viernes, 21 de junio de 2013

La vida en urgencias de un Hospital



Blog Católico de Javier Olivares-Baiona

 El lugar de encuentro de los católicos en la red

Esta mañana revisando el correo me encontré con el siguiente artículo, que me llamó la atención sobremanera. La razón es que, en estos últimos dos meses, voy con mucha frecuencia al hospital a visitar a un sacerdote de los que puede un decir, un hermano, por la gran relación de amistad que tenemos desde niños, cuando ya nuestras mamás eran muy amigas y vivimos juntos desde los avatares de nuestros días de Seminario.

Esta es para mi la razón de la actualidad de este artículo, que me ha hecho pensar y que estoy seguro os llamará la atención a los que sois asiduos lectores de este blog. Con mis mejores deseos en este día de S. Luis Gonzaga…Franja.

La vida en urgencias
 P. Fernando Pascual LC 
Todo pende de un hilo, todo puede cambiar en un momento. ¿Qué es lo que queda? ¿Qué es lo que vale?
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
A veces vemos el mundo desde la tranquila seguridad de una vida que avanza sobre ruedas. No hay problemas, no hay dificultades especiales. Tal vez oímos que algún familiar está enfermo, que un amigo tuvo un accidente con la moto, o que el abuelo de mi amigo acaba de fallecer. Pero la música, el ruido, las prisas, nos hacen pasar rápido delante de hospitales y de cementerios, y nos hundimos en lo cotidiano. Hay que vivir, otros se encargarán de los enfermos...


Todo se ve de otra manera si nos toca tener que esperar una o dos horas en la zona de urgencias de algún hospital de ciudad. Llegan con cierta frecuencia las ambulancias. Los enfermeros hacen bajar a un señor anciano, a una señora de media edad, a un joven que se ha caído de una escalera, a un niño que se torció la mano de un balonazo. Llega tal vez un herido de carretera, con la ropa teñida de sangre.


En los pasillos de algunos hospitales todo está a la vista: sanos y enfermos se mezclan y se entrecruzan en una confusión más o menos organizada. Una anciana tal vez grita palabras incomprensibles. Un joven murmura una y otra vez sus quejas de dolor. Una adolescente llora, en una camilla, mientras sus padres y amigos intentan consolarla.


Los médicos y las enfermeras entran y salen con prisa. Llevan una carpeta, apuntan datos, vuelven a mirar al enfermo que ya tiene una botella de suero, y murmuran a otro colega dos o tres palabras que no entendemos. Los familiares permanecen de pie, esperan alguna respuesta, no tienen claro qué está pasando. Luego, un enfermero coge una camilla con un paciente más grave y lo introduce en una zona reservada. Los de fuera no saben qué ocurre, y tienen que esperar minutos, tal vez horas, alguna noticia sobre ese familiar o amigo que quizá se encuentra a las puertas de la muerte.


Es un misterio la enfermedad y el dolor. Todo ocurre demasiado rápido. Una luz en la carretera, el freno que no responde, los cristales del parabrisas que saltan por los aires, luego ruidos, confusión, un enfermero que corta la ropa de quien se queja sin entender bien qué es lo que pasa... Otras veces basta con haber comido algo que estaba fermentado: los dolores se hacen insoportables, empiezan los primeros delirios, y sin que uno pueda dar su opinión es llevado a toda prisa a la sección de urgencias. Hay quien llega allí después de un espléndido día de excursión. Un paso en falso, una piedra suelta en el camino, y la cabeza deja fluir la sangre a toda prisa, mientras los amigos intentan detener, como pueden, la hemorragia.


La vida se ve de un modo nuevo cuando nos toca estar en urgencias. Somos grandes por nuestra capacidad de amar, por nuestros deseos de justicia y de paz, y somos pequeños, pobres, débiles, con este cuerpo frágil que mantiene equilibrios casi imposibles. Todo pende de un hilo, todo puede cambiar en un momento. ¿Qué es lo que queda? ¿Qué es lo que vale?


Son preguntas que podemos hacernos una tarde cualquiera, tal vez sin tener que ir a la zona de urgencias de un hospital. Son preguntas que nos invitan a levantar los ojos, mirar al cielo, y buscar, más allá de las estrellas o del smog que cubre nuestras ciudades, a ese Dios que nos hizo con barro frágil y con un soplo misterioso, eterno, de espíritu...
Preguntas o comentarios al autor
P. Fernando Pascual LC

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace dos semanas estuvimos con nuestra hija d 18 meses en urgencias y a las pocas horas en planta donde ha estado ingresada 7 dias y no saben que la ocurrio. Es una experiencia dura, pero te hace valorar las pequenas cosas. Son crucecillas en tu caminar, que te hacen ser mas humano. De repente sientes las oraciones de gente que conoces y no conoces...pero estan a tu lado. Y jesusito en la cunita con mi pequena.

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