Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico: Domingo XXXIV del tiempo ordinario: Jesucristo,
Rey del Universo (C)
Texto del Evangelio (Lc 23,35-43): En aquel tiempo, los magistrados
hacían muecas a Jesús diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo si él
es el Cristo de Dios, el Elegido». También los soldados se burlaban de Él y,
acercándose, le ofrecían vinagre y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos,
¡sálvate!». Había encima de él una inscripción: «Éste es el Rey de los judíos».
Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el
Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero el otro le respondió diciendo:
«¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón,
porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha
hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Jesús le
dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».
Comentario del
Rev. D. Joan GUITERAS i Vilanova
(Barcelona, España)
«Éste es el Rey de los judíos»
Hoy, el Evangelio nos hace elevar los ojos hacia la cruz donde
Cristo agoniza en el Calvario. Ahí vemos al Buen Pastor que da la vida por las
ovejas. Y, encima de todo hay un letrero en el que se lee: «Éste es el Rey de
los judíos» (Lc 23,38). Este que sufre horrorosamente y que está tan
desfigurado en su rostro, ¿es el Rey? ¿Es posible? Lo comprende perfectamente
el buen ladrón, uno de los dos ajusticiados a un lado y otro de Jesús. Le dice
con fe suplicante: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino» (Lc
23,42). La respuesta de Jesús es consoladora y cierta: «Yo te aseguro: hoy
estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43).
Sí, confesemos que Jesús es Rey. “Rey” con mayúscula. Nadie
estará nunca a la altura de su realeza. El Reino de Jesús no es de este mundo.
Es un Reino en el que se entra por la conversión cristiana. Un Reino de verdad
y de vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y de paz.
Un Reino que sale de la Sangre y el agua que brotaron del costado de
Jesucristo.
El Reino de Dios fue un tema primordial en la predicación del
Señor. No cesaba de invitar a todos a entrar en él. Un día, en el Sermón de la
montaña, proclamó bienaventurados a los pobres en el espíritu, porque ellos son
los que poseerán el Reino.
Orígenes, comentando la sentencia de Jesús «El Reino de Dios ya
está entre vosotros» (Lc 17,21), explica que quien suplica que el Reino de Dios
venga, lo pide rectamente de aquel Reino de Dios que tiene dentro de él, para
que nazca, fructifique y madure. Añade que «el Reino de Dios que hay dentro de
nosotros, si avanzamos continuamente, llegará a su plenitud cuando se haya
cumplido aquello que dice el Apóstol: que Cristo, una vez sometidos quienes le
son enemigos, pondrá el Reino en manos de Dios el Padre, y así Dios será todo
en todos». El escritor exhorta a que digamos siempre «Sea santificado tu
nombre, venga a nosotros tu Reino».
Vivamos ya ahora el Reino con la santidad, y demos testimonio de
él con la caridad que autentifica a la fe y a la esperanza.
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