Blog Católico de Javier
Olivares-Baiona
DÍAS SANTOS DEL 6 AL 12 DE ABRIL 2020
* * * Semana Santa y
Triduo Pascual * * *
Durante la Semana Santa la Iglesia celebra los misterios de la
salvación actuados por Cristo en los últimos días de su vida, comenzando por la
entra mesiánica en Jerusalén.
La semana Santa, en el calendario religioso del cristianismo es
una de las fechas más importantes, porque es en ella en la que se encuentran
las bases sobre la cual se cimienta la religión, que es la pasión y muerte de
Jesús.
Todos los años, en el “sacratísimo triduo del crucificado, del
Sepultado y del Resucitado” o Triduo Pascual, que se celebra desde la misa
vespertina del Jueves Santo hasta las vísperas del Domingo de Resurrección, la
Iglesia celebra, “en íntima Comunión con Cristo su Esposo, los grandes
misterios de la redención humana.
DIA, 6 - LUNES SANTO
La expulsión de los mercaderes del Templo
Jesús regresa a Jerusalén y se encuentra el Templo convertido en
un mercado, vendedores de bueyes, ovejas, palomas y cambistas.
El Templo de Jerusalén era un lugar de central importancia.
Construido primeramente por el Rey Salomón, sufrió muchas vicisitudes y fue
destruido en varias ocasiones. El Templo constituía propiamente el centro de
culto de los israelitas. Las sinagogas, dispersas en cada población, eran
lugares, sí, para rezar, pero únicamente en el Templo oficiaban sacerdotes y se
inmolaban los sacrificios.
Los echa a todos del Templo, tira las monedas de los cambistas,
vuelca las mesas y muy cabreado les dice: -“Quitad eso de aquí; no hagáis de la
casa de mi Padre un mercado”. (Juan 2:16).
Jesús ya había visto esto con sus doce años. Y luego lo vio más
veces cada ocasión en que subía a Jerusalén. Pero sucedió que Jesús, en uno de
los viajes en los que se acercó a la ciudad santa (Juan 2, 14), “Encontró en el
Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus
puestos. Con unas cuerdas hizo un látigo, y arrojó a todos del templo con las
ovejas y bueyes; tiró las monedas de los cambistas y volcó las mesas y dijo:
(Marcos 11, 17) ¿No está escrito: mi casa será llamada casa de oración para
todas las naciones? Vosotros en cambio la habéis convertido en una cueva de
ladrones”.
Jesús, ejemplo de paz y mansedumbre, no soporta ese estar
sacrílego en la Casa de Dios y hace, con justa indignación, lo que nadie tenía
la audacia de hacer por considerarlo “políticamente incorrecto”,
Pero a Jesús no le importa el qué dirán, pues sabe qué es lo que
tiene que hacer. Nadie se atrevió a defenderse, cómplices de algo que aceptaban
aún a sabiendas de estar en lugar sagrado.
ORACIÓN
Mira, Señor, con bondad a los santos misterios que estamos celebrando y, ya que tu amor providente los instituyó para librarnos de la condena, haz que fructifiquen para la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
DIA, 7 - MARTES SANTO
Jesús vuelve de nuevo a Jerusalén
y pasa todo el día predicando
su doctrina
“Los fariseos querían pillarlo de alguna manera así que le
preguntaron: -¿Es lícito pagar tributo al César o no? A lo que Jesús les pidió
una moneda, cuando la tuvo en la mano señalando la imagen y la inscripción que
había en ella respondió: -Esta es la cara del César, ¿verdad?, pues al César lo
que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Ese día por la tarde, los Sacerdotes deciden prenderle y darle
muerte. Jesús regresa a Betania. Se reúne con los discípulos, les anticipa que
uno de ellos lo va a traicionar, también predice las negaciones de Pedro.
Conforme va acercándose los días de los principales cultos
(Jueves y Viernes Santo) siguen su reflexión acerca de diversos pasajes de la
Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret. Son días propicios para la
reflexión profunda en los que la Iglesia nos invita como en una “última
llamada” a acercarnos al sacramento de la confesión con el fin de estar
preparados para vivir la Vigilia Pascual y el gran acontecimiento de la Pascua.
