Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio de
hoy
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Evangelio de hoy
Día litúrgico: Viernes
XXVIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc
12,1-7): En aquel tiempo, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta
pisarse unos a otros, Jesús se puso a decir primeramente a sus discípulos:
«Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay
encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse.
Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que
hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los
terrados. Os digo a vosotros, amigos míos: no temáis a los que matan el cuerpo,
y después de esto no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed
a aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os
repito: temed a ése. ¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni
uno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza
están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos».
«No temáis;
valéis más que muchos pajarillos»
Fr. Salomon BADATANA
(Wau, Sudán del Sur)
Hoy contemplamos a Nuestro Señor Jesucristo
dirigiéndose a las gentes después de haberse confrontado con las autoridades
religiosas judías, es decir, los fariseos y los escribas. El Evangelio nos
cuenta que el gentío era tan grande que se pisaban unos a otros. Ahí queda
claro que estaban hambrientos de la Palabra de Jesús, el cual hablaba con tan
extraordinaria autoridad a sus líderes religiosos.
Pero san Lucas nos informa que antes de nada,
Jesús empezó hablando a sus discípulos diciendo: «Guardaos de la levadura de
los fariseos, que es la hipocresía» (Lc 12,1). Nuestro Señor desea conducirnos
a la práctica de la sinceridad y transparencia, superando la hipocresía con que
se manejaban los fariseos y escribas. Puesto que ellos mostraban una actitud
externa no conforme con su camino interior de vida: ellos pretendían ser lo que
no eran.
Es contra esto sobre lo que Jesucristo nos quiere
prevenir en el Evangelio de hoy cuando dice: «Nada hay encubierto que no haya
de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse» (Lc 12,2). Sí, todo va a
ser revelado. Por este motivo nosotros debemos luchar por ajustar nuestra vida
según lo que profesamos y proclamamos. Obviamente, esto no es fácil. Pero no
debemos temer, pues nuestro Dios está atento. Tal como dijo san Juan Pablo II,
«el amor de Dios no impone cargas que nosotros no podamos llevar (…). Porque
para todo lo que Él nos pida, Él nos proveerá de la ayuda necesaria». Nada
ocurre sin que Él lo conozca. ¡Incluso nuestros cabellos están contados! Sí,
nosotros tenemos un precio ante Dios. No tengamos miedo, pues su amor no tiene
límites.
Señor, concédenos la sabiduría para llevar bien
nuestra vida hacia las exigencias de nuestra fe, incluso en medio de las
dificultades de este mundo. Amén.
«Guardaos de
la levadura de los fariseos,
que es la
hipocresía»
P.
Raimondo M. SORGIA Mannai OP
(San Domenico di Fiesole,
Florencia, Italia)
Hoy, el Señor nos invita a reflexionar sobre un
tipo de mala levadura que no fermenta el pan, sino solamente lo engrandece en
apariencia, dejándolo crudo e incapaz de nutrir: «Guardaos de la levadura de
los fariseos» (Lc 12,1). Se llama hipocresía y es solamente apariencia de bien,
máscara hecha con trapos multicolores y llamativos, pero que esconden vicios y
deformidades morales, infecciones del espíritu y microbios que ensucian el
pensamiento y, en consecuencia, la propia existencia.
Por eso, Jesús advierte de tener cuidado con esos
usurpadores que, al predicar con los malos ejemplos y con el brillo de palabras
mentirosas, intentan sembrar alrededor la infección. Recuerdo que un periodista
—brillante por su estilo y profesor de filosofía— quiso afrontar el tema de la
postura de la Iglesia católica frente a la cuestión del pretendido “matrimonio”
entre homosexuales. Y con paso alegre y una sarta de sofismas grandes como
elefantes, intentó contradecir las sanas razones que el Magisterio expuso en
uno de sus recientes documentos. He aquí un fariseo de nuestros días que,
después de haberse declarado bautizado y creyente, se aleja con desenvoltura
del pensamiento de la Iglesia y del espíritu del Cristo, pretendiendo pasar por
maestro, acompañante y guía de los fieles.
Pasando a otro tema, el Maestro recomienda
distinguir entre temor y temor: «No temáis a los que matan el cuerpo, y después
de esto no pueden hacer más» (Lc 12,4), que serían los perseguidores de la idea
cristiana, que matan a decenas a los fieles en tiempo de “caza al hombre” o de
vez en cuando a testigos singulares de Jesucristo.
Miedo absolutamente diverso y motivado es el de
poder perder el cuerpo y el alma, y esto está en las manos del Juez divino; no
que el alma muera (sería una suerte para el pecador), sino que guste una
amargura que se la puede llamar “mortal” en el sentido de absoluta e
interminable. «Si eliges vivir bien aquí, no serás enviado a las penas eternas.
Dado que aquí no puedes elegir el no morir, mientras vives elige el no morir
eternamente» (San Agustín).
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