Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
- 951 – Viaje
apostólico a Río de Janeiro con ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la
juventud. Eucaristía de clausura en el Paseo Marítimo de Copacabana
- 950 – Viaje
apostólico a Río de Janeiro con ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la
juventud. Vigilia de oración con los jóvenes en el Paseo Marítimo de
Copacabana
- 949 – Viaje
apostólico a Río de Janeiro con ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la
juventud. Encuentro con el episcopado brasileño
- 948 – Viaje
apostólico a Río de Janeiro con ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la
juventud. Encuentro con la clase dirigente de Brasil
- 947 – Viaje
apostólico a Río de Janeiro con ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la
juventud. Eucaristía con los Obispos, sacerdotes, religiosos y
seminaristas en la catedral de san Sebatián
- 946 – Viaje
apostólico a Río de Janeiro con ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la
juventud. Via Crucis con los jóvenes en el Paseo Marítimo de Copacabana
- 945 – Viaje
apostólico a Río de Janeiro con ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la
juventud. Ángelus desde el balcón del Palacio Arzobispal
- 944 – Viaje
apostólico a Río de Janeiro con ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la
juventud. Fiesta de acogida de los jóvenes
- 943 – Viaje
apostólico a Río de Janeiro con ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la
juventud. Encuentro con los jóvenes argentinos en la catedral de san
Sebastián
- 942 – Viaje apostólico a Río de Janeiro con ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la juventud. Visita a la comunidad de Varginha (Manguinhos)
lunes, 29 de julio de 2013
Homilía del Papa Francisco
Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
Queridos jóvenes
1. Vayan. En estos días aquí en Río, han podido experimentar la belleza de
encontrar a Jesús y de encontrarlo juntos, han sentido la alegría de la fe.
Pero la experiencia de este encuentro no puede quedar encerrada en su vida o en
el pequeño grupo de la parroquia, del movimiento o de su comunidad. Sería como
quitarle el oxígeno a una llama que arde. La fe es
una llama que se hace más viva cuanto más se comparte, se transmite, para que
todos conozcan, amen y profesen a Jesucristo, que es el Señor de la vida y de
la historia (cf. Rm 10,9). Pero ¡cuidado! Jesús no ha dicho: si quieren, si
tienen tiempo, sino: «Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos».
Compartir la experiencia de la fe, dar testimonio de la fe,
anunciar el evangelio es el mandato que el Señor confía a toda la Iglesia,
también a ti; es un mandato que no nace de la voluntad de dominio o de poder,
sino de la fuerza del amor, del hecho que Jesús ha venido antes a nosotros y
nos ha dado, no algo de sí, sino todo él, ha dado su vida para salvarnos y
mostrarnos el amor y la misericordia de Dios. Jesús no nos trata como a
esclavos, sino como a hombres libres, amigos, hermanos; y no sólo nos envía,
sino que nos acompaña, está siempre a nuestro lado en esta misión de amor.
¿Adónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envía a todos.
El evangelio no es para algunos sino para todos. No es sólo para los que nos
parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. No tengan
miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias
existenciales, también a quien parece más lejano, más
indiferente. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su
misericordia y de su amor.
En particular, quisiera que este mandato de Cristo: «Vayan», resonara en
ustedes jóvenes de la Iglesia en América Latina, comprometidos en la misión
continental promovida por los obispos. Brasil, América Latina, el mundo tiene
necesidad de Cristo. San Pablo dice: «¡Ay de mí si no anuncio el evangelio!» (1
Co 9,16). Este continente ha recibido el anuncio del evangelio, que ha marcado
su camino y ha dado mucho fruto. Ahora este anuncio se os ha confiado también a
ustedes, para que resuene con renovada fuerza. La Iglesia necesita de ustedes,
del entusiasmo, la creatividad y la alegría que les caracteriza. Un gran
apóstol de Brasil, el beato José de Anchieta, se marchó a misionar cuando tenía
sólo diecinueve años. ¿Saben cuál es el mejor medio para evangelizar a los
jóvenes? Otro joven. Éste es el camino que hay que recorrer.
Impresionante foto, que continuaba otro kilómetro
2. Sin miedo. Puede que alguno piense: «No tengo ninguna
preparación especial, ¿cómo puedo ir y anunciar el evangelio?». Querido amigo,
tu miedo no se diferencia mucho del de Jeremías, un joven como ustedes, cuando
fue llamado por Dios para ser profeta. Recién hemos escuchado sus palabras:
«¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo
soy un niño». También Dios dice a ustedes lo que dijo a Jeremías: «No les
tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte» (Jr 1,6.8). Él está con
nosotros.
«No tengan miedo». Cuando vamos a anunciar a Cristo, es él mismo el que va por
delante y nos guía. Al enviar a sus discípulos en misión, ha prometido: «Yo
estoy con ustedes todos los días» (Mt 28,20). Y esto es verdad también para
nosotros. Jesús no nos deja solos, nunca les deja solos. Les acompaña siempre.
Además Jesús no ha dicho: «Ve», sino «Vayan»: somos enviados juntos. Queridos
jóvenes, sientan la compañía de toda la Iglesia, y también la comunión de los
santos, en esta misión. Cuando juntos hacemos frente a los desafíos, entonces
somos fuertes, descubrimos recursos que pensábamos que no teníamos. Jesús no ha
llamado a los apóstoles a vivir aislados, los ha llamado a formar un grupo, una
comunidad.
Quisiera dirigirme también a ustedes, queridos sacerdotes que concelebran
conmigo en esta eucaristía: han venido para acompañar a sus jóvenes, y es
bonito compartir esta experiencia de fe. Pero es una etapa en el camino. Sigan
acompañándolos con generosidad y alegría, ayúdenlos a comprometerse activamente
en la Iglesia; que nunca se sientan solos.
3. La última palabra: para servir. Al comienzo del salmo que
hemos proclamado están estas palabras: «Canten al Señor un cántico nuevo»
(95,1). ¿Cuál es este cántico nuevo? No son palabras, no es una melodía, sino
que es el canto de su vida, es dejar que nuestra vida se identifique con la de
Jesús, es tener sus sentimientos, sus pensamientos, sus acciones.
Y la vida de Jesús es una vida para los demás. Es una vida de servicio.
San Pablo, en la lectura que hemos escuchado hace poco, decía: «Me he hecho
esclavo de todos para ganar a los más posibles» (1 Co 9,19). Para anunciar a
Jesús, Pablo se ha hecho «esclavo de todos». Evangelizar es dar testimonio en
primera persona del amor de Dios, es superar nuestros egoísmos, es servir
inclinándose a lavar los pies de nuestros hermanos como hizo Jesús.
Vayan, sin miedo, para servir. Siguiendo estas tres palabras experimentarán que
quien evangeliza es evangelizado, quien transmite la alegría de la fe, recibe
alegría. Queridos jóvenes, cuando vuelvan a sus casas, no tengan miedo de ser
generosos con Cristo, de dar testimonio del evangelio. En la primera lectura,
cuando Dios envía al profeta Jeremías, le da el poder para «arrancar y arrasar,
para destruir y demoler, para reedificar y plantar» (Jr 1,10). También es así
para ustedes. Llevar el evangelio es llevar la fuerza de Dios para arrancar y
arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del
egoísmo, la intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo.
Jesucristo cuenta con ustedes. La Iglesia cuenta con ustedes. El Papa cuenta
con ustedes. Que María, Madre de Jesús y Madre nuestra, les acompañe siempre
con su ternura: «Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos». Amén.
enlace de la homilía del Papa