domingo, 14 de julio de 2013

PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO

Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
En viñetas para colorear. 
PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO 1
Jesús respondió: un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Cayó entre ladrones que le robaron todo lo que llevaba, lo hirieron gravemente  y se fueron dejándolo medio muerto. Un sacerdote  bajaba por aquel camino; al verlo, dio un rodeo y paso de largo. (Lc 10, 30-31).

Viñetas para colorear. 

PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO 2

).Igualmente un levita, que pasaba por allí, al verlo, dio un rodeo y paso de largo. Pero llegó un samaritano, que iba de viaje, y al verlo, se compadeció de él. Se le acercó (Lc 10, 32- 34



Viñetas para colorear. 

PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO 3
Le vendó las heridas. Lo montó en su cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente sacó dinero y se lo dio al posadero diciendo:  "Cuida de él y lo que gastes de más  yo te lo pagaré a la vuelta". (Lc 10, 34-35).

Viñetas para colorear. 



Parábola del Buen Samaritano
para mayores:

Publicado por Higinia el septiembre 24, 2010 a las 11:29amVer blog
Lucas 10, 25-37 

Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba:

-«Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia vida eterna?»

Él le dijo:
- «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?»

Respondió: 
-«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con
todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo».

Le Dijo entonces: 
-«Bien has respondido. Haz eso y vivirás».

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: 
-«Y ¿quién es mi prójimo?»

Jesús respondió:
- «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto.
Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo.
De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo.
Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una
posada y cuidó de él.
Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva."
¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?»
Él dijo: 
-«El que practicó la misericordia con él». 
Jesús le dijo:
-«Vete y haz tú lo mismo».

Reflexión:

El evangelio de hoy nos plantea la pregunta que busca todo hombre en
su vida. ¿Qué se debe hacer para ganar la vida eterna? Al igual que hace XX siglos hoy continuamos preguntándonos lo mismo. Con esto, nos percatamos que no todo termina en esta vida. Esperamos y sobre todo buscamos aquella vida que nos hará eternos. ¿Cuántas películas y cuántos libros se han escrito sobre personajes que quisieran vivir para siempre? Porque en esta vida nos podremos esforzar por superar cualquier dificultad pero a la muerte, ¿quién sino Cristo la puede vencer?

Si a algo temen los hombres en esta vida es precisamente a la muerte.
No resistimos a morir y a que otros seres queridos mueran.

Y es que la muerte es como un coche con velocidades en donde una vez
que avanzamos ya no podemos volver a la vida. Imposible volver a vivir a no ser que venga la resurrección de los muertos. Hoy Cristo nos muestra un camino que puede vencer a la muerte y que nos hará ganar
la vida eterna: el amor. Imposible que el hombre pueda vivir sin amor. Estamos hechos para amar y el día que no amemos entonces ese día comenzaremos a morir. No permitamos que nuestro amor se convierta en un amor seco a nosotros mismos. Amemos a nuestro prójimo como Cristo nos amó, hasta el punto de dar su propia vida. Con este ejemplo de Jesús, ¿nosotros seremos capaces de pensar bien de los demás y de hacerlos felices con palabras y comentarios positivos?

(www.es.catholic.net)

Reflexión
Edith Zirer es una mujer judía que vive en las afueras de Jaifa. Cuenta cómo fue liberada del campo de concentración de Auschwitz cuando tenía 13 años de edad. Había pasado allí tres. "Era una gélida mañana de invierno de 1945, dos días después de la liberación -nos narra-. Llegué a una pequeña estación ferroviaria entre Czestochowa y Cracovia. Me eché en un rincón de una gran sala donde había docenas de prófugos, todavía con el traje a rayas de los campos de exterminio. Él me vio. Vino con una gran taza de té, la primera bebida caliente que probaba en varias semanas. Después me trajo un bocadillo de queso, hecho con un pan negro, exquisito. Yo no quería comer. Estaba demasiado cansada. Me obligó. Luego me dijo que tenía que caminar para poder subir al tren. Lo intenté, pero me caí al suelo. Entonces me tomó en sus brazos y me llevó durante mucho tiempo, kilómetros, a cuestas, mientras caía la nieve. Recuerdo su chaqueta de color marrón y su voz tranquila que me contaba la muerte de sus padres, de su hermano, y me decía que también él sufría, pero que era necesario no dejarse vencer por el dolor y combatir para vivir con esperanza. Su nombre se me quedó grabado para siempre en mi memoria: Karol Wojtyla. Quisiera hoy darle un "gracias" desde lo más profundo de mi corazón.

Hasta aquí este bellísimo y conmovedor testimonio de la vida real, contado por la misma protagonista. Tal vez también a ti te hubiese encantado haber conocido a este joven polaco que después fue nuestro querido Papa Juan Pablo II, como bien sabes. Toda su vida, desde que era seminarista, y luego sacerdote, obispo y Papa, fue una constante donación a los demás. A esta luz entendemos mejor su gran humanidad y delicadeza en el trato con todas las personas y su especial ternura para con los débiles y los enfermos. Él conoció muy de cerca el sufrimiento humano, lo vivió y experimentó en carne propia, y desde joven aprendió a compadecer al hermano doliente, sin importarle edad, raza, sexo, cultura o religión. ¡Esto es ser un buen samaritano! Ya lo veremos como santo, cuando el Papa Francisco lo canonice pronto.

En el Evangelio de hoy nos narra Jesús la bella parábola del buen samaritano. Un letrado se le acerca al Señor y le pregunta qué tiene que hacer para heredar la vida eterna. Y nuestro Señor no duda ni un segundo: cumple el primer mandamiento de la Ley. O sea, "ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo". Pero el letrado insiste y trata de justificarse. Entonces brota de los labios y del corazón de Jesús esta parábola tan humana y tan llena de misericordia.

Pero hay un dato muy interesante que conviene notar: el letrado le pregunta a Jesús quién es su prójimo. Y nuestro Señor, al concluir su narración, le pregunta al letrado: "¿Cuál de éstos tres se portó como prójimo?". Jesús da la vuelta a la tortilla y le cambia la pregunta: no basta con saber quién es nuestro prójimo, sino que tenemos que comportarnos como auténticos prójimos de los demás. "Prójimo" no es, pues, un concepto; ni es sólo el que está a nuestro lado. Para Jesús y para el cristiano adquiere una connotación moral profundamente antropológica -y, por tanto, de un fuerte carácter espiritual-: "prójimo" son todos los seres humanos, sin distinción alguna, y merecen todo nuestro respeto, nuestra consideración y lo más profundo de nuestro amor. Exactamente como hace el Papa. Lo contrario al egoísmo, a los intereses personales o a la satisfacción de las propias pasiones desordenadas.

O como la Madre Teresa de Calcuta. Y como hicieron tantos santos y fieles hijos de la Iglesia. Teresa de Calcuta solía repetir con frecuencia: "Nunca dejemos que alguien se acerque a nosotros y no se vaya mejor y más feliz. Lo más importante no es lo que damos, sino el AMOR que ponemos al dar. Halla tu tiempo para practicar la caridad. Es la llave del Paraíso".
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