Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
No me mueve, mi
Dios, para quererte
el cielo que me
tienes prometido,
ni me mueve el
infierno tan temido
para dejar por
eso de ofenderte.
Tú me mueves,
Señor; muéveme el verte
clavado en la
Cruz y escarnecido.
Muéveme ver tu
cuerpo tan herido
muévenme tus
afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin,
tu amor, de tal manera,
que aunque no
hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no
hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que
dar porque te quiera;
pues aunque lo
que espero no esperara,
lo mismo que te
quiero te quisiera.
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