Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico: Viernes X del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 5,27-32): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’. Pues yo os digo:
Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su
corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo
de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu
cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado,
córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros,
que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna.
»También se dijo: ‘El que repudie a su mujer, que le dé acta de
divorcio’. Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de
fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete
adulterio».
Comentario por el
+ Pare Josep LIÑÁN i Pla SchP
(Sabadell, Barcelona, España)
«Todo el que mira a una mujer deseándola,
ya cometió adulterio»
Hoy, Jesús continúa profundizando en la exigencia del Sermón de
la Montaña. No deroga la Ley, sino que le da plenitud; por eso, su observancia
es algo más que el simple cumplimiento de unas condiciones mínimas para tener
en regla los papeles. Dios nos da la Ley del amor para llegar a la cima, pero
nosotros buscamos el modo de convertirla en la ley del mínimo esfuerzo. ¡Dios
nos pide tanto...! Sí, pero también nos ha dado lo máximo que puede dar, ya que
se ha dado a sí mismo.
Hoy, Jesucristo apunta alto al manifestar su autoridad sobre el
sexto y el noveno mandamiento, los preceptos que se refieren a la sexualidad y
a la pureza de pensamiento. La sexualidad es un lenguaje humano para significar
el amor y la alianza, por tanto, no puede ser banalizada, como tampoco podemos
convertir a los demás en objetos de placer, ¡ni siquiera con el pensamiento!,
de aquí esta afirmación tan severa de Jesús: «Todo el que mira a una mujer
deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón» (Mt 5,28). Es preciso,
pues, cortar el mal de raíz y evitar pensamientos y ocasiones que nos llevarían
a obrar lo que Dios aborrece; esto es lo que quieren indicar tales palabras,
que pueden parecernos radicales y exageradas, pero que los oyentes de Jesús
entendían en su expresividad: saca, corta, arroja...
Finalmente, la dignidad del matrimonio debe ser protegida
siempre, pues forma parte del proyecto de Dios para el hombre y la mujer, para
que en el amor y en la mutua donación se conviertan en una sola carne, y al
mismo tiempo es signo y participación en la Alianza de Cristo con la Iglesia.
El cristiano no puede vivir la relación hombre-mujer ni la vida conyugal según
el espíritu mundano: «No debéis creer que por haber escogido el estado
matrimonial os es permitido continuar con una vida mundana y abandonaros a la
ociosidad y la pereza; al contrario, eso mismo os obliga a trabajar con mayor
esfuerzo y a velar con más cuidado por vuestra salvación» (San Basilio).
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