Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
SAN GERARDO MARÍA MAYELA
UN SANTO PARA ADMIRAR
Gerardo
Mayela, Santo
Patrono de las parturientas, 16 octubre Autor: Catholic.net | Fuente: Corazones.org |
Gerardo quiere decir: "Valiente para la
defensa" (Del alemán: Ger: defensa, ard: valiente)
Uno de los santos más populares de Italia meridional.
Pío IX calificó a San Gerardo de "perfecto modelo de los hermanos
legos", y León XIII dijo que había sido "uno de los jóvenes más
angelicales que Dios haya dado a los hombres por modelo". En sus veintinueve
años de vida, el santo llegó a ser el más famoso taumaturgo del siglo XVIII.
Nació en Muro, a setenta kilómetros de Nápoles. Su madre, después de la
muerte de Gerardo, dio este testimonio: "Mi hijo sólo era feliz cuando
se hallaba arrodillado en la iglesia, ante el Santísimo Sacramento. Con
frecuencia entraba a orar y olvidaba hasta la hora de comer. En casa oraba
todo el tiempo. Verdaderamente, había nacido para el cielo".
Cuando Gerardo tenía diez años, su confesor le dió permiso de comulgar cada
tercer día; como era una época en la que la influencia del jansenismo todavía
se dejaba sentir, ello demuestra que el confesor de Gerardo le consideraba
como un niño excepcionalmente dotado para la piedad. A la muerte de su padre,
Gerardo debió abandonar la escuela y entró a trabajar como aprendiz de sastre
en el taller de Martín Pannuto, hombre muy bueno, que le comprendía y
apreciaba. En cambio, uno de los empleados era un hombre muy brusco que solía
maltratar a Gerardo y más se enfurecía por la paciencia con que soportaba sus
majaderías.
Una vez aprendido su oficio a la perfección, Gerardo pidió ser admitido en el
convento de los capuchinos de Muro, donde su tío era fraile; pero fue
rechazado a causa de su juventud y de su condición delicada. Entonces entró a
trabajar como criado en la casa del obispo de Lacedogna.
Humanamente hablando, fue una mala elección, ya que el prelado era un hombre
de carácter irascible, que trató al joven con gran rudeza. A pesar de ello,
Gerardo le sirvió fielmente y sin una queja, hasta que murió el obispo en
1745.
Entonces, Gerardo volvió a Muro y abrió una sastrería por su cuenta. Vivía
con su madre y sus tres hermanas. Solía dar a su madre una tercera parte de
lo que ganaba; el otro tercio lo repartía entre los pobres y el resto lo
empleaba en pagar misas por las almas del purgatorio. Pasaba muchas horas de
la noche orando en la catedral y se disciplinaba severamente.
Cuando tenía ventitrés años, los padres de la congregación del Santísimo
Redentor, recientemente fundada, predicaron una misión en Muro. El joven les
rogó que le admitiesen como hermano lego, pero su aspecto enfermizo no le
ayudaba, y su madre y sus hermanas no tenían ningún deseo de verle partir.
Sin embargo,Gerardo insistió y, finalmente, el P. Cafaro le envió a la casa
de Deliceto, donde él era superior, con un mensaje que decía: "Os envío
a este hermanito inútil". Pero, cuando el P. Cafaro volvió a su casa,
cayó inmediatamente en la cuenta de su error y le concedió el hábito. Los
hermanos de Gerardo, al verle trabajar con gran ardor, puntualidad y humildad
en la sacristía y en el huerto, solían decir: "O es un loco o es un
santo". El fundador de la congregación, San Alfonso de Ligorio,
comprendió que era un santo y le acortó el periodo de noviciado. El hermano
Gerardo hizo la profesión en
Durante los tres años que vivió después de hacer la profesión, el santo
trabajó como sastre y enfermero de la comunidad; solía también pedir limosna
de puerta en puerta, y los padres gustaban de llevarle consigo a sus misiones
y retiros, porque poseía el don de leer en las almas. Se cuentan más de
veinte ejemplos de casos en los que el santo convirtió a los pecadores,
poniéndoles de manifiesto su oculta maldad. Los fenómenos sobrenaturales
abundaban en la vida del hermanito. Se cuenta que en una ocasión fue
arrebatado en el aire y recorrió así más de medio kilómetro; se menciona
también el fenómeno de "bilocación" y se dice que poseía los dones
de profecía, de ciencia infusa y de dominio sobre los animales. La única voz
que conseguía arrancarle de sus éxtasis era la de la obediencia. Hallándose
en Nápoles, presenció el asesinato del arcipreste de Muro en el preciso
momento en que tenía lugar a setenta kilómetros de distancia. Por otra parte,
en más de una ocasión leyó el pensamiento de personas ausentes.
