Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar
el Evangelio de hoy
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Evangelio
de hoy
Día
litúrgico: Martes XXX del tiempo Ordinario
Texto del Evangelio (Lc 13,18-21): En aquel tiempo,
Jesús decía: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es
semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y
creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo
también: «¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que
tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».
Comentario:
+ Rev. D.
Francisco Lucas MATEO Seco
(Pamplona,
Navarra, España)
«¿A qué es semejante el Reino de Dios?»
Hoy, los textos de la liturgia,
mediante dos parábolas, ponen ante nuestros ojos una de las características
propias del Reino de Dios: es algo que crece lentamente —como un grano de
mostaza— pero que llega a hacerse grande hasta el punto de ofrecer cobijo a las
aves del cielo. Así lo manifestaba Tertuliano: «¡Somos de ayer y lo llenamos
todo!». Con esta parábola, Nuestro Señor exhorta a la paciencia, a la fortaleza
y a la esperanza. Estas virtudes son particularmente necesarias a quienes se
dedican a la propagación del Reino de Dios. Es necesario saber esperar a que la
semilla sembrada, con la gracia de Dios y con la cooperación humana, vaya
creciendo, ahondando sus raíces en la buena tierra y elevándose poco a poco
hasta convertirse en árbol. Hace falta, en primer lugar, tener fe en la
virtualidad —fecundidad— contenida en la semilla del Reino de Dios. Esa semilla
es la Palabra; es también la Eucaristía, que se siembra en nosotros mediante la
comunión. Nuestro Señor Jesucristo se comparó a sí mismo con el «grano de trigo
[que cuando] cae en tierra y muere (...) da mucho fruto» (Jn 12,24).
El Reino de Dios, prosigue
Nuestro Señor, es semejante «a la levadura que tomó una mujer y la metió en
tres medidas de harina, hasta que fermentó todo» (Lc 13,21). También aquí se
habla de la capacidad que tiene la levadura de hacer fermentar toda la masa.
Así sucede con “el resto de Israel” de que se habla en el Antiguo Testamento:
el “resto” habrá de salvar y fermentar a todo el pueblo. Siguiendo con la
parábola, sólo es necesario que el fermento esté dentro de la masa, que llegue
al pueblo, que sea como la sal capaz de preservar de la corrupción y de dar
buen sabor a todo el alimento (cf. Mt 5,13). También es necesario dar tiempo
para que la levadura realice su labor.
Parábolas que animan a la
paciencia y la segura esperanza; parábolas que se refieren al Reino de Dios y a
la Iglesia, y que se aplican también al crecimiento de este mismo Reino en cada
uno de nosotros.
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SANTO DEL DÍA DE HOY.
MARTES, 27
Santa Sabina, mártir
Santa Sabina fue una mártir del siglo III. Se supone que fue convertida al cristianismo por su sirvienta Serafia, de origen sirio. Durante la persecución del Emperador Adriano, Serapia sufrió el martirio por su Fe. Se cree que Santa Sabina fue asesinada cerca de un mes más tarde. Fue denunciada como cristiana al prefecto Helpidius. “Cristo es mi Dios, sólo a él sirvo y adoro” respondió cuando fue interrogada.
Esta valiente confesión de fe, obtuvo para ella la palma del martirio. La decapitaron y confiscaron sus bienes. La enterraron en Roma, en la tumba que ella misma había hecho hacer para enterrar a su querida sirvienta Serafia.
En 425 fue edificada una iglesia en el Monte Aventino, lugar en donde habían sido martirizadas las dos santas mujeres. En el siglo XIII, el Papa Honorio III entregó la iglesia de Santa Sabina a la Orden de Santo Domingo y todavía hoy allí son venerados los cuerpos de las dos santas mártires que se encuentran debajo del altar mayor. En estos tiempos en que nuestra Fe es ridiculizada e ignorada, tomemos ejemplo de tantos mártires que, como Sabina, entregaron sus vidas sufriendo terribles tormentos por defender y sustentar su condición de cristianos.
ORACIÓN
Señor Dios, que has enriquecido con abundantes dones celestiales a santa Sabina, virgen, concédenos que, imitando sus virtudes en la tierra, podamos gozar con ella de la felicidad eterna en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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