Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio de hoy
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Evangelio de hoy
Día litúrgico: Jueves II de Cuaresma
Texto del Evangelio (Lc 16,19-31):
En aquel tiempo, Jesús dijo
a los fariseos: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba
todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que, echado junto
a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del
rico pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.
»Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al
seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades
entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su
seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a
que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy
atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste
tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él
es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se
interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros,
no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.
»Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi
padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan
también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a
los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno
de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen
a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».
Comentario del
Rev. D. Xavier SOBREVÍA i Vidal
(Castelldefels, España)
«Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán,
aunque un muerto resucite»
Hoy, el Evangelio es una parábola que nos descubre las
realidades del hombre después de la muerte. Jesús nos habla del premio o del
castigo que tendremos según cómo nos hayamos comportado.
Precioso cuadro del Rico Epulón y el mendigo enfermo, Lázaro
El contraste entre el rico y el pobre es muy fuerte. El lujo y
la indiferencia del rico; la situación patética de Lázaro, con los perros que
le lamen las úlceras (cf. Lc 16,19-21). Todo tiene un gran realismo que hace
que entremos en escena.
Podemos pensar, ¿dónde estaría yo si fuera uno de los dos
protagonistas de la parábola? Nuestra sociedad, constantemente, nos recuerda
que hemos de vivir bien, con confort y bienestar, gozando y sin preocupaciones.
Vivir para uno mismo, sin ocuparse de los demás, o preocupándonos justo lo
necesario para que la conciencia quede tranquila, pero no por un sentido de
justicia, amor o solidaridad.
Hoy se nos presenta la necesidad de escuchar a Dios en esta
vida, de convertirnos en ella y aprovechar el tiempo que Él nos concede. Dios
pide cuentas. En esta vida nos jugamos la vida.
Jesús deja clara la existencia del infierno y describe algunas
de sus características: la pena que sufren los sentidos —«que moje en agua la
punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama»
(Lc 16,24)— y su eternidad —«entre nosotros y vosotros se interpone un gran
abismo» (Lc 16,26).
San Gregorio Magno nos dice que «todas estas cosas se dicen para
que nadie pueda excusarse a causa de su ignorancia». Hay que despojarse del
hombre viejo y ser libre para poder amar al prójimo. Hay que responder al
sufrimiento de los pobres, de los enfermos, o de los abandonados. Sería bueno
que recordáramos esta parábola con frecuencia para que nos haga más
responsables de nuestra vida. A todos nos llega el momento de la muerte. Y hay
que estar siempre preparados, porque un día seremos juzgados.
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