Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
El Santísimo y Dulce nombre de Jesús
El nombre de Jesús es un nombre
inventado en el Cielo
Devoción e indulgencia plenaria al
pronunciar el Dulce Nombre de Jesús en la hora de la muerte
El nombre de Jesús --dice Baur-- es un
nombre inventado en el Cielo y traído de allí por el Ángel Gabriel, para
comunicárselo a la Virgen en el instante de la Anunciación: Darás a luz un Hijo
y le pondrás por nombre Jesús. Ahora bien, los nombres impuestos por el Cielo
siempre significan un don gratuito otorgado por Dios. Siendo en Cristo este don
de la gracia. La salvación de los hombres, con toda propiedad se le impuso el
nombre de Jesús, que quiere decir Salvador." (Santo Tomás de Aquino).
Y, ciertamente, "ningún otro
nombre nos ha sido dado bajo el cielo por el cual podamos salvarnos"
(Epist.). La devoción al nombre de Jesús es una preciosa herencia que recibimos
de Nuestro Padre Santo Domingo de Guzmán. El Beato Jordán de Sajonia, el Beato
Enrique Susón, Santa Catalina de Siena y el Beato Juan de Vicenza, fueron
apasionados devotos de este Santo Nombre.
La Iglesia, pero especialmente algunos
de los primeros Padres que crearon su doctrina, insistió en la veneración al
"dulcísimo" o "sacrosanto" nombre de Jesús. De hecho,
aunque el día 1 de enero se celebraba ya esa fiesta, La Iglesia ha dispuesto se
celebre esta fiesta al día siguiente de la octava de la Epifanía, a fin de
honrar por modo especial el nombre de Jesús, que es:
Nombre verdaderamente divino, que sólo
Dios pudo imponer al Salvador del mundo. Nombre venerable, que hace doblar la
rodilla a todas las grandezas de la tierra. Nombre sacrosanto, que pone en fuga
a los espíritus diabólicos. Nombre omnipotente, en cuya virtud se han obrado
los mayores milagros. Nombre salutífero, de quien reciben en cierto modo toda
su eficacia los Sacramentos de la Nueva Ley. Nombre propicio, pues todo lo
puede con Dios, y por respeto al nombre Jesús oye benigno nuestras oraciones.
Nombre glorioso, extendido por el celo de los apóstoles a todos los gentiles y
a todos !os reyes de la tierra. Nombre augusto, por cuya confesión los santos
mártires se gloriaron en sufrir cruelísimos tormentos. Nombre, en fin,
incomparable, pues no hay otro debajo, del Cielo en cuya virtud podamos ser
salvos. Alabémosle, pues, y bendigámosle en todo tiempo.
San Bernardo, San Juan Crisóstomo, San
Gregorio Niceno, Orígenes o San Agustín son algunos de los escritores sagrados
que insisten en la importancia del nombre: "Quid est Jesus, nisi
Salvator?", dice San Agustín, y San Bernardo lo llama "óleo
saludable" que sana cuando la devoción lo aplica, denominándolo también
alimento, fuente, medicina y luz, según recuerda Santiago de Vorágine en su
Leyenda Dorada.
Gregorio X, en 1274, confió a la Orden
de Predicadores, en la persona del Maestro General, Beato Juan de Vercelli,
"la predicación de la devoción que derrama dulzura sobre los
corazones." Se erigieron Cofradías en las iglesias de la Orden, y tan
florecientes, que alguna de las actuales, como en los EE. UU. pasa de tres
millones y medio el numero de hombres asociados. El fin de la Cofradía es
propagar la devoción y culto del Nombre de Jesús contra la blasfemia y
profanación de los días festivos. (Tomado del Misal de la Orden de Predicadores,
editado en Valencia en 1958.)
BREVE CRONOLOGÍA DE LA HISTORIA
DE LA
DEVOCIÓN AL DULCE NOMBRE DE JESÚS
Durante el Concilio de Lyon, año 1274,
el Papa Gregorio X dictó una Bula encaminada a desagraviar los insultos que se
manifestaban contra el Nombre de Jesús. Las órdenes de los Dominicos y los
Franciscanos fueron las encargadas de custodiar y extender dicha devoción por
toda Europa. Así, Gregorio X escribió una carta a Juan de Vercelli, el entonces
Superior General de los Dominicos, donde declaraba, "Nos, hemos prescrito
a los fieles… reverenciar de una manera particular ese Nombre que está por
encima de todos los nombres…".
Este acto resultó en la fundación de la
Sociedad del Santo Nombre. Se decía que el Nombre de Jesús estaba en la boca de
San Francisco "como la miel en el panal" y San Francisco mismo
escribió, "ningún hombre es digno de decir Tu Nombre". Luego, San
Bernardo escribió sermones enteros sobre el Nombre de Jesús y dijo: "Jesús
es miel en la boca, melodía en el oído, un canto de delicia en el
corazón". San Buenaventura exclama, "Oh, alma, si escribes, lees,
enseñas, o haces cualquier otra cosa, que nada tenga sabor alguno para ti, que
nada te agrade excepto el Nombre de Jesús".
Con el nombre “Sociedad del Santo
Nombre de Dios” es fundada en 1430, por Fray Diego de Vitoria en el Convento de
San Pablo de la ciudad de Burgos la primera Cofradía del Dulce Nombre de Jesús
de España mediante la Bula "Salvatoris et Nómini Nostri Iesu
Christi".
INDULGENCIA PLENARIA AL PRONUNCIAR
EL
DULCE NOMBRE DE JESÚS
Es Tradición Católica que en la hora de
la muerte, pronunciar con los labios o el corazón el Dulcísimo Nombre de
Nuestro Salvador, nos puede alcanzar la muy necesaria Indulgencia Plenaria;
para ello, debemos cumplir las siguientes disposiciones:
- Primero, las mismas condiciones
requeridas para ganar cualquier indulgencia: es decir, la persona debe estar en
estado de gracia cuando se gane la indulgencia y debe tener la intención de
ganar la indulgencia.
- Segundo, debe resignarse
completamente a la voluntad de Dios al estar muriendo.
- Tercero, debe pronunciar el Santo
Nombre de Jesús con sus labios, si es posible, y si no fuere capaz de hablar,
al menos debe invocar el Santo Nombre de Jesús en su corazón.
Subráyese especialmente esta última
condición de pronunciar el Santísimo Nombre de Jesús. La Congregación de
Indulgencias la pidió el 22 de septiembre de 1892 para ganar la indulgencia
plenaria in articulo mortis. Es algo que fácilmente se pasa por alto, y por
ello, le damos especial atención.
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