sábado, 19 de julio de 2014

El silencio y su valor

Blog Católico de Javier Olivares-Baiona

El silencio.

Para aquellos que no saben aprovecharlo.

El silencio es el portero de la vida interior.
(S. Josemaría)

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

Cuentan que el abad Hiperiquio decía: “Es mejor comer carne y beber vino que, mediante la calumnia, devorar a tu hermano”.

            “Hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar” (Eclo 3,7). Claro está que dedicamos mucho tiempo a hablar y poco tiempo a escuchar, a permanecer en silencio. Es curioso observar cómo por medio de la palabra, que se nos ha dado para comunicarnos, engañamos y nos engañamos. “En ningún siglo, ha escrito Ignacio Silone, la palabra ha sido tan pervertida, como lo está ahora, alejada de su finalidad que es la comunicación entre los hombres”.

            La palabra y el silencio no son enemigos. La palabra debe nacer del silencio y éste de la palabra. Dios hace enmudecer a los charlatanes y perdidos, gente sin fe, como a Zacarías, y hace hablar a los mudos para que puedan abrirse a Dios y cantar sus maravillas.

            Hay otros medios de comunicación, además de la palabra. Uno de ellos es el silencio. El silencio no es ausencia de ruido, mutismo, no es desamor a la palabra, no es algo negativo. El silencio es la expresión de nuestro mundo interior. “Por el silencio se reconocen los que llevan a Dios en su corazón” (G. Tersteegen). Es un “gran maestro de verdad” (Psichari). “Si amas la verdad, sé amante del silencio; a semejanza del sol, él te hará luminoso ante Dios y te librará de los fantasmas de la ignorancia; el silencio te unirá al mismo Dios. Es, sin duda, valiosísimo para la persona.

            El silencio busca la soledad. “Nuestra alma tiene necesidad de soledad. En la soledad, si el alma está atenta, Dios se deja ver. La multitud es ruidosa. Para ver a Dios es necesario el silencio” (san Agustín).

El silencio es el lenguaje de Dios. Abarca a toda la persona: ojos, oídos, voz, imaginación, memoria, corazón, mente, voluntad...

            Es necesario, pues, aprender a callar, a valorar el silencio, a escuchar a Dios, a los otros y a uno mismo. Basta observar la naturaleza para darse cuenta de cómo todo se realiza en silencio: el morir del grano de trigo, el crecimiento y su madurez... El árbol produce sus flores y frutos en silencio. Quienes visitan los monasterios quedan impresionados de la densidad del silencio que reina allí...

1 comentario:

La casita de Maria Nancy dijo...

Hermosa entrada, sin silencio interior no podemos hallar la paz que nos abre al conocimiento de Dios.

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