Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico: Lunes IV de Cuaresma
Santoral 7 de Marzo: Santas Perpetua y Felicidad, mártires
«Señor, baja antes que se muera mi hijo».
Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive».
Texto del Evangelio (Jn 4,43-54): En aquel tiempo,
Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta
no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le
hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en
Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió,
pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.
Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm.
Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y
le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús
le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis». Le dice el funcionario:
«Señor, baja antes que se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo
vive».
Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en
camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que
su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor.
Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó
que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y
toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió
de Judea a Galilea.
«Jesús partió de
Samaría para Galilea»
Rev. D. Ramon Octavi SÁNCHEZ i Valero
(Viladecans,
Barcelona, España)
Hoy volvemos a encontrar a Jesús en Caná de Galilea, donde había
realizado el conocido milagro de la conversión del agua en vino. Ahora, en esta
ocasión, hace un nuevo milagro: la curación del hijo de un funcionario real.
Aunque el primero fue espectacular, éste es —sin duda— más valioso, porque no es
algo material lo que se soluciona con el milagro, sino que se trata de la vida
de una persona.
Lo que llama la atención de este nuevo milagro es que Jesús
actúa a distancia, no acude a Cafarnaúm para curar directamente al enfermo,
sino que sin moverse de Caná hace posible el restablecimiento: «Le dice el
funcionario: ‘Señor, baja antes que se muera mi hijo’. Jesús le dice: ‘Vete,
que tu hijo vive’» (Jn 4,49.50).
Esto nos recuerda a todos nosotros que podemos hacer mucho bien
a distancia, es decir, sin tener que hacernos presentes en el lugar donde se
nos solicita nuestra generosidad. Así, por ejemplo, ayudamos al Tercer Mundo
colaborando económicamente con nuestros misioneros o con entidades católicas
que están allí trabajando. Ayudamos a los pobres de barrios marginales de las
grandes ciudades con nuestras aportaciones a instituciones como Cáritas, sin
que debamos pisar sus calles. O, incluso, podemos dar una alegría a mucha gente
que está muy distante de nosotros con una llamada de teléfono, una carta o un
correo electrónico.
Muchas veces nos excusamos de hacer el bien porque no tenemos
posibilidades de hacernos físicamente presentes en los lugares en los que hay
necesidades urgentes. Jesús no se excusó porque no estaba en Cafarnaúm, sino
que obró el milagro.
La distancia no es ningún problema a la hora de ser generoso,
porque la generosidad sale del corazón y traspasa todas las fronteras. Como
diría san Agustín: «Quien tiene caridad en su corazón, siempre encuentra alguna
cosa para dar».
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