Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico: Jueves XXXIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 19,41-44): En aquel tiempo, Jesús, al
acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también
tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus
ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de
empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán
contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti
piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».
Comentario por el
Rev. D. Blas RUIZ i
López
(Ascó, Tarragona,
España)
«¡Si (...) tú conocieras en este día el mensaje
de paz!»
Hoy, la imagen que nos presenta el Evangelio es la de un Jesús
que «lloró» (Lc 19,41) por la suerte de la ciudad escogida, que no ha
reconocido la presencia de su Salvador. Conociendo las noticias que se han dado
en los últimos tiempos, nos resultaría fácil aplicar esta lamentación a la
ciudad que es —a la vez— santa y fuente de divisiones.
Pero mirando más allá, podemos identificar esta Jerusalén con el
pueblo escogido, que es la Iglesia, y —por extensión— con el mundo en el que ésta
ha de llevar a término su misión. Si así lo hacemos, nos encontraremos con una
comunidad que, aunque ha alcanzado cimas altísimas en el campo de la tecnología
y de la ciencia, gime y llora, porque vive rodeada por el egoísmo de sus
miembros, porque ha levantado a su alrededor los muros de la violencia y del
desorden moral, porque lanza por los suelos a sus hijos, arrastrándolos con las
cadenas de un individualismo deshumanizante. En definitiva, lo que nos
encontraremos es un pueblo que no ha sabido reconocer el Dios que la visitaba
(cf. Lc 19,44).
Sin embargo, nosotros los cristianos, no podemos quedarnos en la
pura lamentación, no hemos de ser profetas de desventuras, sino hombres de
esperanza. Conocemos el final de la historia, sabemos que Cristo ha hecho caer
los muros y ha roto las cadenas: las lágrimas que derrama en este Evangelio
prefiguran la sangre con la cual nos ha salvado.
De hecho, Jesús está presente en su Iglesia, especialmente a
través de aquellos más necesitados. Hemos de advertir esta presencia para
entender la ternura que Cristo tiene por nosotros: es tan excelso su amor, nos
dice san Ambrosio, que Él se ha hecho pequeño y humilde para que lleguemos a
ser grandes; Él se ha dejado atar entre pañales como un niño para que nosotros
seamos liberados de los lazos del pecado; Él se ha dejado clavar en la cruz
para que nosotros seamos contados entre las estrellas del cielo... Por eso,
hemos de dar gracias a Dios, y descubrir presente en medio de nosotros a aquel
que nos visita y nos redime.
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