El cristiano debe estar en gracia de Dios para participar con toda la Iglesia
del gran banquete de la Eucaristía en la Misa más importante del año.
ORACIÓN
Mira, Señor, con bondad, las ofrendas de esta familia tuya a la
que haces partícipe de tus dones santos, y concédele llegar a poseerlos
plenamente. Por Jesucristo nuestro Señor.
DÍA 8 - MIÉRCOLES SANTO
El miércoles santo Jesús no acudió al Templo.
Permaneció en
Betania en una vigilia de oración. Todo lo que había de decir, lo ha dicho. La
revelación de su identidad es clara. La denuncia del pecado también. Las
posiciones de los importantes también están definidas.
Cristo les dice: "Sabéis que de aquí a dos días será la
Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado" (Mt).
Hay presciencia en Jesús. Sabe lo que va suceder, sabe el día y la hora. No le
será ahorrado el desconocimiento previo, o la esperanza de que el dolor va ser
menor. Lo sabe todo. Es consciente de que los clavos van a atravesar su carne,
sabe que su cuerpo va ser flagelado, escupido, deshonrado y, por fin, llegará
una muerte cruel. Lo sabe, y no huye, porque esa afrenta va a ser convertida en
un sacrificio en el que Él va a ser sacerdote y víctima. Va a pedir al Padre el
perdón para todos, pero lo va a pedir pagando el precio de justicia de todos
los pecados. Va ser un verdadero sacrificio expiatorio, como lo simbolizaba el
animal que soltaban los sacerdotes que llevaba sobre sí los pecados del pueblo.
Pero ahora no va ser un símbolo, sino una realidad. El peso de todos nuestros
pecados va a caer sobre Él. Jesús va a ser el inocente que paga por los pecados
de aquellos a quienes ama. De esta manera se manifiesta una misericordia que
tiene en cuenta la justicia.
Ya había sido profetizado mucho sobre el siervo de Yavé que
padecerá para librar al pueblo de sus pecados. Se cumplirá todo hasta el mínimo
detalle. El amor no es sólo la satisfacción por el gozo con la persona amada.
Es también querer tanto al otro -en este caso todos los hombres- que se busca
librarlos de todo mal, se busca liberarlos de las garras del diablo, de las
redes del pecado, de la muerte primera, y de la muerte segunda que es el
infierno. Ese amor le lleva a no poder soportar que se pierda ninguno. Que todo
el que quiera salvarse lo pueda hacer. Por eso no rechaza el sacrificio. Se
puede decir que lo ama, aunque el corazón tiemble y la carne se resista. Pero
la voluntad es firme.
Y el miércoles santo es un día de oración intensa y sin
descanso, rodeado del cariño de los suyos, aunque no todos, pues Judas le odia.
ORACIÓN
Oh Dios, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que
tu Hijo soportase por nosotros el suplicio de la cruz, concédenos a tus siervos
alcanzar la gracia de la resurrección. Por Jesucristo Nuestro Señor.
DÍA 9, JUEVES SANTO
La institución de la Eucaristía
La liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar
concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien desee
seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser
espectador de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban a entregarlo'. Y
por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación
al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando
decide lavarle los pies a sus discípulos.
En este sentido, el Evangelio de San Juan presenta a Jesús
'sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a
Dios volvía' pero que, ante cada hombre, siente tal amor que, igual que hizo
con sus discípulos, se arrodilla y le lava los pies, como gesto inquietante de
una acogida incansable.
Él quiso que, como en su última Cena, sus discípulos nos
reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo el pan y el vino: "Hagan
esto en memoria mía" (Lc 22,19).
Antes de ser entregado, Cristo se entrega como alimento. Sin
embargo, en esa Cena, el Señor Jesús celebra su muerte: lo que hizo, lo hizo
como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y real de su muerte antes de
su Pasión. Por eso "cuando comemos de ese pan y bebemos de esa copa,
proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Cor 11, 26).
