Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar
el Evangelio de hoy
Evangelio
de hoy
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Día
litúrgico: Viernes II de Pascua
Texto del Evangelio (Jn 6,1-15): En aquel tiempo, se fue Jesús a la
otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía
porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y
se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la
fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia Él mucha
gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?». Se
lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». Le dice
uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho
que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente». Había en el lugar
mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil.
Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los
que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se
saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se
pierda». Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los
cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la
señal que había realizado, decía: «Éste es verdaderamente el profeta que iba a
venir al mundo». Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la
fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo.
Comentario
Rev. D. Llucià POU i
Sabater
(Granada, España)
«Se lo decía para
probarle,
porque Él sabía lo
que iba a hacer»
Hoy leemos el Evangelio de la multiplicación de los panes: «Tomó
entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que
estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron» (Jn 6,11). El
agobio de los Apóstoles ante tanta gente hambrienta nos hace pensar en una
multitud actual, no hambrienta, sino peor aún: alejada de Dios, con una
“anorexia espiritual”, que impide participar de la Pascua y conocer a Jesús.
No
sabemos cómo llegar a tanta gente... Aletea en la lectura de hoy un mensaje de
esperanza: no importa la falta de medios, sino los recursos sobrenaturales; no
seamos “realistas”, sino “confiados” en Dios. Así, cuando Jesús pregunta a
Felipe dónde podían comprar pan para todos, en realidad «se lo decía para
probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer» (Jn 6,5-6). El Señor espera que
confiemos en Él.
Al contemplar esos “signos de los tiempos”, no queremos
pasividad (pereza, languidez por falta de lucha...), sino esperanza: el Señor,
para hacer el milagro, quiere la dedicación de los Apóstoles y la generosidad
del joven que entrega unos panes y peces. Jesús aumenta nuestra fe, obediencia
y audacia, aunque no veamos enseguida el fruto del trabajo, como el campesino
no ve despuntar el tallo después de la siembra.
«Fe, pues, sin permitir que nos
domine el desaliento; sin pararnos en cálculos meramente humanos. Para superar
los obstáculos, hay que empezar trabajando, metiéndonos de lleno en la tarea,
de manera que el mismo esfuerzo nos lleve a abrir nuevas veredas» (San
Josemaría), que aparecerán de modo insospechado.
No esperemos el momento ideal para poner lo que esté de nuestra
parte: ¡cuanto antes!, pues Jesús nos espera para hacer el milagro. «Las
dificultades que presenta el panorama mundial en este comienzo del nuevo
milenio nos inducen a pensar que sólo una intervención de lo alto puede hacer
esperar un futuro menos oscuro», escribió San Juan Pablo II.
Acompañemos, pues,
con el Rosario a la Virgen, pues su intercesión se ha hecho notar en tantos
momentos delicados por los que ha surcado la historia de la Humanidad.
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