Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio
de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico: Jueves XI
del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt
6,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis
mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser
escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis
antes de pedírselo.
»Vosotros, pues,
orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro
pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros
hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas
líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os
perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a
los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».
«Si vosotros
perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro
Padre celestial»
Rev. D. Joan MARQUÉS i Suriñach
(Vilamarí, Girona,
España)
Hoy, Jesús nos propone un
ideal grande y difícil: el perdón de las ofensas. Y establece una medida muy
razonable: la nuestra: «Si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os
perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a
los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas» (Mt 6,14-15). En
otro lugar había mostrado la regla de oro de la convivencia humana: «Tratad a
los demás como queráis que ellos os traten a vosotros» (Mt 7,12).
Queremos que Dios nos
perdone y que los demás también lo hagan; pero nosotros nos resistimos a
hacerlo. Cuesta pedir perdón; pero darlo todavía cuesta más. Si fuéramos
humildes de veras, no nos sería tan difícil; pero el orgullo nos lo hace
trabajoso. Por eso podemos establecer la siguiente ecuación: a mayor humildad,
mayor facilidad; a mayor orgullo, mayor dificultad. Esto te dará una pista para
conocer tu grado de humildad.
Acabada la guerra civil
española (año 1939), unos sacerdotes excautivos celebraron una Misa de acción
de gracias en la iglesia de Els Omells. El celebrante, tras las palabras del
Padrenuestro «perdona nuestras ofensas», se quedó parado y no podía continuar.
No se veía con ánimos de perdonar a quienes les habían hecho padecer tanto allí
mismo en un campo de trabajos forzados. Pasados unos instantes, en medio de un
silencio que se podía cortar, retomó la oración: «así como nosotros perdonamos
a los que nos ofenden». Después se preguntaron cuál había sido la mejor
homilía. Todos estuvieron de acuerdo: la del silencio del celebrante cuando
rezaba el Padrenuestro. Cuesta, pero es posible con la ayuda del Señor.
Además, el perdón que
Dios nos da es total, llega hasta el olvido. Marginamos muy pronto los favores,
pero las ofensas... Si los matrimonios las supieran olvidar, se evitarían y se
podrían solucionar muchos dramas familiares.
Que la Madre de
misericordia nos ayude a comprender a los otros y a perdonarlos generosamente.
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