Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Santos del 15 al 21 de
Abril de 2019
Semana Santa
LUNES, 15
Santa María Magdalena
La unción de
Betania y el derroche del amor
(Jn 12,1-8)
En los Evangelios se habla de María Magdalena, la pecadora (Luc
7, 37-50); María Magdalena, una de las mujeres que seguían al Señor (Jn 20,
10-18) y María de Betania, la hermana de Lázaro (Lc 10, 38-42). La liturgia
romana identifica a las tres mujeres con el nombre de María Magdalena, como lo
hace la antigua tradición occidental desde la época de San Gregorio Magno.
El nombre de María Magdalena se deriva de Magdala, una población
situada sobre la orilla occidental del mar de Galilea, cerca de Tiberíades, en
la que el Señor encontró por primera vez a aquella mujer. San Lucas hace notar
que era una pecadora (aunque no afirma que haya sido una prostituta, como se
supone comúnmente). Cristo cenaba en casa de un fariseo donde la pecadora se
presentó y al momento se arrojó al suelo frente al Señor, se echó a llorar y le
enjugó los pies con sus cabellos. Después le ungió el perfume que llevaba en un
vaso de alabastro. El fariseo interpretó el silencio de Cristo como una especie
de aprobación del pecado y murmuró en su corazón. Jesús le recriminó por sus
pensamientos. Le preguntó en forma de parábola cuál de dos deudores debe mayor
agradecimiento a su acreedor: aquél a quién se perdona una deuda mayor, o al
que se perdona una suma menor. En el capítulo siguiente, San Lucas, habla de
los viajes de Cristo por Galilea, dice que le acompañaban los apóstoles y que
le servían varias mujeres.
Entre ellas figuraba María Magdalena, de la que había arrojado
"siete demonios". También se recuerda a María Magdalena por otros
episodios. En la hora más oscura de la vida de Cristo, María Magdalena
contemplaba la cruz a cierta distancia. Acompañada por "la otra
María", descubrió que alguien había apartado la pesada piedra del sepulcro
del Señor. Fue ella la primera persona que vio, saludó y reconoció a Cristo
resucitado. María Magdalena, la contemplativa, fue el primer testigo de la
resurrección del Señor, sin la cual vana es nuestra esperanza. El Hijo de Dios
quiso manifestar la gloria de su resurrección a aquella mujer manchada por el
pecado y santificada por la penitencia. La tradición oriental afirma que
después de Pentecostés, fue a vivir a Efeso con la Virgen María y San Juan y
que murió ahí. Pero, según la tradición francesa adoptada por el Martirologio
Romano y muy difundida en occidente, María Magdalena fue con Lázaro y Marta a
evangelizar la Provenza y pasó los treinta años de su vida en los Alpes
Marítimos, en la caverna de la Sainte Baume. Poco antes de su muerte fue
trasladada milagrosamente a la capilla de San Maximino, donde recibió los
últimos sacramentos y fue enterrada por el santo.
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, Cristo, tu unigénito, confió, antes que a nadie, a
María Magdalena la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual;
concédenos a nosotros, por la intercesión y el ejemplo de aquella cuya fiesta
celebramos, anunciar siempre a Cristo resucitado y verle un día glorioso en el
reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
MARTES, 16
La traición
de Judas Iscariote
Qué doloroso debe haber sido ese Martes Santo para hacer que
Jesús pronunciara un último lamento sobre la ciudad de Jerusalén (Juan 12:3740). Aún antes de Su crucifixión,
el corazón de Jesús sería traspasado por la falta de fe de Israel. Su
incapacidad para reconocer Su deidad dejó al pueblo desprevenido. El luto de la
nación de Israel sería grande (Zacarías 12:1011). Pronto el Templo sería
destruido y Jerusalén con él.
Cuando Jesús salía del Templo Sus discípulos le hicieron dos
preguntas críticas: "¿Cuándo sucederán estas cosas? [la destrucción del
Templo], y ¿qué señal habrá de tu venida y del fin del siglo?" Esto dio
lugar al discurso profético del Monte de Los Olivos de Jesús, encontrado en
Mateo 24-25. Él no sólo contestó sus preguntas, sino que presentó lecciones
prácticas para los que vivirán en aquel tiempo, exhortándolos a ser fieles, a
estar vigilantes, y preparados. Estas lecciones son relevantes para todos los
creyentesen cualquier siglo.
