Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar
el Evangelio de hoy
Evangelio
de hoy
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Día
litúrgico: Domingo III (C) de Adviento
Texto
del Evangelio (Lc 3,10-18): En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «Pues
¿qué debemos hacer?». Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las
reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo».
Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos
hacer?». Él les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado». Preguntáronle
también unos soldados: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?». Él les dijo: «No
hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra
soldada».
Como
el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de
Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os
bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de
desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su
granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga». Y, con otras
muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.
«Viene
el que es más fuerte que yo»
Cardenal
Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I.
(Città
del Vaticano, Vaticano)
Hoy
la Palabra de Dios nos presenta, en pleno Adviento, al Santo Precursor de
Jesucristo: san Juan Bautista. Dios Padre dispuso preparar la venida, es decir,
el Adviento, de su Hijo en nuestra carne, nacido de María Virgen, de muchos
modos y de muchas maneras, como dice el principio de la Carta a los Hebreos
(1,1). Los patriarcas, los profetas y los reyes prepararon la venida de Jesús.
Veamos
sus dos genealogías, en los Evangelios de Mateo y Lucas. Él es hijo de Abraham
y de David. Moisés, Isaías y Jeremías anunciaron su Adviento y describieron los
rasgos de su misterio. Pero san Juan Bautista, como dice la liturgia (Prefacio
de su fiesta), lo pudo indicar con el dedo, y le cupo —¡misteriosamente!— hacer
el Bautismo del Señor. Fue el último testigo antes de la venida. Y lo fue con
su vida, con su muerte y con su palabra. Su nacimiento es también anunciado,
como el de Jesús, y es preparado, según el Evangelio de Lucas (caps. 1 y 2). Y
su muerte de mártir, víctima de la debilidad de un rey y del odio de una mujer
perversa, prepara también la de Jesús. Por eso, recibió él la extraordinaria
alabanza del mismo Jesús que leemos en los Evangelios de Mateo y de Lucas (cf.
Mt 11,11; Lc 7,28): «Entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan
Bautista». Él, frente a esto, que no pudo ignorar, es un modelo de humildad:
«No soy digno de desatarle la correa de sus sandalias» (Lc 3,16), nos dice hoy.
Y, según san Juan (3,30): «Conviene que Él crezca y yo disminuya».
Oigamos
hoy su palabra, que nos exhorta a compartir lo que tenemos y a respetar la
justicia y la dignidad de todos. Preparémonos así a recibir a Aquel que viene
ahora para salvarnos, y vendrá de nuevo a «juzgar a los vivos y a los muertos».
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