Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
¿Y después de la muerte, qué? (Meditación para hoy)
Si hoy te llamasen para marcharte...qué?
Míralo aquí y no juegues con fuego.
Despierta y no seas tonto
05-11-2015
¿Y
después de la muerte, qué?
Reflexiones
dolor y la muerte
Con
lo que yo hago ahora, decido lo que va a ser mi existencia en la eternidad.
Decido mi infierno o mi cielo.
Por:
P. Fernando Pascual LC
| Fuente: Catholic.net
Pasamos
ya la conmemoración de los Fieles Difuntos, rezamos por ellos, por nosotros,
pero nos queda siempre presente la misma pregunta:
¿Y
después de la muerte, qué?
Las
respuestas pueden ser muchas. Si las intentamos reducir a lo esencial, nos
encontramos con tres respuestas fundamentales.
La
primera: después de la muerte no hay nada. Tú, yo, todos, nos vamos a
desintegrar, desaparecemos. Nuestras partículas, olvidadas de lo que fueron,
irán a parar a mil lugares distintos. Algunos serán recordados, pero la fama de
los grandes hombres no les permite disfrutar un minuto de alegría después de
atravesar la frontera del “no retorno”. Tampoco habrá justicia: el criminal, el
ladrón, el traidor, se habrán ido, quizá sin haber sido castigados por la
justicia humana. Una vez muertos, nadie podrá pedirles cuentas de sus
fechorías...
La
segunda: después de la muerte empieza una nueva vida terrena, o incluso sigue
una serie de vidas (dos, tres, cinco, ¿mil?). Es decir, quizá nos reencarnemos.
Nuestra alma volará y tomará otro cuerpo, tendrá una nueva existencia. Quizá
seremos una mariposa, o un cangrejo, o un perro que persigue conejos en
praderas interminables. Se inicia así una “segunda oportunidad”. Y esto nos
llena de un cierto alivio: si lo hicimos todo mal en la vida anterior, quizá en
la nueva podremos portarnos bien y merecer, en la siguiente reencarnación, un
cuerpo un poco mejor del que nos haya tocado ahora.
La
teoría de la reencarnación presenta muchas variantes según la respuesta que se
dé a estas preguntas. ¿Cada uno escoge su nuevo tipo de vida? ¿Cuántas veces
uno se puede reencarnar? ¿Y después? ¿Hay algún Dios que juzga y que decide el
cuerpo que nos va a tocar? Lo extraño es que ninguno (al menos, de los que yo
conozco) recuerda que tuvo una vida anterior a la que ahora tiene. Ni hemos
visto a un perro o a un gato contarnos lo que hicieron cuando estaban al lado
de Napoleón en la batalla de Waterloo... Pero la idea de una segunda
oportunidad nos tienta de un modo extraño, y, tal vez, nos hace valorar poco la
existencia que ahora tenemos. Y eso puede ser muy peligroso.
La
tercera respuesta: después de la muerte, hay un juicio, y unos van al cielo y
otros van al infierno. Sin más: no existe una “segunda oportunidad” en una
eventual futura reencarnación... Cristianos, musulmanes y bastantes autores del
judaísmo aceptan esta respuesta, si bien difieren en lo que sea el cielo o el
infierno, o en el modo en el cual procederá el juicio.
Desde
este último punto de vista, la vida actual, esta única vida antes del juicio,
adquiere un valor enorme. Lo que yo hago ahora no se perderá en el universo
(como se piensa en la primera respuesta), ni tendré una nueva ocasión de actuar
mejor gracias a una reencarnación (segunda respuesta). Ahora determino y decido
lo que va a ser, eternamente, mi existencia en la otra vida. Decido mi cielo o
mi infierno.
Delante
de la frontera de la muerte, la ciencia se detiene. Nos dice cuándo uno ya dejó
de vivir la existencia que tuvo entre nosotros. Nos explica la descomposición
del cuerpo, la destrucción total del cerebro, pero no lo que pasa al espíritu.
Lo que hay al otro lado escapa al microscopio más perfecto. El mundo del
espíritu es invisible, y la ciencia, menos mal, no puede tocarlo. Lo triste es
vivir con un corazón eterno como si fuésemos un pedazo de materia orgánica
obtenida por la casualidad evolutiva, sin esperanza ni amor.
Nos
entusiasma poder amar y vivir en esta tierra. Nos llena de alegría acariciar a
un niño o contemplar una estrella. Nos conmueve la ternura de un anciano y la
mirada serena y tranquila de algunos “locos” que nos penetran con sus ojos
entre compasivos y alegres. Pero, lo creemos de verdad, no somos capaces de intuir
lo que nos espera más allá de la muerte.
Esta
vida vale tanto que Dios quiso vivirla con nosotros. Cristo, el Hijo de Dios,
dejó abierto el camino hacia el cielo. Nos reveló que hay un juicio, que el
amor es todo, que el peligro del infierno acecha tras la muerte. Vale mucho
nuestra vida, valen mucho nuestros actos. Pero no estamos solos. Desde una Cruz
Jesús, el Resucitado, nos acompaña en nuestros dolores y fatigas. Y nos espera,
para siempre, en la casa del Padre.
Preguntas
o comentarios al autor P. Fernando
Pascual LC
Pásalo, compártelo
¿Y después de la muerte, qué? (Meditación para hoy)
ResponderEliminarSi hoy te llamasen para marcharte...qué?
Míralo aquí y no juegues con fuego.
Despierta y no seas tonto