Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
El lugar de encuentro de los católicos en la
red
Esta mañana revisando el correo me encontré con el siguiente
artículo, que me llamó la atención sobremanera. La razón es que, en estos
últimos dos meses, voy con mucha frecuencia al hospital a visitar a un
sacerdote de los que puede un decir, un hermano, por la gran relación de
amistad que tenemos desde niños, cuando ya nuestras mamás eran muy amigas y
vivimos juntos desde los avatares de nuestros días de Seminario.
Esta es para mi la razón
de la actualidad de este artículo, que me ha hecho pensar y que estoy seguro os
llamará la atención a los que sois asiduos lectores de este blog. Con mis
mejores deseos en este día de S. Luis Gonzaga…Franja.
La vida en urgencias
P. Fernando Pascual LC
Todo pende de un hilo,
todo puede cambiar en un momento. ¿Qué es lo que queda? ¿Qué es lo que vale?
Autor: P. Fernando Pascual
LC | Fuente: Catholic.net
A veces vemos el mundo
desde la tranquila seguridad de una vida que avanza sobre ruedas. No hay
problemas, no hay dificultades especiales. Tal vez oímos que algún familiar
está enfermo, que un amigo tuvo un accidente con la moto, o que el abuelo de mi
amigo acaba de fallecer. Pero la música, el ruido, las prisas, nos hacen pasar
rápido delante de hospitales y de cementerios, y nos hundimos en lo cotidiano.
Hay que vivir, otros se encargarán de los enfermos...
Todo se ve de otra manera
si nos toca tener que esperar una o dos horas en la zona de urgencias de algún
hospital de ciudad. Llegan con cierta frecuencia las ambulancias. Los
enfermeros hacen bajar a un señor anciano, a una señora de media edad, a un
joven que se ha caído de una escalera, a un niño que se torció la mano de un
balonazo. Llega tal vez un herido de carretera, con la ropa teñida de sangre.
En los pasillos de
algunos hospitales todo está a la vista: sanos y enfermos se mezclan y se
entrecruzan en una confusión más o menos organizada. Una anciana tal vez grita
palabras incomprensibles. Un joven murmura una y otra vez sus quejas de dolor.
Una adolescente llora, en una camilla, mientras sus padres y amigos intentan
consolarla.
Los médicos y las
enfermeras entran y salen con prisa. Llevan una carpeta, apuntan datos, vuelven
a mirar al enfermo que ya tiene una botella de suero, y murmuran a otro colega
dos o tres palabras que no entendemos. Los familiares permanecen de pie,
esperan alguna respuesta, no tienen claro qué está pasando. Luego, un enfermero
coge una camilla con un paciente más grave y lo introduce en una zona
reservada. Los de fuera no saben qué ocurre, y tienen que esperar minutos, tal
vez horas, alguna noticia sobre ese familiar o amigo que quizá se encuentra a
las puertas de la muerte.
Es un misterio la
enfermedad y el dolor. Todo ocurre demasiado rápido. Una luz en la carretera,
el freno que no responde, los cristales del parabrisas que saltan por los
aires, luego ruidos, confusión, un enfermero que corta la ropa de quien se
queja sin entender bien qué es lo que pasa... Otras veces basta con haber
comido algo que estaba fermentado: los dolores se hacen insoportables, empiezan
los primeros delirios, y sin que uno pueda dar su opinión es llevado a toda
prisa a la sección de urgencias. Hay quien llega allí después de un espléndido
día de excursión. Un paso en falso, una piedra suelta en el camino, y la cabeza
deja fluir la sangre a toda prisa, mientras los amigos intentan detener, como
pueden, la hemorragia.
La vida se ve de un modo
nuevo cuando nos toca estar en urgencias. Somos grandes por nuestra capacidad
de amar, por nuestros deseos de justicia y de paz, y somos pequeños, pobres,
débiles, con este cuerpo frágil que mantiene equilibrios casi imposibles. Todo
pende de un hilo, todo puede cambiar en un momento. ¿Qué es lo que queda? ¿Qué
es lo que vale?
Son preguntas que podemos
hacernos una tarde cualquiera, tal vez sin tener que ir a la zona de urgencias
de un hospital. Son preguntas que nos invitan a levantar los ojos, mirar al cielo,
y buscar, más allá de las estrellas o del smog que cubre nuestras ciudades, a
ese Dios que nos hizo con barro frágil y con un soplo misterioso, eterno, de
espíritu...
Preguntas o comentarios
al autor
P. Fernando Pascual LC
Hace dos semanas estuvimos con nuestra hija d 18 meses en urgencias y a las pocas horas en planta donde ha estado ingresada 7 dias y no saben que la ocurrio. Es una experiencia dura, pero te hace valorar las pequenas cosas. Son crucecillas en tu caminar, que te hacen ser mas humano. De repente sientes las oraciones de gente que conoces y no conoces...pero estan a tu lado. Y jesusito en la cunita con mi pequena.
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