De aquí que podamos decir que la Eucaristía es memorial no tanto
de la Última Cena, sino de la Muerte de Cristo que es Señor, y "Señor de
la Muerte", es decir, el Resucitado cuyo regreso esperamos según lo
prometió Él mismo en su despedida: "un poco y ya no me veréis y otro poco
y me volveréis a ver" (Jn 16,16)
Hoy celebramos la alegría de saber que esa muerte del Señor, que
no terminó en el fracaso sino en el éxito, tuvo un por qué y para qué: fue una
"entrega", un "darse", fue "por algo" o, mejor
dicho, "por alguien" y nada menos que por "nosotros y por
nuestra salvación" (Credo). "Nadie me quita la vida, había dicho
Jesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo poder para entregarla."
(Jn 10,16), y hoy nos dice que fue para "remisión de los pecados" (Mt
26,28).
Hoy hay alegría y la Iglesia rompe la austeridad cuaresmal
cantando el "gloria": es la alegría del que se sabe amado por Dios,
pero al mismo tiempo es sobria y dolorida, porque conocemos el precio que le
costamos a Cristo.
Podríamos decir que la alegría es por nosotros y el dolor por
Él. Sin embargo predomina el gozo porque en el amor nunca podemos hablar
estrictamente de tristeza, porque el que da y se da con amor y por amor lo hace
con alegría y para dar alegría.
Podemos decir que hoy celebramos con la liturgia (1a Lectura).
La Pascua, pero la de la Noche del Éxodo (Ex 12) y no la de la llegada a la Tierra
Prometida (Jos. 5, 10-ss).
Hoy inicia la fiesta de la "crisis pascual", es decir
de la lucha entre la muerte y la vida, ya que la vida nunca fue absorbida por
la muerte pero si combatida por ella. La noche del Sábado de Gloria es el canto
a la victoria pero teñida de sangre y hoy es el himno a la lucha pero de quien
lleva la victoria porque su arma es el amor.
ORACIÓN
Oh, Dios, que al celebrar la Cena santísima en la que tu
Unigénito, cuando iba a entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el
sacrificio nuevo y terno y el Banquete de su amor, te pedimos alcanzar, de tan
gran misterio la plenitud de la caridad y de vida. Por nuestro Señor Jesucristo.
.Amén
DIA 10, VIERNES SANTO
Celebración de la Pasión y Muerte
de Nuestro Señor Jesucristo
*Día de ayuno y abstinencia*
La Pasión, paso para la Resurrección, tanto en Jesús como en
nosotros, es camino hacia la felicidad
El VIERNES SANTO es el día en el que la comunidad cristiana
conmemora la Muerte de Jesús de Nazaret. Es uno de los días más importantes de
la Semana Santa y se representa mediante la Cruz erguida sobre todo el mundo.
Por tanto, en este día de Semana Santa, Jesús
es crucificado con el
fin de salvarnos para garantizarnos una vida eterna.
Es importante interiorizar el hecho de que Jesús se entregó en
la Cruz por cada uno de nosotros. Y hay que comprender que la Cruz es un signo
de victoria sobre la muerte, especialmente que es una victoria sobre el pecado.
Con su sacrificio, Cristo pagó el precio que la humanidad debía
pagar por sus pecados. Por eso, en este día necesitamos meditar, pensar y
sentir sobre el significado de la Pasión y Muerte de Jesucristo.
Una de las actitudes que el cristiano debe tener durante el
Viernes Santo es la reflexión porque comprenderemos y profundizaremos en el sentido
de la muerte de Cristo.
En la liturgia del Viernes Santo al contrario que sucede en el
Jueves Santo, no se celebra la Santa Misa y se produce la adoración de la Cruz.
