Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico:
Miércoles de Ceniza
Santoral 10 de febrero: Santa Escolástica, virgen
Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres
Texto del Evangelio (Mt 6,1-6.16-18): En aquel tiempo, Jesús
dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los
hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de
vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando
por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el
fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace
tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo
secreto, te recompensará.
»Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de
orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser
vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio,
cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a
tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que
desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo
que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava
tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre
que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará».
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres
para ser vistos por ellos»
Pbro. D. Luis A. GALA Rodríguez
(Campeche, México)
Hoy comenzamos nuestro itinerario hacia la Pascua, y el
Evangelio nos recuerda los deberes fundamentales del cristiano, no sólo como
preparación hacia un tiempo litúrgico, sino en preparación hacia la Pascua
Eterna: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres, para
ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre
celestial» (Mt 6,1). La justicia de la que habla Jesús consiste en vivir
conforme a los principios evangélicos, sin olvidar que «si vuestra justicia no
supera la justicia de los doctores de la ley y de los fariseos, no entraréis en
el Reino de los cielos» (Mt 5,20).
La justicia nos lleva al amor, manifestado en la limosna y en
obras de misericordia: «Cuando hagas limosna que no sepa tu mano izquierda lo
que hace tu derecha» (Mt 6,3). No es que se deban ocultar las obras buenas,
sino que no debe pensarse en la alabanza humana al hacerlas, ni desear algún
otro bien. En otras palabras, debo dar limosna de tal modo que ni yo tenga la
sensación de estar haciendo una cosa buena que merece una recompensa por parte
de Dios y elogio por parte de los hombres.
Benedicto XVI insistía en que socorrer a los necesitados es un
deber de justicia, aun antes que un acto de caridad: «La caridad va más allá de
la justicia (…), pero nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo
que es "suyo", lo que le corresponde en virtud de su ser y de su
obrar». No debemos olvidar que no somos propietarios absolutos de los bienes
que poseemos, sino administradores. Cristo nos ha enseñado que la auténtica
caridad es aquella que no se limita a "dar" la limosna, sino que
lleva a "darse" uno mismo, a ofrecerse a Dios como culto espiritual
(cf. Rom 12,1). Ése sería el verdadero gesto de justicia y caridad cristiana,
«y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,4).
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres
para ser vistos por ellos»
Rev. D. Manel VALLS i
Serra
(Barcelona, España)
Hoy iniciamos la Cuaresma: «He aquí el día de la salvación»
(2Cor 6,2). La imposición de la ceniza —que debiéramos recibir— es acompañada
por una de estas dos fórmulas. La antigua: «Acuérdate de que eres polvo y al
polvo volverás»; y la que ha introducido la liturgia renovada del Concilio:
«Conviértete y cree en el Evangelio». Ambas fórmulas son una invitación a
contemplar de manera diversa —normalmente tan superficial— nuestra vida. El
papa san Clemente I nos recuerda que «el Señor quiere que todos los que ama se
conviertan».
En el Evangelio, Jesús pide practicar la limosna, el ayuno y la
oración alejados de toda hipocresía: «No lo vayas trompeteando por delante» (Mt
6,2). Los hipócritas, enérgicamente denunciados por Jesucristo, se caracterizan
por la falsedad de su corazón. Pero, Jesús advierte hoy no sólo de la
hipocresía subjetiva sino también de la objetiva: cumplir, incluso de buena fe,
todo lo que manda la Ley de Dios y la Escritura Santa, pero realizándolo de
manera que quede en la mera práctica exterior, sin la correspondiente
conversión interior.
Entonces, la limosna —reducida a “propina”— deja de ser un acto
fraternal y se reduce a un gesto tranquilizador que no cambia la mirada sobre
el hermano ni hace sentir la caridad de prestarle la atención que se merece. El
ayuno, por otra parte, queda limitado al cumplimiento formal, que ya no
recuerda en ningún momento la necesidad de moderar nuestro consumismo
compulsivo ni la necesidad que tenemos de ser curados de la “bulimia
espiritual”. Finalmente, la oración —reducida a estéril monólogo— no llega a ser
auténtica apertura espiritual, coloquio íntimo con el Padre y escucha atenta
del Evangelio del Hijo.
La religión de los hipócritas es una religión triste, legalista,
moralista, de una gran estrechez de espíritu. Por el contrario, la Cuaresma
cristiana es la invitación que cada año nos hace la Iglesia a una
profundización interior, a una conversión exigente, a una penitencia humilde,
para que dando los frutos pertinentes que el Señor espera de nosotros, vivamos
con la máxima plenitud de alegría y el gozo espiritual de la Pascua.
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