Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico:
Sábado III del tiempo ordinario
Santoral 28 de Enero:
Santo Tomás de Aquino,
presbítero y doctor de la Iglesia
Texto del Evangelio (Mc 4,35-41): Un día, al atardecer, dijo Jesús
a sus discípulos: «Pasemos a la otra orilla». Despiden a la gente y le llevan
en la barca, como estaba; e iban otras barcas con Él. En esto, se levantó una
fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba
la barca. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le
dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».
Él, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar:
«¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les
dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?». Ellos se llenaron
de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el
viento y el mar le obedecen?».
Comentario por el
Rev. D. Joaquim FLURIACH i Domínguez
(St. Esteve de P., Barcelona, España)
«¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?»
Hoy, el Señor riñe a los discípulos por su falta de fe: «¿Cómo
no tenéis fe?» (Mc 4,40). Jesucristo ya había dado suficientes muestras de ser
el Enviado y todavía no creen. No se dan cuenta de que, teniendo con ellos al
mismo Señor, nada han de temer. Jesús hace un paralelismo claro entre “fe” y
“valentía”.
En otro lugar del Evangelio, ante una situación en la que los
Apóstoles dudan, se dice que todavía no podían creer porque no habían recibido
el Espíritu Santo. Mucha paciencia le será necesaria al Señor para continuar
enseñando a los primeros aquello que ellos mismos nos mostrarán después, y de
lo que serán firmes y valientes testigos.
Estaría muy bien que nosotros también nos sintiéramos “reñidos”.
¡Con más motivo aun!: hemos recibido el Espíritu Santo que nos hace capaces de
entender cómo realmente el Señor está con nosotros en el camino de la vida, si
de verdad buscamos hacer siempre la voluntad del Padre. Objetivamente, no
tenemos ningún motivo para la cobardía. Él es el único Señor del Universo,
porque «hasta el viento y el mar le obedecen» (Mc 4,41), como afirman admirados
los discípulos.
Entonces, ¿qué es lo que me da miedo? ¿Son motivos tan graves
como para poner en entredicho el poder infinitamente grande como es el del Amor
que el Señor nos tiene? Ésta es la pregunta que nuestros hermanos mártires
supieron responder, no ya con palabras, sino con su propia vida. Como tantos
hermanos nuestros que, con la gracia de Dios, cada día hacen de cada
contradicción un paso más en el crecimiento de la fe y de la esperanza.
Nosotros, ¿por qué no? ¿Es que no sentimos dentro de nosotros el deseo de amar
al Señor con todo el pensamiento, con todas las fuerzas, con toda el alma?
Uno de los grandes ejemplos de valentía y de fe, lo tenemos en
María, Auxilio de los cristianos, Reina de los confesores. Al pie de la Cruz
supo mantener en pie la luz de la fe... ¡que se hizo resplandeciente en el día
de la Resurrección!
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