Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio de hoy
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Evangelio de hoy
Día litúrgico:
Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús (C)
(Tercer
viernes después de Pentecostés)
Santoral 3 de Junio:
San Carlos Luanga y compañeros, mártires.
Texto del Evangelio (Lc 15,3-7): En aquel tiempo, Jesús dijo esta
parábola a los fariseos y maestros de la Ley: «¿Quién de vosotros que tiene
cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el
desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la
encuentra, contento, la pone sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a
los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja
que se me había perdido’. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el
cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que
no tengan necesidad de conversión».
«Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había
perdido»
Rev. D. Pedro IGLESIAS Martínez
(Rubí, Barcelona, España)
Hoy celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Desde
tiempo inmemorial, el hombre sitúa “físicamente” en el corazón lo mejor o lo
peor del ser humano. Cristo nos muestra el suyo, con las cicatrices de nuestro
pecado, como símbolo de su amor a los hombres, y es desde este corazón que
vivifica y renueva la historia pasada, presente y futura, desde donde
contemplamos y podemos comprender la alegría de Aquel que encuentra lo que
había perdido.
«Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había
perdido» (Lc 15,6). Cuando escuchamos estas palabras, tendemos siempre a
situarnos en el grupo de los noventa y nueve justos y observamos “distantes”
cómo Jesús ofrece la salvación a cantidad de conocidos nuestros que son mucho
peor que nosotros... ¡Pues no!, la alegría de Jesús tiene un nombre y un
rostro. El mío, el tuyo, el de aquél..., todos somos “la oveja perdida” por
nuestros pecados; así que..., ¡no echemos más leña al fuego de nuestra
soberbia, creyéndonos convertidos del todo!
En el tiempo que vivimos, en que el concepto de pecado se
relativiza o se niega, en el que el sacramento de la penitencia es considerado
por algunos como algo duro, triste y obsoleto, el Señor en su parábola nos
habla de alegría, y no lo hace solo aquí, sino que es una corriente que
atraviesa todo el Evangelio. Zaqueo invita a Jesús a comer para celebrarlo,
después de ser perdonado (cf. Lc 19,1-9); el padre del hijo pródigo perdona y
da una fiesta por su vuelta (cf. Lc 15,11-32), y el Buen Pastor se regocija por
encontrar a quien se había apartado de su camino.
Decía san Josemaría que un hombre «vale lo que vale su corazón».
Meditemos desde el Evangelio de Lucas si el precio —que va marcado en la
etiqueta de nuestro corazón— concuerda con el valor del rescate que el Sagrado
Corazón de Jesús ha pagado por cada uno de nosotros.
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