Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
1. POR QUÉ LLAMAMOS PADRE A DIOS La filiación divina
2.
Por qué llamamos Padre a Dios. Porque nos ha creado a su imagen y semejanza:
somos persona y somos persona espiritual. Por la especial providencia que Dios
tiene sobre todos los hombres, a quienes ama y gobierna como seres libres.
3.
Por qué llamamos Padre a Dios. Sobre todo porque nos ha elevado a tomar parte,
por la gracia en la vida íntima de la Santísima Trinidad, concediéndonos una
participación en la naturaleza divina (2P 1,5), que nos diviniza, y nos hace
hijos en el Hijo , hermanos, por adopción, del Hijo Unigénito.
4.
Por qué llamamos Padre a Dios. Porque habiendo perdido esta dignidad por el
pecado, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de
mujer ... para que recibiéramos la condición de hijos. Y la prueba de que
ustedes son hijos, es que Dios envió a su interior el Espíritu de su Hijo (el
Espíritu Santo) , que grita: ¡Abba Padre! (Ga 4, 5-6).
5.
Por qué llamamos Padre a Dios. Porque nuestro Señor
Jesucristo nos ha dicho: ustedes, pues, oren así: Padre nuestro... (Mt 6,9).
6.
El sentido de la filiación divina: fundamento de la vida espiritual Ya ahora
somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos. Cuando
se manifieste seremos iguales a Él porque le veremos como es (1Jn 3, 2). en la
creación: persona en el orden sobrenatural (re-creación) : hijo de Dios en el
Cielo: plenitud de filiación divina
7.
El sentido de la filiación divina: fundamento de la vida espiritual La vida
cristiana —la santidad— consiste en vivir de acuerdo con esta altísima
dignidad: como hijos de Dios Padre en el Hijo (formando como una sola cosa con
Él), por el Espíritu Santo (vínculo de unión entre el Padre y el Hijo, y por
tanto, quien nos hace hijos adoptivos del Padre).
8.
Filiación divina: ser el mismo Cristo. Para vivir como hijos
de Dios es preciso considerar frecuentemente que lo somos: en esto consiste el
sentido de la filiación divina.
9.
Filiación divina: ser el mismo Cristo. Una vez que el Hijo
Unigénito se ha hecho hombre, vivir como hijo de Dios significa imitar a
Cristo. No sólo externamente, sino vivir su misma vida sobrenatural, cada vez
con más plenitud, hasta llegar a ser, no sólo otros Cristos sino el mismo
Cristo, es decir :
10.
Filiación divina: ser el mismo Cristo. cumplir la voluntad divina haciéndonos,
como Jesús, obediente hasta la muerte y muerte de Cruz (Flp 2,8), para redimir
a las almas: Estoy crucificado con Cristo. Vivo, pero ya no soy yo el que vive,
es Cristo quien vive en mí (Ga 2, 19-20)
11.
Filiación divina y Santa Misa. La Misa es el centro y raíz
de la vida de un hijo de Dios, porque es renovación sacramental del sacrificio
de Cristo. Cada día podemos unir nuestras obras a los méritos de Cristo, como
la gota de agua al vino que se convertirá en su Sangre, para corredimir con Él,
con afán de salvar a todas las almas.
12.
Filiación divina y Santa Misa. En la Misa adquieren valor
nuestras acciones diarias, hasta las más pequeñas, realizadas por amor a Dios.
13.
Hijos de Dios, hijos de María. Cristo es Hijo de Santa
María, y nos dio a su Madre por Madre en el Calvario. Ser hijo de Dios es ser
hijo de Santa María. Por Ella nos viene toda la vida sobrenatural que nos ha
ganado su Hijo.
14.
Filiación y virtudes teologales. La vida de un hijo de Dios
es vida:
de fe : confiar plenamente en Dios y a
abandonarnos en sus manos: Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y
todo lo demás se os dará por añadidura (Mt 6,33);
15.
Filiación y virtudes teologales. La vida de un hijo de Dios
es vida: de esperanza : porque si somos hijos, también
herederos de Dios (Rm 8, 17). La filiación divina nos da la garantía de que
Dios nos tiene preparada la herencia de Cielo;
16.
