Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Primeras Comuniones
Como estamos en el tiempo, de Las Primeras Comuniones
me parece de perlas este artículo del P. Javier Leoz
aparecido en la HOJA PARROQUIAL
de la Diócesis de Tui-Vigo
LA JOYA…Y LA EUCARISTÍA
Javier Leoz
(Primeras Comuniones)
Cierto
día llegó un explorador a un gran pueblo con una idea en su cabeza: descubrir
una joya valiosísima que existía entre los riscos de una lejana montaña.
Pronto,
al enterarse el alcalde de la noticia, quiso poner a su disposición todos los
medios y personas que existían en aquella localidad.
Pero,
el explorador, antes de iniciar su aventura hacia la búsqueda de la joya sólo
puso una condición: que tendría que ser un niño.
“!Cómo
que un niño! Exclamó el alcalde.
”¡No!
Yo pondré a su disposición la mejor caballería, las más sofisticada
herramientas y las más resistentes vestimentas para la travesía”.
Nuevamente,
el explorador, insistió:
“Para
dar con ese tesoro sólo necesito un niño. De lo contrario ni yo emprenderé el
camino hacia ninguna parte y, vosotros, no podréis contemplar la alhaja”.
Días
después, el explorador cabalgando sobre un elegante caballo y el niño sobre una
imponente mula, iniciaron la marcha.
Pasaron
muchas semanas, muchos días y muchos meses hasta que, por fin, alcanzaron los
riscos de las montañas donde –el expedicionario- sabía que se encontraba la
riqueza escondida entre sus rocas.
Pero,
para acceder hasta la joya, existía un agujero tan reducido que, sólo un niño,
podía acceder hasta ella.
El
explorador tomando al niño en sus brazos con cariño le susurró al oído: “Ha
llegado la hora. Mira, sólo tú puedes entrar ahí dentro. No te asustes. Avanza
y cuando veas algo brillar tómalo con tus manos y, despacio regresa, aquí
afuera yo te espero”.
Pasaron algunas horas cuando el arqueólogo
(que aguardaba con paciencia y seguridad del éxito de la aventura) vio y
escuchó cómo se movían unas zarzas y, cómo el niño, aparecía con algo
refulgente entre sus diminutas manos y escondido debajo de un pañuelo.
Descendiendo
hasta el pueblo, que se encontraba reunido en la Plaza Principal, el rastreador
tomó al niño en sus brazos y subiéndolo al escenario de la banda de música les
dijo.
“Mirad: por eso quería un niño. Sólo ellos,
por sus manos pequeñas y sus cuerpos infantes, son capaces de alcanzar lo que
nosotros –soberbios, gigantes y con manos grandes que estropean todo lo que
tocamos- somos incapaces de conquistar”.
Una joya de incalculable valor,
Y abriendo el pañuelo vieron como una joya de
incalculable valor, jamás vista, desprendía un destello que –al contacto con el
aire- escribía la palabra: ¡AMOR!
Dicen las crónicas que nunca un pueblo fue tan
feliz y que, todos, aprendieron a no olvidar que –el ser pequeños- posibilita
el conseguir las cosas más esenciales de la vida.
MORALEJA:
Algo
así ocurre con la Primera Comunión. Los más mayores adornamos o disfrazamos con
grandeza lo que, sólo los pequeños, pueden vivir, tocar y alcanzar con algo tan
sencillo como el asombro, un corazón abierto, la limpieza de sus miradas y la
pequeñez que todo lo acoge.
El explorador es Cristo, la Iglesia, el sacerdote,
el catequista y tantas personas que intentan, no con los medios que el mundo
propone sino con los que el Evangelio insinúa, tocar y descubrir algo tan
grande como el tesoro de la EUCARISTÍA.
Javier
Leoz
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