Tan profundamente supo leer el pensamiento del secretario del arzobispo de
Conza, que éste cambió de vida y se reconcilió con su esposa, de suerte que
toda Roma habló del milagro. Pero los hechos más extraordinarios en la vida
de San Gerardo están relacionados con la bilocación. Se cuenta que asistió a
un enfermo en una cabaña de Caposele y que, al mismo tiempo, estuvo charlando
con un amigo en el monasterio de la misma población. Una vez, su superior fue
a buscarle en su celda y no le encontró ahí. Entonces se dirigió a la
capilla, donde le halló en oración: "¿Dónde estabais hace un
instante?", le preguntó. "En mi celda", replicó el hermanito.
"Imposible, pues yo mismo fui dos veces a buscaros". Entonces
Gerardo se vio obligado a confesar que, como estaba en retiro, había pedido a
Dios que le hiciese invisible para que le dejasen orar en paz. El superior le
dijo: "Bien, por esta vez os perdono, pero no volváis a pedir eso a
Dios".
Sin embargo, Gerardo no fue canonizado por sus milagros, ya que éstos eran
simplemente un efecto de su santidad, y Dios podía haber dispuesto que el
santo no hiciese milagro alguno sin que ello modificase en un ápice la
bondad, caridad y devoción que alabaron en el joven Pío IX y León XIII. Uno
de los resultados más sorprendente de su fama de santidad fue el de que sus
superiores le permitieron encargarse de la dirección de varias comunidades de
religiosas, lo que no acostumbran hacer los hermanos legos. San Gerardo
hablaba en particular con cada religiosa y solía darles conferencias a través
de la reja del recibidor. Además, aconsejaba por carta a varios sacerdotes,
religiosos y superiores. Se conservan todavía algunas de sus cartas. No hay
en ellas nada de extraordinario: en una expone simplemente el deber de todo
cristiano de servir a Dios según su propia vocación; en otras, incita a la
bondad a una superiora, exhorta a la vigilancia a una novicia, tranquiliza a
un párroco y predica a todos la conformidad con la voluntad divina. En 1753,
los estudiantes de teología de Deliceto hicieron una peregrinación al
santuario de San Miguel, en Monte Gárgano. Aunque no tenía más que unas
cuantas monedas para cubrir los gastos del viaje, se sentían seguros, porque
el hermano Gerardo iba con ellos. Y, en efecto, el santo se las arregló para
que no les faltase nada en los nueve días que duró la peregrinación, que fue
una verdadera sucesión de milagros. Exactamente un año más tarde, San Gerardo
sufrió una de las pruebas más terribles de su vida. Una joven de vida
licenciosa, llamda Neria Caggiano, a quien el santo había ayudado, le acusó
de haberla solicitado. San Alfonso mandó llamar inmediatamente al hermano a
Nocera. Pensando que su voto de perfección le obligaba a no defenderse,
Gerardo guardó silencio; con eso no hizo sino meter en aprietos a su
superior, quien no podía creerle culpable. San Alfonso le prohibió durante
algunas semanas recibir comunión y hablar con los extraños. San Gerardo
respondió tranquilamente: "Dios, que está en el cielo, no dejará de
defenderme". Al cabo de unas cuantas semanas, Neria y su cómplice
confesaron que habían calumniado al hermanito. San Alfonso preguntó a su
súbdito por qué no se había defendido y éste replicó: "Padre, ¿acaso no
tenemos una regla que nos prohibe disculparnos?" (Naturalmente la regla
no estaba hecha para aplicarse a esos casos). Poco después, el santo acompañó
al P. Mangotta a Nápoles, donde el pueblo asedió, día y noche, la casa de los
redentoristas para ver al famoso taumaturgo. Finalmente, al cabo de cuatro
meses, los superiores se vieron obligados a enviar al hermano Gerardo a la
casa de Caposele, donde fue nombrado portero.