El Martes Santo continúa con las celebraciones de
la Semana Santa cristiana, que conforme va acercándose
los días de los principales cultos (Jueves y Viernes Santo) siguen su reflexión acerca de
diversos pasajes de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús
de Nazaret.
Son días propicios para la reflexión profunda en los que la Iglesia nos invita
como en una “última llamada” a acercarnos al sacramento de la confesión con el
fin de estar preparados para vivir la Vigilia Pascual y el gran acontecimiento
de la Pascua. El cristiano debe estar en gracia de Dios para participar con
toda la Iglesia del gran banquete de la Eucaristía en la Misa
ORACION
Señor Dios nuestro: Tu Hijo, Jesucristo,
tuvo que sufrir la humillación de ser negado y traicionado por aquellos
a quienes llamaba sus amigos. Pero convirtió su pasión y su muerte en
instrumentos de amor y reconciliación. Haznos como él, “personas-para-los-demás”, que aceptemos
dificultades, incluso incomprensiones y
traiciones de nuestros mejores amigos, y que las transformemos en fuentes de vida y
alegría para todos los que nos rodean. Guárdanos siempre fieles a ti y los unos
a los otros. por medio de Jesucristo nuestro Señor.
MIÉRCOLES, 17
El día de la traición
El miércoles marca el fin de la Cuaresma y el inicio de la
Pascua católica. En el recuento de los acontecimientos, según el Evangelio de
San Mateo, después del Domingo de Ramos, el Sanedrín (aquel consejo de sabios
de la fe judía, con autoridad en temas religiosos y civiles) se reunió para
detener y matar a Jesús, incluso antes de la festividad de Pascua.
El miércoles antes de su muerte, Jesús estaba en Betania, en
casa de Simón El Leproso. Mientras estaban sentados en la mesa de la cena, una
mujer llamada María ungió la cabeza y los pies de Jesús con aceite costoso y
los discípulos se indignaron. Varios preguntaron por qué el aceite no se vendía
en lugar de usarlo esa noche y el dinero dado a los pobres.
El Evangelio de San Juan dice que Judas Iscariote quería
mantener el dinero para sí mismo porque “en realidad no le importaban los
pobres” y era quien manejaba la bolsa común del grupo. Luego Judas fue al
Sanedrín reunido y ofreció entregarles a Jesús a cambio de dinero. A partir de
este momento, Judas Iscariote buscaba una
ORACIÓN
Dios misericordioso, ilumina el corazón de tus fieles purificado por la
penitencia cuaresmal, y ya que has puesto en nosotros el deseo de servirte,
escucha paternalmente nuestras súplicas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los
siglos de los siglos.
Día, 18 -
JUEVES SANTO
La última cena
Como Jueves Santo se conoce la festividad cristiana que celebra
la última cena de Jesús de Nazaret con sus discípulos, la institución de la
eucaristía y del orden sacerdotal, así como el lavatorio de pies.
Como tal, toda la cristiandad, tanto la Iglesia católica como
las otras iglesias cristianas, conmemora el Jueves Santo
El Jueves Santo tiene lugar durante la Semana Santa, el jueves
anterior al Domingo de Pascua o de Resurrección.
Con el Jueves Santo acaba la Cuaresma y se inicia el Triduo
Pascual, es decir, el periodo en que se recuerda la pasión, muerte y
resurrección de Jesús, que se extiende del Jueves Santo al Sábado Santo.
Dos eventos de singular importancia tienen lugar este día según
la Biblia: la última cena, donde se instituye la eucaristía y el sacerdocio, y
el lavatorio de pies.
Este día, pues, se suele conmemorar la institución de la
eucaristía mediante la celebración de los Santos Oficios, y se recuerda la
agonía y oración de Jesús en Getsemaní, en el jardín de los olivos, la traición
de Judas y el arresto de Jesús.
