Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
¿LIMOSNA CON RUIDO?
“EL RUIDO NO HACE BIEN”
“EL
RUIDO NO HACE BIEN” Por Javier Leoz
1.-
Si el domingo pasado, Jesús nos hablaba de un amor excelente y bien combinado
(Dios y hombre) hoy, el Señor, nos sugiere una forma práctica de llevarlo a
cabo: huyendo de la autocomplacencia y dando valor al cómo se da y, no tanto,
al cuánto se da. Y es que, muchas veces, damos tanto bombo y platillo al
“cuánto” que olvidamos el “cómo” lo ofrecemos.
-Hay
personas, arrogantes y vanidosas,
que presumen de realizar grandes cosas por los demás. Ese es su premio.
-Existen
otras que, lejos de preocuparse por
defender la justicia o los derechos de los más débiles, entienden la limosna
como una especie de cortina de humo. No es bueno, utilizar la riqueza, para
tranquilizar la conciencia.
-Pero,
amigos, hay otros –ojala
entre ellos estemos nosotros- que hacemos lo que podemos. Que no presumimos ni
de ser mejores, ni tampoco peores que los demás. Eso sí: creemos que Jesús se
fija en la bondad del corazón, y por ello mismo, intentamos en las pequeñas
cosas de cada día, en los más insignificantes detalles, que Dios sea creíble no
por lo que damos (aunque demos) sino por el cómo lo damos: con sencillez, sin
ostentosidad, sin vanidad y sin hacer demasiado ruido. San Vicente de Paul, de
nuevo recordamos su pensamiento, nos lo pone a tiro: “El bien no hace ruido y
el ruido no hace bien”.
2.
Miremos a Jesús en este día. ¿En dónde clavó sus ojos? ¿En quién se fijó? ¿A
quién criticó? ¿A quién ensalzó? Ni más ni menos aplaudió, no podía ser de otra
manera, a una mujer que –de lo poco—hizo un mucho: lo dio con todo su corazón.
Otros,
por el contrario, estaban tan centrados en sí mismos que, en la cantidad y en
la apariencia, pensaban que tenían asegurada su victoria sobre el corazón de
Dios.
El
evangelio de este día, es la exaltación del mínimo detalle. ¡Cuántas veces no
valoramos lo insignificante al ojo, pero muy significativo y oxigenante para el
corazón! ¡En cuántas ocasiones nos dejamos llevar por lo que deslumbra! ¡En
cuántos momentos pensamos que, si no es grande y costoso, no sirve de nada o no
tiene gran valor!
--Hoy no
podemos dejar de pasar de largo
el testimonio de aquellas personas que, todos los días, depositan su moneda en
el arca de nuestra felicidad (padres, hermanos, sacerdotes, catequistas,
hombres y mujeres de bien)
--Hoy no
podemos olvidar a los que
echan su pequeña limosna en diversos lugares de misión en nombre de Jesús de
Nazaret (los misioneros, grupos de Cáritas, voluntariados de enfermos,
acogida..)
--Hoy, como
el Señor, nos fijamos en el
testimonio de todos aquellos que –sin excesivo protagonismo- depositan su
tiempo (¿no es moneda valiosa?) para que Jesús sea conocido, amado y tenido en
cuenta.
Sí,
hermanos. El evangelio de este día, es el evangelio de los que, siendo
pequeños, y sin darse cuenta, Dios los mira con pasión y con amor. Con
reconocimiento y con agradecimiento.
3.-
Mientras tanto, otros, los que más
ruido meten en el mundo; los poderosos; los magnates; los que se permiten el
lujo de exprimir al personal (sin que estos se percaten de ello) seguirán
pensando que son dueños del universo y de lo que hay en él. Es bueno pensar
que, Dios, nos sigue mirando y animando a que –de lo poco que tenemos y somos-
hagamos una ofrenda sincera, alegre y testimonial de nuestra vida cristiana.
En
definitiva, podemos ser como la viuda (dejándonos observar y encontrar por
Dios) o como los escribas (pensando que estamos muy cerca de Él, cuando en
realidad nos encontramos a decenas de kilómetros de su pensamiento y de su
voluntad).
COMO LA VIUDA, SEÑOR
4.-
COMO LA VIUDA, SEÑOR
Daré
sin esperar nada a cambio
Ofreceré
sin arrogancia
Dejaré
sin pretensión de recompensa
COMO LA VIUDA, SEÑOR
Brindaré,
incluso con la copa que necesite
Entregaré
con sencillez
Huiré
de la cantidad y cuidaré la calidad
COMO LA VIUDA, SEÑOR
Ofreceré
con humildad y recogimiento
Procuraré
sin buscar engaños
Dejaré
de lo mío para otros
COMO LA VIUDA, SEÑOR
Prestaré
lo que otros no dan: lo imprescindible
Ofreceré
lo que otros te niegan: su ser
Dejaré
lo que otros se guardan: su corazón
COMO LA VIUDA, SEÑOR
Te
ofreceré mi vida para que, sólo Tú, la
juzgues
Te
ofreceré mis bienes, porque sé que son
tuyos
Te
ofreceré mi sustento, porque sé que Tú
lo haces posible
Ponga
mi vida en tus manos
COMO LA VIUDA, SEÑOR
Caminaré
sin arrogancia ni seguridad en mí mismo
Caminaré
sin miedo a encontrarte
Caminaré
dispuesto a facilitarte lo que más
necesites
COMO A LA VIUDA, SEÑOR
Mírame
y condúceme
Hazme
desprendido y sencillo
Dame
la valentía de darte lo que más me
cueste
Inspírame
el gesto y la palabra oportuna
Y,
si quieres, Señor, arranca de mí incluso
aquello
que,
por comodidad o egoísmo, busco y amarro
para poder vivir.
Amén.
http://www.javierleoz.org/
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