué razón
se queda callado Dios?
Muchos
de nosotros quisiéramos que El nos respondiera lo que deseamos oír pero... Dios
no es así. Dios nos responde aún con el silencio. Debemos aprender a escucharlo.
Su
Divino Silencio, son palabras destinadas a convencernos de que, El sabe lo que
está haciendo.
En
su silencio nos dice con amor: ¡CONFIAD EN MI, QUE SE BIEN LO QUE DEBO HACER!
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