Lavatorio de pies
Como lavatorio de pies del Jueves Santo se denomina el evento en
el cual Jesús, como un acto de humildad, lava los pies a sus discípulos, con la
finalidad de dar un ejemplo de amor y servicio a los semejantes. De allí se
desprende el mandamiento que Jesús hizo a sus discípulos: que debían amarse y
servirse unos a otros.
La Oración de Jesús en el “Huerto de los Olivos”
Después de la Última Cena, Jesús tiene una inmensa necesidad de
orar. Su alma está triste hasta la muerte. En el Huerto de los Olivos cae
abatido: se postró rostro en tierra (Mateo 26, 39), precisa San Mateo.
"Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no sea yo como
quiero, sino como quieres Tú". En Jesús se unen a la tristeza, un tedio y
una angustia mortales.
Buscó apoyarse en la compañía de sus amigos íntimos y los
encontró durmiendo; pero, entre tanto, uno no dormía; el traidor conjuraba con
sus enemigos. Él, que es la misma inocencia, carga con los pecados de todos y
cada uno de los hombres, y se ofreció, con cuánto amor, como Víctima para pagar
personalmente todas nuestras deudas... y de cuántos solo recibe olvido y
menosprecio.
¡Cuánto hemos de agradecer al Señor su sacrificio voluntario
para librarnos del pecado y de la muerte eterna! En nuestra vida puede haber
momentos de profundo dolor, en que cueste aceptar la Voluntad de Dios, con tentaciones
de desaliento. La imagen de la Agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos nos
enseña a abrazar la Voluntad de Dios, sin poner obstáculo alguno ni
condiciones, aunque por momentos pidamos ser librados, con tal de que así
pudiésemos identificarnos con la Voluntad de Dios. Debe ser una oración
perseverante.
II. Hemos de rezar siempre, por nosotros y por la Iglesia; pero
hay momentos en que esa oración se ha de intensificar, cuando la lucha se hace
más dura; abandonarla sería como dejar abandonado a Cristo y quedar nosotros a
merced del enemigo: "solo me condeno; con Dios me salvo" decía San
Agustín.
Nuestra meditación y oración diaria, siempre a través de la
Santísima Virgen, para poner el corazón con el de Ella en Dios, siendo
verdadera oración, nos mantendrá vigilantes ante el enemigo que no duerme:
"vigilad y orad para que no caigáis en tentación..." Y nos hará
fuertes para sobrellevar y vencer tentaciones y dificultades. Si nos
descuidáramos perderíamos la alegría y nos veríamos sin fuerzas para combatir y
dar testimonio de la Verdad.
Los santos han sacado mucho provecho para su alma y para la
Iglesia de este pasaje de la vida del Señor. Santo Tomás Moro nos muestra cómo
la Agonía del Señor en Getsemaní ha fortalecido a muchos cristianos ante grandes
dificultades y tribulaciones. También él fue fortalecido con la contemplación
de estas escenas, mientras esperaba el martirio por ser fiel a la fe. Y puede
ayudarnos a nosotros a ser fuertes en las dificultades, grandes o pequeñas, de
nuestra vida ordinaria y aprovecharlas para reparar por nuestras faltas y
ofrecer por la Iglesia. El primer misterio doloroso del Santo Rosario puede ser
tema de nuestra oración cuando nos cueste descubrir la Voluntad de Dios en los
acontecimientos de nuestra vida personal y en los de la historia de la Iglesia
que quizá no entendemos. Podemos entonces rezar con frecuencia a modo de
jaculatoria:
"Quiero lo que quieres, quiero porque quieres, quiero como
lo quieres, quiero hasta que quieras (Misal Romano, Acción de gracias después
de la Misa, oración universal de Clemente XI)"
ORACIÓN
Señor Dios nuestro, nos has convocado hoy para celebrar
aquella misma memorable cena en que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte,
confió a la Iglesia el banquete de su amor, el sacrificio nuevo de la alianza
eterna, te pedimos que la celebración de estos misterios nos lleve a alcanzar
plenitud de amor y de vida. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
DIA, 19 – VIERNES SANTO
La crucifixión y muerte del Señor en la Cruz
* * * Día de ayuno y
abstinencia * * *
La tarde del Viernes Santo presenta el drama inmenso de la
muerte de Cristo en el Calvario. La cruz erguida sobre el mundo sigue en pie
como signo de salvación y de esperanza.
