Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el
Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Jesucristo, sumo y eterno sacerdote
Día litúrgico:
Jueves después de Pentecostés:
Jesucristo, sumo y eterno sacerdote
Texto del Evangelio (Lc 22,14-20): Cuando llegó la hora, se puso a
la mesa con los Apóstoles; y les dijo: «Con ansia he deseado comer esta Pascua
con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que
halle su cumplimiento en el Reino de Dios». Y recibiendo una copa, dadas las
gracias, dijo: «Tomad esto y repartidlo entre vosotros; porque os digo que, a
partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el
Reino de Dios». Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio
diciendo: «Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en
recuerdo mío». De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: «Esta copa
es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros».
Comentario del
Rev. D. Albert
LLANES i Vives
(Queralbs, Girona,
España)
«Con ansia he
deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer»
Hoy, la liturgia nos invita a adentrarnos en el maravilloso
corazón sacerdotal de Cristo. Dentro de pocos días, la liturgia nos llevará de
nuevo al corazón de Jesús, pero centrados en su carácter sagrado. Pero hoy
admiramos su corazón de pastor y salvador, que se deshace por su rebaño, al que
no abandonará nunca. Un corazón que manifiesta “ansia” por los suyos, por
nosotros: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de
padecer» (Lc 22,15).
Este corazón de sacerdote y pastor manifiesta sus sentimientos,
especialmente, en la institución de la Eucaristía. Comienza la Última Cena en
la que el Señor va a instituir el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre,
misterio de fe y de amor. San Juan sintetiza con una frase los sentimientos que
dominaban el alma de Jesús en aquel entrañable momento: «Sabiendo Jesús que
había llegado su hora (...), como amase a los suyos que estaban en el mundo,
los amó hasta el fin» (Jn 13,1).
¡Hasta el fin!, ¡hasta el extremo! Una solicitud que le conduce
a darlo todo a todos para permanecer siempre al lado de todos. Su amor no se
limita a los Apóstoles , sino que piensa en todos los hombres. La Eucaristía
será el instrumento que permitirá a Jesús consolarnos “en todo lugar y en todo
momento”. Él había hablado de mandarnos “otro” consolador, “otro” defensor.
Habla de “otro”, porque Él mismo —Jesús-Eucaristía— es nuestro primer
consolador.
El cumplimiento de la voluntad del Padre obliga a Jesús a
separarse de los suyos, pero su amor que le impulsaba a permanecer con ellos,
le mueve a instituir la Eucaristía, en la cual se queda realmente presente.
«Considerad —escribe san Josemaría— la experiencia tan humana de la despedida
de dos seres que se quieren (...). Su afán sería continuar sin separarse, y no
pueden (...). Lo que nosotros no podemos, lo puede el Señor. Jesucristo,
perfecto Dios y perfecto Hombre, (...) se queda Él mismo. Irá al Padre, pero
permanecerá con los hombres». Repitamos con el salmista: «¡Cuántas maravillas
has hecho, Dios mío!» (Sal 40,6).
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