Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
LA SANTA MISA EXPLICADA POR
SAN PÍO DE PIETRELCINA
(Testimonio del P. Derobert,
hijo espiritual del Padre Pío)
Él me había explicado poco después de mi ordenación sacerdotal
que celebrando la Eucaristía había que poner en paralelo la cronología de la
Misa y la de la Pasión. Se trataba de comprender y de darse cuenta, en primer
lugar, de que el sacerdote en el Altar es Jesucristo. Desde ese momento Jesús
en su Sacerdote, revive indefinidamente la Pasión.
Desde la señal de la cruz inicial hasta el ofertorio es
necesario reunirse con Jesús en Getsemaní, hay que seguir a Jesús en su agonía,
sufriendo ante esta "marea negra" de pecado. Hay que unirse a él en
el dolor de ver que la Palabra del Padre, que él había venido a traernos, no
sería recibida o sería recibida muy mal por los hombres. Y desde esta óptica
había que escuchar las lecturas de la misa como estando dirigidas personalmente
a nosotros.
El Ofertorio, es el arresto. La Hora ha llegado...
El Prefacio, es el canto de alabanza y de agradecimiento que
Jesús dirige al Padre que le ha permitido llegar por fin a esta
"Hora".
Desde el comienzo de la Plegaria Eucarística hasta la
Consagración nos encontramos ¡rápidamente! con Jesús en la prisión, en su atroz
flagelación, su coronación de espinas y su camino de la cruz por las
callejuelas de Jerusalén teniendo presente en el "momento" a todos
los que están allí y a todos aquellos por los que pedimos especialmente.
La Consagración nos da el Cuerpo entregado ahora, la Sangre
derramada ahora. Es místicamente, la crucifixión del Señor. Y por eso el Padre
Pío de Pietrelcina sufría atrozmente en este momento de la Misa.
Nos reunimos enseguida con Jesús en la Cruz y ofrecemos desde
este instante, al Padre, el Sacrificio Redentor. Es el sentido de la oración
litúrgica que sigue inmediatamente a la Consagración.
El "Por él, con él y en él" corresponde al grito de
Jesús: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu". Desde ese
momento, el Sacrificio es consumado y aceptado por el Padre. Los hombres, en
adelante, ya no están separados de Dios y se vuelven a encontrar unidos. Es la
razón por la que, en este momento, se recita la oración de todos los hijos:
"Padre Nuestro....."
La fracción del Pan marca la muerte de Jesús.....
La intinción, el instante en el que el Padre, habiendo quebrado
la Hostia (símbolo de la muerte...) deja caer una partícula del Cuerpo de
Cristo en el Cáliz de la preciosa Sangre, marca el momento de la Resurrección,
pues el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo y es a Cristo vivo a quien vamos
a recibir en la comunión.
La bendición del Sacerdote marca a los fieles con la cruz, como
signo distintivo y a la vez como escudo protector contra las astucias del
Maligno....
Se comprenderá que después de haber oído de la boca del P. Pío
tal explicación, sabiendo bien que él vivía dolorosamente esto, me haya pedido
seguirle por este camino...lo que hago cada día...¡y con cuánta alegría!.
Y si llegaba tarde, como un fraile más, sin privilegios,
sabía pedir perdón en el refectorio.
http://webcatolicodejavier.org/PadrePioMisa.html
Y ahora,
los sacerdotes que hemos leído este testimonio del P. Pio, podremos sentirnos estimulados a celebrar con
más devoción la Santa Misa.
Que
conste, que los fieles se fijan mucho en la fe del sacerdote. Se dan cuenta, y
se nota mucho, cuando es fiel a las rubricas, o cuando el sacerdote inventa de
su cosecha. Todos sabemos, que no somos dueños de la Liturgia. No podemos ni
tenemos autoridad para cambiar nada. Los fieles se dan cuenta.
Yo os
pediría desde aquí lo siguiente, porque me lo han indicado algunas personas. Y
no tengo otro camino para hacerlo.
No
celebréis la Santa Misa como los toreros, "mirando al tendido". Y
más, tenéis que demostrar vuestra fe, cuando rezáis algunas oraciones como las de
después de la Consagración, en especial la anterior a la comunión. Esa oración,
si se dirige solo a Jesucristo, y Él está delante de vosotros, bajo las
especies sacramentales, que nada ni nadie os quite la atención y que las
palabras se dirijan a Él y solo a Él. No se deben decir con la cabeza levantada
y sin mirarle a Él, que está ahí...ahí!!!
Y otra
cosa más. Cuando presentáis la Eucaristía antes de comulgar, no cambiéis la
fórmula establecida, porque contiene palabras evangélicas y del Apocalipsis.
Son Palabra de Dios, y no las mezcléis con las vuestras. La palabra de Dios es
eficaz: “Este es el Cordero de Dios”…(J. 1,29), y “Dichosos los invitados”. (Apoc. 19, 9)… ¿Las podéis comparar con las
vuestras?
Perdón si
molesto, pero algunos sacerdotes parece que hasta quieren decir en ese momento preciso, la filiación, el domicilio, el número de teléfono, y de cuando vino al mundo y otras muchas cosas más de Jesucristo, que hasta resultan ridículos. ¡Y no se dan
cuenta! Franja.
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