Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio
de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico: Sábado II
de Pascua
Texto del Evangelio (Jn
6,16-21): Al atardecer, los discípulos de Jesús bajaron a la orilla del mar, y
subiendo a una barca, se dirigían al otro lado del mar, a Cafarnaúm. Había ya
oscurecido, y Jesús todavía no había venido donde ellos; soplaba un fuerte
viento y el mar comenzó a encresparse. Cuando habían remado unos veinticinco o
treinta estadios, ven a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la
barca, y tuvieron miedo. Pero Él les dijo: «Soy yo. No temáis». Quisieron
recogerle en la barca, pero en seguida la barca tocó tierra en el lugar a donde
se dirigían.
«Soy yo. No temáis»
Rev. D. Vicenç GUINOT i
Gómez
(Sitges, Barcelona,
España)
Hoy, Jesús nos
desconcierta. Estábamos acostumbrados a un Redentor que, presto para atender
todo tipo de indigencia humana, no dudaba en recorrer a su poder divino. De
hecho, la acción transcurre justo después de la multiplicación de los panes y
peces a favor de la multitud hambrienta. Ahora, en cambio, nos desconcierta un
milagro —el hecho de andar sobre las aguas— que parece, a primera vista, una
acción de cara a la galería. ¡Pero no!, Jesús ya había descartado el uso de su
poder divino para buscar el lucimiento o el provecho personal cuando al inicio
de su misión rechazó las tentaciones del Maligno.
Al andar sobre las aguas,
Jesucristo está mostrando su señorío sobre las cosas creadas. Pero también
podemos ver una escenificación de su dominio sobre el Maligno, representado por
un mar embravecido en la oscuridad.
«No temáis» (Jn 6,20),
les decía Jesús en aquella ocasión. «Confiad, yo he vencido al mundo» (Jn
16,33), les dirá después en el Cenáculo. Finalmente, es Jesús quien dice a las
mujeres en la mañana de Pascua, después de levantarse del sepulcro: «No tengáis
miedo». Nosotros, por el testimonio de los Apóstoles, sabemos de su victoria
sobre los enemigos del hombre, el pecado y la muerte. Por esto, hoy, sus
palabras resuenan en nuestro corazón con una fuerza especial, porque son las
palabras de Alguien que está vivo.
Las mismas palabras que
Jesús dirigía a Pedro y a los Apóstoles las repetía San Juan Pablo II, sucesor
de Pedro, al inicio de su pontificado: «No tengáis miedo». Era una llamada a
abrir el corazón, la propia existencia al Redentor para que con Él no temamos
ante los embates de los enemigos de Cristo.
Ante la personal
fragilidad para llevar a buen puerto las misiones que el Señor nos pide (una
vocación, un proyecto apostólico, un servicio...), nos consuela saber que María
también —criatura como nosotros— oyó las mismas palabras de parte del ángel
antes de afrontar la misión que el Señor le tenía encomendada. Aprendamos de
ella a acoger la invitación de Jesús cada día, en cada circunstancia.
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