Filiación y virtudes teologales. La vida de un hijo de Dios
es vida: — de caridad : porque los que se dejan guiar por
el Espíritu Santo, ésos son hijos de Dios (Rm 8, 14), que es Amor.
17.
Filiación divina: consecuencias fortalecimiento ante tentaciones y dificultades
temor filial de ofender a Dios aborrecimiento del pecado: venial deliberado
confianza en la misericordia de Dios ver la mano amorosa de Dios en los
acontecimientos de la vida: todo es para bien (Rm 8, 28) tratar como hijos de
Dios a los hijos de Dios vivir contemplando a nuestro Padre Dios
18.
Filiación divina y fraternidad cristiana. Al llamar a Dios
Padre Nuestro reconocemos que la filiación divina nos une en Cristo ;primogénito de muchos hermanos (Rm 8,29), por medio de una
verdadera fraternidad sobrenatural. tratar como hijos de
Dios a los hijos de Dios
19.
Filiación divina y fraternidad cristiana. La Iglesia es esta
nueva comunión de Dios y de los hombres (cf. CEC, 2790). Por esto, la santidad
cristiana, aun siendo personal e individual, no es nunca individualista o
egocéntrica: todos los cristianos han de sentir una gran responsabilidad
apostólica: ¡ Todos con Pedro a Jesús por María!, tratar
como hijos de Dios a los hijos de Dios
20.
Filiación divina y fraternidad cristiana. La fraternidad que
establece la filiación divina se extiende también a todos los hombres , porque
todos en cierto modo son hijos de Dios —criaturas suyas— y todos están llamados
a la santidad : No hay, pues, más que una raza: la raza de los hijos de Dios .
Por ello, todos hemos de sentirnos solidarios en la tarea de conducir a toda la
humanidad hacia Dios. tratar como hijos de Dios a los
hijos de Dios
21.
Filiación divina y fraternidad cristiana. La filiación
divina nos impulsa por tanto al apostolado , que es una manifestación necesaria
de filiación y de fraternidad. La santidad —plenitud de la filiación divina— es
inseparable del apostolado. como hijos de Dios a
los hijos de Dios
22.
Vivir siempre en presencia de Dios. Además, la Santísima
Trinidad inhabita en el alma en gracia como en un templo (cf. Jn 14,23; 2Co
6,16). vivir contemplando a nuestro Padre Dios. Dios no está lejos de nosotros, porque en É1 vivimos, nos
movemos y somos (Hch 17,28) . Está presente en lo más íntimo de sus criaturas
(cfr. CEC, 300).
23.
Vivir siempre en presencia de Dios. Es posible ser
habitualmente conscientes de la cercanía de Dios procurando transformar la vida
entera en una oración continua, mediante el cumplimiento exacto y amoroso de
los deberes cotidianos (cf. CEC, 2659 y 2745) . Toda la jornada puede ser
tiempo de oración: de la noche a la mañana y de la mañana a la noche (Es Cristo
que pasa, 119). contemplando a nuestro Padre Dios
24.
Vivir siempre en presencia de Dios. Para llegar a vivir
siempre en la presencia de Dios es preciso un esfuerzo constante por elevar el
corazón al Señor: para esto nos son
de gran ayuda las industrias humanas o despertadores de la presencia de Dios. contemplando a nuestro Padre Dios
25.
Vivir siempre en presencia de Dios. Primero una jaculatoria,
y luego otra, y otra..., hasta que parece insuficiente ese fervor, porque las
palabras resultan pobres...: y se deja paso a la intimidad divina, en un mirar
a Dios sin descanso y sin cansancio. Vivimos entonces como cautivos, como
prisioneros. Mientras realizamos con la mayor perfección posible, dentro de
nuestras equivocaciones y limitaciones, las tareas propias de nuestra condición
y de nuestro oficio, el alma ansía escaparse. Se va hacia Dios, como el hierro
atraído por la fuerza del imán. Se comienza a amar a Jesús, de forma más
eficaz, con un dulce sobresalto (Amigos de Dios, 296).
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