Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio de
hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico: Viernes XXXI
del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc
16,1-8): En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos: «Había un hombre rico
que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda;
le llamó y le dijo: ‘¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración,
porque ya no podrás seguir administrando’. Se dijo a sí mismo el administrador:
‘¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo;
mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea
removido de la administración me reciban en sus casas’.
»Y convocando uno por uno a
los deudores de su señor, dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi señor?’.
Respondió: ‘Cien medidas de aceite’. Él le dijo: ‘Toma tu recibo, siéntate en
seguida y escribe cincuenta’. Después dijo a otro: ‘Tú, ¿cuánto debes?’.
Contestó: ‘Cien cargas de trigo’. Dícele: ‘Toma tu recibo y escribe ochenta’.
»El señor alabó al
administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este
mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz».
Mons. Salvador CRISTAU i Coll
Obispo Auxiliar de Terrassa
(Barcelona, España)
«Los hijos de este mundo son más astutos (...) que los hijos de la luz»
Hoy, el Evangelio nos
presenta una cuestión sorprendente a primera vista. En efecto, dice el texto de
san Lucas: «El señor alabó al administrador injusto porque había obrado
astutamente» (Lc 16,8).
Evidentemente, no se nos
propone aquí que seamos injustos en nuestras relaciones, y menos aún con el
Señor. No se trata, por tanto, de una alabanza a la estafa que comete el
administrador. Lo que Jesús manifiesta con su ejemplo es una queja por la
habilidad en solucionar los asuntos de este mundo y la falta de verdadero
ingenio por parte de los hijos de la luz en la construcción del Reino de Dios:
«Los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos
de la luz» (Lc 16,8).
Todo ello nos muestra —¡una
vez más!— que el corazón del hombre continúa teniendo los mismos límites y
pobrezas de siempre. En la actualidad hablamos de tráfico de influencias, de
corrupción, de enriquecimientos indebidos, de falsificación de documentos...
Más o menos como en la época de Jesús.
Pero la cuestión que todo
esto nos plantea es doble: ¿Acaso pensamos que podemos engañar a Dios con
nuestras apariencias, con nuestra mediocridad como cristianos? Y, al hablar de
astucia, tendríamos también que hablar de interés. ¿Estamos interesados
realmente en el Reino de Dios y su justicia? ¿Es frecuente la mediocridad en
nuestra respuesta como hijos de la luz? Jesús dijo también que allí donde esté
nuestro tesoro estará nuestro corazón (cf. Mt 6,21). ¿Cuál es nuestro tesoro en
la vida? Debemos examinar nuestros anhelos para conocer dónde está nuestro
tesoro... Nos dice san Agustín: «Tu anhelo continuo es tu voz continua. Si dejas
de amar callará tu voz, callará tu deseo».
Quizás hoy, ante el Señor,
tendremos que plantearnos cuál ha de ser nuestra astucia como hijos de la luz,
es decir nuestra sinceridad en las relaciones con Dios y con nuestros hermanos.
«En verdad, la vida es siempre una opción: entre honradez e injusticia, entre
fidelidad e infidelidad, entre bien y mal (…). En definitiva —dice Jesús— hay
que decidirse» (Benedicto XVI).
Todo ello nos muestra —¡una vez más!— que el corazón del hombre continúa teniendo los mismos límites y pobrezas de siempre. En la actualidad hablamos de tráfico de influencias, de corrupción, de enriquecimientos indebidos, de falsificación de documentos... Más o menos como en la época de Jesús.
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