Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el
Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico:
Domingo XV (C) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se
levantó un maestro de la Ley, y para poner a prueba a Jesús, le preguntó:
«Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo:
«¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu
mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido.
Haz eso y vivirás».
Pero él, queriendo
justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba
un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después
de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente,
bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo,
un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano
que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose,
vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia
cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos
denarios, se los dio al posadero y dijo: ‘Cuida de él y, si gastas algo más, te
lo pagaré cuando vuelva’.
»¿Quién de estos
tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él
dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo
mismo».
Comentario del
Rev. D. Llucià POU i Sabater
(Granada, España)
«Un samaritano (...) tuvo compasión; y,
acercándose, vendó sus heridas (...) y, montándole sobre su propia
cabalgadura...»
Hoy, nos
preguntamos: «Y, ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10,29). Cuentan de unos judíos que
sentían curiosidad al ver desaparecer su rabino en la vigilia del sábado.
Sospecharon que tenía un secreto, quizá con Dios, y confiaron a uno el encargo
de seguirlo... Y así lo hizo, lleno de emoción, hasta una barriada miserable,
donde vio al rabino cuidando y barriendo la casa de una mujer: era paralítica,
y la servía y le preparaba una comida especial para la fiesta. Cuando volvió,
le preguntaron al espía: «¿Dónde ha ido?; ¿al cielo, entre las nubes y las
estrellas?». Y éste contestó: «¡No!, ha subido mucho más arriba».
Amar a los otros
con obras es lo más alto; es donde se manifiesta el amor. ¡No pasar de largo!:
«Es el propio Cristo quien alza su voz en los pobres para despertar la caridad
de sus discípulos», afirma el Concilio Vaticano II en un documento.
Hacer de buen
samaritano significa cambiar los planes («llegó junto a él»), dedicar tiempo
(«cuidó de él»)... Esto nos lleva a contemplar también la figura del posadero,
como dijo Juan Pablo II: «¡Qué habría podido hacer sin él? De hecho, el
posadero, permaneciendo en el anonimato, realizó la mayor parte de la tarea.
Todos podemos actuar como él cumpliendo las propias tareas con espíritu de
servicio. Toda ocupación ofrece la oportunidad, más o menos directa, de ayudar
a quien lo necesita (...). El cumplimiento fiel de los propios deberes
profesionales ya es practicar el amor por las personas y la sociedad».
Dejarlo todo para
acoger a quien lo necesita (el buen samaritano) y hacer bien el trabajo por
amor (el posadero), son las dos formas de amar que nos corresponden: «‘¿Quién
(...) te parece que fue prójimo?’. ‘El que practicó la misericordia con él’.
Díjole Jesús: ‘Vete y haz tú lo mismo’» (Lc 10,36-37).
Acudamos a la
Virgen María y Ella —que es modelo— nos ayude a descubrir las necesidades de
los otros, materiales y espirituales.
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