Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico: Viernes XV del tiempo ordinario
Santoral 15 de Julio: San Buenaventura, obispo y doctor de la
Iglesia
Texto del Evangelio (Mt 12,1-8): En aquel tiempo, Jesús cruzaba por los sembrados un sábado. Y
sus discípulos sintieron hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerlas.
Al verlo los fariseos, le dijeron: «Mira, tus discípulos hacen lo que no es
lícito hacer en sábado». Pero Él les dijo: «¿No habéis leído lo que hizo David
cuando sintió hambre él y los que le acompañaban, cómo entró en la Casa de Dios
y comieron los panes de la Presencia, que no le era lícito comer a él, ni a sus
compañeros, sino sólo a los sacerdotes? ¿Tampoco habéis leído en la Ley que en
día de sábado los sacerdotes, en el Templo, quebrantan el sábado sin incurrir
en culpa? Pues yo os digo que hay aquí algo mayor que el Templo. Si hubieseis
comprendido lo que significa aquello de: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’,
no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor
del sábado».
«Misericordia quiero
y no sacrificio»
Rev. D. Josep RIBOT i
Margarit
(Tarragona, España)
Hoy el Señor se acerca al sembrado de tu vida, para recoger
frutos de santidad. ¿Encontrará caridad, amor a Dios y a los demás? Jesús, que
corrige la casuística meticulosa de los rabinos, que hacía insoportable la ley
del descanso sabático: ¿tendrá que recordarte que solo le interesa tu corazón,
tu capacidad de amar?
«Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado»
(Mt 12,2). Lo dijeron convencidos, eso es lo increíble. ¿Cómo prohibir hacer el
bien, siempre? Algo te recuerda que ningún motivo te excusa de ayudar a los
demás. La caridad verdadera respeta las exigencias de la justicia, evitando la
arbitrariedad o el capricho, pero impide el rigorismo, que mata al espíritu de
la ley de Dios, que es una invitación continua a amar, a darse a los demás.
«Misericordia quiero y no sacrificio» (Mt 12,7). Repítelo muchas
veces, para grabarlo en tu corazón: Dios, rico en misericordia, nos quiere
misericordiosos. «¡Qué cercano está Dios de quien confiesa su misericordia! Sí;
Dios no anda lejos de los contritos de corazón» (San Agustín). ¡Y qué lejos
estás de Dios cuando permites que tu corazón se endurezca como una piedra!
Jesucristo acusó a los fariseos de condenar a los inocentes.
Grave acusación. ¿Y tú? ¿te interesas de verdad por las cosas de los demás?
¿los juzgas con cariño, con simpatía, como quien juzga a un amigo o a un
hermano? Procura no perder el norte de tu vida.
Pídele a la Virgen que te haga misericordioso, que sepas
perdonar. Sé benévolo. Y si descubres en tu vida algún detalle que desentone de
esta disposición de fondo, ahora es un buen momento para rectificar, formulando
algún propósito eficaz.
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