Los cristianos están llamados a guardar ayuno y a abstenerse de comer carne
como penitencia, como también sucede en el Miércoles de Ceniza. Todos los
acontecimientos del día de Viernes Santo son relatados en el Evangelio de San
Juan (capítulo 18, versículos 1-19, 42)
ORACIÓN
Oh Dios, tu Hijo, Jesucristo, Señor nuestro, por medio de su
pasión ha destruido la muerte que, como consecuencia del antiguo pecado, a
todos los hombres alcanza. Concédenos hacernos semejantes a él. De este modo,
los que hemos llevado grabada, por exigencia de la naturaleza humana, la imagen
de Adán, el hombre terreno, llevaremos grabada en adelante, por la acción
santificadora de tu gracia, la imagen de Jesucristo, el hombre celestial. Que
vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
DIA, 11 - SÁBADO SANTO
*DÍA DE LA SEPULTURA DEL SEÑOR*
"Durante el Sábado
santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y
su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en oración y ayuno su
resurrección (Circ 73).
Es el día del silencio:
la comunidad cristiana vela junto al sepulcro.Callan las campanas y los
instrumentos. Se ensaya el aleluya, pero en voz baja. Es día para profundizar.
Para contemplar. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío.
La Cruz sigue
entronizada desde ayer. Central, iluminada, con un paño rojo, con un laurel de
victoria. Dios ha muerto. Ha querido vencer con su propio dolor el mal de la
humanidad.
Es el día de la
ausencia. El Esposo nos ha sido arrebatado. Día de dolor, de reposo, de
esperanza, de soledad. El mismo Cristo está callado. Él, que es el Verbo, la
Palabra, está callado. Después de su último grito de la cruz "¿por qué me
has abandonado"?- ahora él calla en el sepulcro.Descansa:
"consummatum est", "todo se ha cumplido".
Pero este silencio se
puede llamar plenitud de la palabra. El anonadamiento, es elocuente.
"Fulget crucis mysterium": "resplandece el misterio de la
Cruz."
El Sábado es el día en
que experimentamos el vacío. Si la fe, ungida de esperanza, no viera el
horizonte último de esta realidad, caeríamos en el desaliento: "nosotros
esperábamos... ", decían los discípulos de Emaús.
Es un día de meditación
y silencio. Algo parecido a la escena que nos describe el libro de Job, cuando
los amigos que fueron a visitarlo, al ver su estado, se quedaron mudos,
atónitos ante su inmenso dolor: "se sentaron en el suelo junto a él, durante
siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el
dolor era muy grande" (Job. 2, 13).
Eso sí, no es un día
vacío en el que "no pasa nada". Ni un duplicado del Viernes. La gran
lección es ésta: Cristo está en el sepulcro, ha bajado al lugar de los muertos,
a lo más profundo a donde puede bajar una persona. Y junto a Él, como su Madre
María, está la Iglesia, la esposa. Callada, como él.
El Sábado está en el
corazón mismo del Triduo Pascual. Entre la muerte del Viernes y la resurrección
del Domingo nos detenemos en el sepulcro. Un día puente, pero con personalidad.
Son tres aspectos - no tanto momentos cronológicos - de un mismo y único
misterio, el misterio de la Pascua de Jesús: muerto, sepultado, resucitado.
ORACIÓN
Oh Dios, tu Hijo,
Jesucristo, Señor nuestro, por medio de su pasión ha destruido la muerte que,
como consecuencia del antiguo pecado, a todos los hombres alcanza. Concédenos
hacernos semejantes a él. De este modo, los que hemos llevado grabada, por
exigencia de la naturaleza humana, la imagen de Adán, el hombre terreno,
llevaremos grabada en adelante, por la acción santificadora de tu gracia, la imagen
de Jesucristo, el hombre celestial. Que vive y reina por los siglos de los
siglos. Amén.
DIA, 12 - DOMINGO DE RESURRECCIÓN
Celebramos hoy la Pascua de la Resurrección,
El Domingo de Resurrección o Vigilia Pascual es el día en que
incluso la iglesia más pobre se reviste de sus mejores ornamentos, es la cima
del año litúrgico.
