Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
EL JOVEN RICO, QUE SE MARCHÓ TRISTE
¿ALGO ETERNO?
Por Javier Leoz
1.- Qué gran frase la del Papa
Francisco en la misa de apertura del Sínodo de la Familia en Roma el pasado
Domingo: “La verdad no cambia según la moda”.
Y una verdad, fundamental en
nuestra vida cristiana, por la que nos movemos, creemos, existimos y seguimos a
Jesús es que CREEMOS EN LA VIDA ETERNA.
¿Cambia en algo el hecho de que,
el entorno o las ideologías dominantes, pretendan hacernos creer sólo que vemos
en detrimento de lo que no alcanzan nuestros ojos? En absoluto. Caerán muchos
discursos ideológicos, se sucederán una generación tras otra e incluso,
aquellos que piensan que “lo eterno” es un imposible caerán en el olvido.
Mientras tanto una multitud de ciudadanos del mañana, como el joven rico, se
seguirán preguntando: ¿Qué tengo que hacer para alcanzar la Vida Eterna?
Encontrarse con Jesús conlleva
algunas interpelaciones que afectan al “yo espiritual”. Y una de esas preguntas
es precisamente “la eternidad”.
Sin ella ¿tiene sentido trabajar
por los demás? Sin ese horizonte de futuro ¿para qué molestarse en desprenderse
de lo que uno considera suyo en beneficio de otros? Siempre, por supuesto,
quedará el simple humanismo. Aquel que, por horas y cuando nos apetece, nos
empuja al bien pero que no es una constante como lo es o debiera de ser en la
vida de un cristiano. Nuestro motor es Cristo pero, el final del viaje, es la
Ciudad Eterna. ¿Crees en la eternidad? ¿Sueñas con ella? ¿Haces algo por
ganártela aún a sabiendas que es don de Dios?
2. A punto de finalizar el Año
Jubilar Teresiano, con motivo del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa
de Jesús, nos admira su despego. Vivió como si nada tuviera, y cuanto tuvo, lo
brindó al servicio de la causa de Jesús. Como diría ella “todo paréceme poco
para mi Amado”.
El joven rico, por lo menos,
tenía curiosidad y preocupación en el cómo alcanzar el cielo. Hoy, jóvenes y no
tan jóvenes (ricos a raudales, con fondos de inversión y bien protegidos por el
bienestar material) no se plantean demasiado el qué hacer o del qué deshacerse
para heredar la vida eterna. En todo caso ¡Qué hacer para llevar una vida
padre! Y, cuanto mejor, mejor.
El afán de tener, la seducción
que produce el dinero nos ha aislado de tal manera de la ganancia de Dios que,
sinceramente, preferimos ofrecer al Señor –como mucho- un poco de nuestro
tiempo o, de vez en cuando y en según qué campañas cuando la iglesia llama, un
puñado de monedas. Pero ¿Existe interés por la vida eterna? ¿Qué aspiraciones
presentamos los cristianos de hoy? ¿Seríamos capaces de preguntarnos, con la
radicalidad de Santa Teresa de Jesús? “¿Qué mandáis hacer de mí? “.
3.- Para alcanzar el Reino de
Dios, no pensemos que funciona nuestra matemática y nuestro sistema de “oferta
y demanda”. Los valores del Reino no se compran a golpe de talón bancario. La
posibilidad de disfrutar la eternidad, viene determinada por el buen uso que
demos a nuestra riqueza; por el hacer partícipes de lo poco o mucho que
tengamos, a los más pobres; por no llevar “doble contabilidad” entre lo que
realizamos ante Dios y lo que escondemos ante los hermanos.
¿SOY YO EL JOVEN RICO?
Mírame, Señor, y dime si es cierto:
¿Cumplo contigo, pero me reservo parte de mi gran capital?
¿Vivo en tu amor, pero tengo otros cariños
que tienen ruido material?
¿Pregunto por Ti, pero a continuación, miro en otra dirección?
Mírame, Señor, y dime si es cierto:
¿Te miro, y por momentos, siento que algo no funciona en mí?
¿Tengo más de lo que necesito?
¿Añoro más de lo que tengo?
¿Vivo demasiado pendiente de lo que nunca podré obtener?
Acaso, Señor ¿no es eso riqueza también?
Mírame, Señor, y dime si es cierto:
¿Soy rico o pobre?
¿Tengo interés por el cielo o simple curiosidad?
¿Te pregunto por saber o,
tal vez por quedarme tranquilo?
¿Me acerco por quererte o, porque he oído algo de Ti?
Mírame, Señor, y muéstrame la exigencia de la fe
El ser libre para caminar junto a Ti
Y, sobre todo, Señor,
ayúdame a descubrir “esa cosa” que me falta
para que pueda entrar por esa puerta estrecha
que conduce a ese lugar de inmenso espacio
de alegría y de eternidad.
¿Lo harás, Señor?
Y, si por lo que sea, Señor, tu respuesta
no me gusta o me sorprende,
no dejes que me pierda en la riqueza que,
cuando muera, será pobreza
incapaz de ganar tan divina riqueza.
Amén.
Javier Leoz
Es probable que ese día se perdió un apóstol.
Perdió la oportunidad de oro.
Le llamaba el Señor a seguirlo y se
marchó triste,
porque estaba apegado a sus dineros!!!
Franja
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