Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Parábola
El espantapájaros
Autor:
En un lejano pueblo vivía un labrador muy
avaro y era tanta su avaricia que cuando un pájaro comía un grano de trigo
encontrado en el suelo, se ponía furioso y pasaba los días vigilando que nadie
tocara su huerto.
Un día tuvo una idea:
- Ya sé, construiré un espantapájaros, de este
modo, alejaré a los animales de mi huerto.
Cogió tres cañas y con ellas hizo los brazos y
las piernas, luego con paja dio forma al cuerpo, una calabaza le sirvió de
cabeza, dos granos de maíz de ojos, por nariz puso una zanahoria y la boca fue
una hilera de granos de trigo.
Una vez el espantapájaros estuvo terminado, le
colocó unas ropas rotas y feas y de un golpe seco lo hincó en la tierra. Pero
se percató de que le faltaba un corazón y cogió el mejor fruto del peral, lo
metió entre la paja y se fue a su casa.
Allí quedó el espantapájaros moviéndose al
ritmo del viento. Más tarde un gorrión voló despacio sobre el huerto buscando
donde poder encontrar trigo. El espantapájaros, al verle, quiso ahuyentarle
dando gritos, pero el pájaro se posó en un árbol y dijo:
- Déjame coger trigo para mis hijos.
- No puedo -contestó el espantapájaros, pero
tanto le dolía ver al pobre gorrión pidiendo comida que le dijo:
- Puedes coger mis dientes que son granos
de trigo.
El gorrión los cogió y de alegría besó su
frente de calabaza. El espantapájaros quedó sin boca pero muy satisfecho por su
acción.
Una mañana un conejo entró en el huerto.
Cuando se dirigía hacia las zanahorias, el muñeco le vio y quiso darle miedo,
pero el conejo le miró y le dijo:
- Quiero una zanahoria, tengo hambre.
Tanto le dolía al espantapájaros ver un conejo
hambriento que le ofreció su nariz de zanahoria.
Una vez el conejo se hubo marchado, quiso cantar de alegría; pero no
tenía boca, ni nariz para oler el perfume de las flores del campo, sin embargo,
estaba contento.
Un día apareció un gallo cantando junto a él.
- Voy a decir a mi mujer, la gallina, que no
ponga más huevos para el dueño de esta huerta, es un avaro que casi no nos da
comida -dijo el gallo.
- Esto no está bien, yo te daré comida, pero
tú no digas nada a tu mujer.
Coge mis ojos que son granos de maíz.
- Bien -contestó el gallo-, y se fue
agradecido.
Poco más tarde alguien se acercó a él y
dijo:
- Espantapájaros, el labrador me ha echado de
su casa y tengo frío, ¿puedes ayudarme?
- ¿Quien eres? -preguntó el espantapájaros que no podía verle, pues ya
no tenía ojos.
- Soy un vagabundo.
- Coge mi vestido, es lo único que puedo
ofrecerte.
- ¡Oh, gracias, espantapájaros!
Más tarde notó que alguien lloraba junto
a él. Era un niño que buscaba comida para su madre y el dueño de la huerta no
quiso darle.
- Pobre -dijo el espantapájaros-, te doy mi
cabeza que es una hermosa calabaza...
Cuando el labrador fue al huerto y vio al
espantapájaros en aquel estado, se enfadó mucho y le prendió fuego. Sus amigos,
al ver cómo ardía, se acercaron y amenazaron al labrador, pero en aquel momento
cayó al suelo algo que pertenecía a aquél monigote: su corazón de pera.
Entonces el hombre riéndose, se lo comió diciendo:
- ¿Decís que todo os lo ha dado? Pues esto me
lo como yo.
Pero sólo al morderla notó un cambio en él y
les dijo: - Desde ahora os acogeré siempre
Mientras, el espantapájaros se había
convertido en cenizas y el humo llegaba hasta el sol transformándose en el más
brillante de sus rayos.
Si os ha gustado...la pasáis. Franja
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