Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
Master·evangeli.net
Día litúrgico: Lunes XIV del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 9,18-26): En aquel tiempo, Jesús les
estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante Él diciendo:
«Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se
levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía
flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su
manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se
volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la
mujer desde aquel momento.
Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y
la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está
dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de
la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda
aquella comarca.
«Tu fe te ha salvado»
Rev. D. Antoni CAROL i
Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Hoy, la liturgia de la Palabra nos invita a admirar dos
magníficas manifestaciones de fe. Tan magníficas que merecieron conmover el
corazón de Jesucristo y provocar —inmediatamente— su respuesta. ¡El Señor no se
deja ganar en generosidad!
«Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y
vivirá» (Mt 9,18). Casi podríamos decir que con fe firme “obligamos” a Dios. A
Él le gusta esta especie de obligación. El otro testimonio de fe del Evangelio
de hoy también es impresionante: «Con sólo tocar su manto, me salvaré» (Mt
9,22).
Se podría afirmar que Dios, incluso, se deja “manipular” de buen
grado por nuestra buena fe. Lo que no admite es que le tentemos por
desconfianza. Éste fue el caso de Zacarías, quien pidió una prueba al arcángel
Gabriel: «Zacarías dijo al ángel: ‘¿En qué lo conoceré?’» (Lc 1,18). El
Arcángel no se arredró ni un pelo: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios
(...). Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que
sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se
cumplirán a su tiempo» (Lc 1,19-20). Y así fue.
Es Él mismo quien quiere “obligarse” y “atarse” con nuestra fe:
«Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Lc
11,9). Él es nuestro Padre y no quiere negar nada de lo que conviene a sus
hijos.
Pero es necesario manifestarle confiadamente nuestras
peticiones; la confianza y connaturalizar con Dios requieren trato: para
confiar en alguien le hemos de conocer; y para conocerle hay que tratarle. Así,
«la fe hace brotar la oración, y la oración —en cuanto brota— alcanza la
firmeza de la fe» (San Agustín). No olvidemos la alabanza que mereció Santa
María: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron
dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45).
No hay comentarios:
Publicar un comentario