Es el aniversario del triunfo de Cristo. Es la feliz
conclusión del drama de la Pasión y la alegría inmensa que sigue al dolor. Y un
dolor y gozo que se funden pues se refieren en la historia al acontecimiento
más importante de la humanidad: la redención y liberación del pecado de la
humanidad por el Hijo de Dios.
Nos dice San Pablo: "Aquel que ha resucitado a Jesucristo
devolverá asimismo la vida a nuestros cuerpos mortales". No se puede
comprender ni explicar la grandeza de las Pascuas cristianas sin evocar la
Pascua Judía, que Israel festejaba, y que los judíos festejan todavía, como lo
festejaron los hebreos hace tres mil años, la víspera de su partida de Egipto,
por orden de Moisés. El mismo Jesús celebró la Pascua todos los años durante su
vida terrena, según el ritual en vigor entre el pueblo de Dios, hasta el último
año de su vida, en cuya Pascua tuvo efecto la cena y la institución de la
Eucaristía.
Cristo, al celebrar la Pascua en la Cena, dio a la conmemoración
tradicional de la liberación del pueblo judío un sentido nuevo y mucho más
amplio. No es a un pueblo, una nación aislada a quien Él libera sino al mundo
entero, al que prepara para el Reino de los Cielos. Las pascuas cristianas
-llenas de profundas simbologías- celebran la protección que Cristo no ha
cesado ni cesará de dispensar a la Iglesia hasta que Él abra las puertas de la
Jerusalén celestial. La fiesta de Pascua es, ante todo la representación del
acontecimiento clave de la humanidad, la Resurrección de Jesús después de su muerte
consentida por Él para el rescate y la rehabilitación del hombre caído. Este
acontecimiento es un hecho histórico innegable. Además de que todos los
evangelistas lo han referido, San Pablo lo confirma como el historiador que se
apoya, no solamente en pruebas, sino en testimonios.
Pascua es victoria, es el hombre llamado a su dignidad más
grande. ¿Cómo no alegrarse por la victoria de Aquel que tan injustamente fue
condenado a la pasión más terrible y a la muerte en la cruz?, ¿por la victoria
de Aquel que anteriormente fue flagelado, abofeteado, ensuciado con
salivazos, con tanta inhumana
crueldad?. Este es el día de la esperanza universal, el día en que en torno al
resucitado, se unen y se asocian todos los sufrimientos humanos, las desilusiones, las humillaciones,
las cruces, la dignidad humana violada, la vida humana no respetada.
La Resurrección nos descubre nuestra vocación cristiana y
nuestra misión: acercarla a todos los hombres. El hombre no puede perder jamás
la esperanza en la victoria del bien sobre el mal. ¿Creo en la Resurrección?,
¿la proclamo?; ¿creo en mi vocación y misión cristiana?, ¿la vivo?; ¿creo en la
resurrección futura?, ¿me alienta en
esta vida?, son preguntas que
cabe preguntarse.
El mensaje redentor de la Pascua no es otra cosa que la
purificación total del hombre, la liberación de sus egoísmos, de su
sensualidad, de sus complejos; purificación que , aunque implica una fase de
limpieza y saneamiento interior, sin embargo se realiza de manera positiva con
dones de plenitud, como es la iluminación del Espíritu , la vitalización del
ser por una vida nueva, que desborda gozo y paz -suma de todos los bienes
mesiánicos-, en una palabra, la presencia del Señor resucitado. San Pablo lo
expresó con incontenible emoción en este texto: "Si habéis resucitado con
Cristo vuestra vida, entonces os manifestaréis gloriosos con Él" (Col. 3
1-4).
ORACIÓN
Dios nuestro, que por medio de tu Hijo venciste a la muerte y
nos has abierto las puertas de la vida eterna, concede a quienes celebramos hoy
la Pascua de Resurrección, resucitar también a una nueva vida, renovados por la
gracia del Espíritu Santo. Por Cristo nuestro Señor. Amén
Confeccionado por Franja y Allen-Perkins
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