Con la Pasión de Jesús según el Evangelio de Juan contemplamos
el misterio del Crucificado, con el corazón del discípulo amado, de la Madre,
del soldado que le traspasó el costado.
San Juan, teólogo y cronista de la pasión nos lleva a contemplar
el misterio de la cruz de Cristo como una solemne liturgia. Todo es digno,
solemne, simbólico en su narración: cada palabra, cada gesto. La densidad de su
Evangelio se hace ahora más elocuente.
Y los títulos de Jesús componen una hermosa Cristología. Jesús
es Rey. Lo dice el título de la cruz, y el patíbulo es trono desde donde el
reina. Es sacerdote y templo a la vez, con la túnica inconsútil que los
soldados echan a suertes. Es el nuevo Adán junto a la Madre, nueva Eva, Hijo de
María y Esposo de la Iglesia. Es el sediento de Dios, el ejecutor del
testamento de la Escritura. El Dador del Espíritu. Es el Cordero inmaculado e
inmolado al que no le rompen los huesos. Es el Exaltado en la cruz que todo lo
atrae a sí, por amor, cuando los hombres vuelven hacia Él la mirada.
La Madre estaba allí, junto a la Cruz. No llegó de repente al
Gólgota, desde que el discípulo amado la recordó en Caná, sin haber seguido
paso a paso, con su corazón de Madre el camino de Jesús. Y ahora está allí como
madre y discípula que ha seguido en todo la suerte de su Hijo, signo de
contradicción como El, totalmente de su parte. Pero solemne y majestuosa como
una Madre, la madre de todos, la nueva Eva, la madre de los hijos dispersos que
ella reúne junto a la cruz de su Hijo. Maternidad del corazón, que se ensancha
con la espada de dolor que la fecunda.
La palabra de su Hijo que alarga su maternidad hasta los
confines infinitos de todos los hombres. Madre de los discípulos, de los
hermanos de su Hijo. La maternidad de María tiene el mismo alcance de la
redención de Jesús. María contempla y vive el misterio con la majestad de una
Esposa, aunque con el inmenso dolor de una Madre. Juan la glorifica con el
recuerdo de esa maternidad. Ultimo testamento de Jesús. Ultima dádiva.
Seguridad de una presencia materna en nuestra vida, en la de todos. Porque
María es fiel a la palabra: He ahí a tu hijo.
El soldado que traspasó el costado de Cristo de la parte del
corazón, no se dio cuenta que cumplía una profecía y realizaba un último,
estupendo gesto litúrgico. Del corazón de Cristo brota sangre y agua. La sangre
de la redención, el agua de la salvación. La sangre es signo de aquel amor más
grande, la vida entregada por nosotros, el agua es signo del Espíritu, la vida
misma de Jesús que ahora, como en una nueva creación derrama sobre nosotros.
ORACIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que creaste a todos los hombres
para que te busquen y, cuando te encuentren, descansen en ti, concédeles que,
en medio de sus dificultades, los signos de tu amor y el testimonio de los
creyentes les lleven al gozo de reconocerte como Dios y Padre de toso los
hombres. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen.
DÍA 20 – SÁBADO SANTO
El Sábado Santo y es un día de espera. Jesús se encuentra en el
sepulcro y es María quien acompaña a la Iglesia.
María es la madre de la paciente espera, aunque está dolida por
la muerte de su hijo. Ella fue la única
que mantuvo viva la llama de la fe cuando Cristo fue sepultado.
El Sábado Santo, muchos de los seguidores de Jesús se
desilusionaron porque creían que él iba a ser el Gran Mesías de Israel.
Ellos esperaban a un guerrero que los liberara del dominio
romano con puño de hierro y un ejército numeroso. Sin embargo, cuando vieron
que Cristo se dejó crucificar y murió, quedaron tristes y desilusionados.
“Jesús fracasó, volvamos a nuestras tareas ordinarias”, dijeron los discípulos
de Emaús. También los apóstoles estaban
con miedo, y se mantenían escondidos.