Era ese un oficio que agradaba especialmente al joven. El P. Tannoia
escribió: "En esa época, nuestra casa estuvo asediada por los mendigos.
El hermano Gerardo veía por ellos como lo hubiese hecho una madre. Tenía el
arte de contentar a todos, y la necedad y malicia de algunos de los
pedigueños jamás le hicieron perder la paciencia. "Durante el crudo
invierno de aquel año, doscientoas personas, entre hombres, mujeres y niños,
acudieron diariamente a la casa de los redentoristas, y el santo portero les
proveyó de comida, ropa y combustible, sin que nadie supiese de dónde los
sacaba.
Según el libro de Sálesman, mientras ejercía como portero, un día el padre
ecónomo lo regañó porque había repartido entre los mendigos todo lo que los
religiosos tenían para comer en la despensa. Pero al llegar el padre ecónomo
a la despensa la encontró otra vez llena.
En la primavera del año siguiente fue nuevamente a Nápoles. A su paso por
Calitri, de donde el P. Mangotta era originario, el pueblo le atribuyó varios
milagros. Cuando volvió a Caposele, los superiores le encargaron de la
supervisión de los edificios que se estaban construyendo. Cierto viernes,
cuando no había en la casa un sólo céntimo para pagar a los trabajadores, las
oraciónes del santo hermanito movieron a un bienhechor inesperado a regalar
lo suficiente para salir del apuro. San Gerardo pasó el verano pidiendo
limosna para la construcción. Pero el calor del sur de Italia acabó con su
salud y, en los meses de julio y agosto, el santo se debilitó rápidamente.
Tuvo que pasar una semana en cama en Ovieto, donde curó a otro hermano lego
que había ido a asistirle y había caído enfermo. Llegó a Caposele casi a
rastras. En septiembre, pudo abandonar el lecho unos cuentos días, pero
volvió a caer. Sus últimas semanas fueron una mezcla de sufrimientos físicos
y éxtasis, cuando sus dones de profecía y ciencia infusa alcanzaron un grado
extraordinario. Murió en la fecha y hora que había predicho, poco antes de la
media noche del 15 de octubre de 1755. Fue canonizado en 1904.
A comienzos de 1800, casi cincuenta años después de su muerte, un médico de
Grassano declaraba: "Desde hace muchos años no ejerzo la profesión de
médico. La ejerce por mí Fray Gerardo": este médico tomaba tan en serio
el patrocinio de Gerardo, proclamado beato sólo en 1893, quien en vez de
recetar medicinas prefería dejar a sus pacientes una medalla del buen
religioso. Y el biógrafo Tannoia, en
En realidad san Gerardo, que en el lecho de su muerte pudo confesar que no
sabía lo que era una tentación impura, tenía de la mujer un concepto muy elevado:
veía, efectivamente, en toda mujer una imagen de María, "alabanza
perenne de
BIBLIOGRAFÍA Butler, Vida de los Santos, Vol IV Sálesman, P. Eliécer; Vidas de Santos - # 4 Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini; Un Santo Para Cada Día
Consulta también San
Gerardo Mayela
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A ESTE SANTO LE ENCOMENDE MIS HIJOS DURANTE MIS EMBARAZOS TENGO MUCHOS PROBLEMAS DE SALUD Y UNA MALFORMACIÓN EN MI UTERO POR LO QUE LOS MEDICOS ME DIGERON QUE NUNCA IVA A TENER FAMILIA, BENDITO DIOS TENGO TRES VARONES VIVOS Y DOS HIJOS EN EL CIELO. PARA GLORIA DE DIOS Y AGRADECIMIENTO A MARIA SANTISIMA, SAN JOSE, SOR MARÍA FAUSTINA Y SAN GERARDO DOY MI TESTIMONIO. AHORA RUEGO POR LA SALUD Y CONVERCIÓN DE MI HIJO MAYOR (JOSÉ LUIS)
ResponderEliminarLOURDES RDZ. ALANIS