Incluso las mujeres que estuvieron al pie de la Cruz, van a
embalsamar el cuerpo del Señor porque ya lo consideran como a un muerto. Ellas
no habían creído en la resurrección de Cristo, y cuando encontraron el sepulcro
vacío se llenaron de terror. Y no entienden por qué no está el cuerpo de Jesús
y comienzan a dudar de lo que él les había dicho sobre la resurrección. Al
aparecerse el ángel, una de ellas le pregunta: ¿Adónde se han llevado al Señor?
Sólo cuando Cristo se les aparece, creen.
María, en cambio, no fue al sepulcro porque había acogido la
palabra de Dios en su corazón. Y por ser una mujer de fe profunda, había
creído. Por lo tanto, ella no estaba desilusionada, ni asustada, ni
desconfiaba. Sino que espera plenamente en la resurrección de su hijo.
Pese de haber visto todo el dolor del día anterior, su fe y su
esperanza son mucho más grandes aún. Se mantuvo firme al pie de la cruz, aunque
profundamente dolida. En esos momentos lo único que la sostuvo fue la fe. Y
también la esperanza de que se cumplirían las promesas de Dios.
ORACIÓN
►Para
el Sábado Santo ◄
Mi Señor resucitado, al comenzar
este día quiero darte gracias por tu gran misterio de amor y te suplico que me
regales un poco de la fuerza de tu Espíritu y lléname de la alegría de tu
presencia.
Quiero vivir alegre celebrando el
día de tu triunfo glorioso sobre las tinieblas. El día en que destruiste la
muerte, fueron rotas todas las ataduras y la luz emergió victoriosa entre las
penumbras
Dame la valentía y la fuerza
necesaria para aceptar tu voluntad y poder ser así un verdadero testigo de tu
amor y de tu resurrección, comunicando al mundo que la oscuridad y la muerte
han sido vencidas en Ti
Aquellas lágrimas derramadas a los
pies de tu cruz, hoy se convierten en gozo. Tu historia de salvación se hizo
eterna. Nos has abierto las puertas del Cielo con esta perfecta obra de amor de
la que me hiciste parte.
Puedo decir con entera satisfacción
que no he amado a una persona muerta, sino que sigo amando a un corazón vivo y
que sigue derramando su misericordia y perdón a todos los que quieran volver
sus rostros a Ti
Oh Señor, no permitas que la llama
de la fe y el poder de tu cruz se disminuya en mí y termine apagándose, por el
contrario, ayúdame a mantenerla viva con la esperanza puesta en tu amor
Tú eres mi refugio y consuelo, por
eso, sabiéndote vivo y presente, recurro al poder reconciliador de tu amistad
para que repongas mis fuerzas.
Ayuda ahora a mi corazón a que salga
de la oscuridad de sus vicios y resucite a una nueva vida haciéndote mi Señor,
mi Rey y mi Salvador. Amén.
DIA 21 - Domingo
de Resurrección
El sepulcro vacío
No está aquí. Ha resucitado!!!
La Resurrección es fuente de profunda alegría
Importancia de la fiesta
El Domingo de Resurrección o de
Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la
Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda nuestra religión.
Cristo triunfó sobre la muerte y con
esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una
manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa
la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la
Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.
La Resurrección de Jesús es un hecho
histórico, cuyas pruebas entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas
apariciones de Jesucristo a sus apóstoles.
Cuando celebramos la Resurrección de
Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la
derrota del pecado y de la muerte.
En la resurrección encontramos la
clave de la esperanza cristiana: si Jesús está vivo y está junto a nosotros,
¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede preocupar?
Cualquier sufrimiento adquiere
sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que, después de una
corta vida en la tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una vida nueva y
eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre.
ORACIÓN
Señor Dios nuestro: Tú has iluminado
esta noche con la luz gloriosa de Cristo. Haz que nazcamos con él a una nueva
vida, una vida de amor fiel en la nueva Alianza; y renuévanos en nuestro cuerpo
y en nuestro espíritu para que seamos
tus hijos e hijas fieles y te rindamos
incondicional servicio, junto con tu
Hijo resucitado, Jesucristo, nuestro
Señor. Amén .
Confeccionado por Franja y Allen-Perkins
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