La receta espiritual para vivir el amor hasta el extremo
está en el verbo permanecer: nosotros en Dios y Dios en nosotros
El amor verdadero no es el de las telenovelas. No está hecho
de ilusiones. El verdadero amor es concreto,
se centra en los hechos y no en las palabras; en el dar y no en la
búsqueda de beneficios. La receta espiritual para vivir el amor hasta el
extremo está en el verbo “permanecer”, un “doble permanecer: nosotros en
Dios y Dios en nosotros”.
Permanecer: nosotros en Dios y Dios en nosotros
El apóstol Juan, “nos dice muchas veces que debemos
permanecer en el Señor”. Y nos dice también que “el Señor permanece en
nosotros”. En esencia afirma “que la vida cristiana es precisamente
permanecer, este doble permanecer: nosotros en
Dios y Dios en nosotros” (cfr. 1Jn 4,11-18). Pero “no
permanecer en el espíritu del mundo, no permanecer en la superficialidad,
no permanecer en la idolatría, no permanecer en la vanidad”. No,
permanecer en el Señor. Y el Señor, corresponde a esta actitud nuestra,
y, así, “Él permanece en nosotros”. Es más, es “Él quien permanece antes
en nosotros”, que, por el contrario, “muchas veces lo sacamos fuera” y
así “no podemos permanecer en Él”.
El amor es concreto
“Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios
permanece en él”. En la práctica “este permanecer es lo mismo que
permanecer en el amor”. Y es una “cosa hermosa oír esto del amor”.
¡Atención!, porque el amor del que habla Juan no es el amor de las
telenovelas. No, es otra cosa. En efecto “el amor cristiano tiene siempre
una cualidad: lo concreto. El amor cristiano es concreto. Jesús mismo,
cuando habla del amor, nos habla de cosas concretas: dar de comer a los
hambrientos, visitar a los enfermos”. Son todas “cosas concretas” porque,
precisamente “el amor es concreto”.
Es “lo concreto de la vida cristiana”. ¡Cuando no existe lo
concreto se acaba por vivir un cristianismo de ilusiones, porque no se
comprende bien dónde está el centro del mensaje de Jesús! El amor “no
llega a ser concreto” y se convierte en “un amor de ilusiones”. Y “un
amor de ilusiones, no concreto, no nos hace bien”. “¿Pero cuándo sucede
esto?”, ¿cómo se cae en la ilusión y no en lo concreto? Caemos en la
ilusión cuando nuestro corazón se ha endurecido y es incapaz de
comprender el obrar de Dios. Y si el corazón se endurece, no podemos
amar. Y pensamos que el amor es imaginarse las cosas. No, el amor es
acción.
La fe en la “encarnación del Verbo”
Hay un criterio fundamental para vivir de verdad el amor.
“El criterio de permanecer en el Señor y el Señor en nosotros. Y el
criterio de lo concreto en la vida cristiana es lo mismo, siempre: el
Verbo vivo en la carne”. El criterio es la fe en la “encarnación del
Verbo, Dios hecho hombre”. Y “no existe un cristianismo auténtico sin
este fundamento. La clave de la vida cristiana es la fe en Jesucristo,
Verbo de Dios hecho hombre”.
2 criterios del Papa para vivir el amor:
1. El amor está más en las obras que en las palabras.
Hay una pregunta que cada uno debe hacerse a sí mismo: “Si
yo permanezco en Jesús, permanezco en el Señor, permanezco en el amor,
¿qué hago por Dios y qué hago por los demás?” Por lo tanto, “el primer
criterio es amar con las obras, no con las palabras”. Las palabras, por
lo demás, “se las lleva el viento: hoy están, mañana ya no están”.
2. En el amor es más importante dar que recibir. La persona “que ama da, da cosas, da vida, se entrega a sí
mismo a Dios y a los demás”. En cambio la persona “que no ama y que es
egoísta busca siempre recibir”. Busca siempre tener cosas, tener
ventajas. He aquí, entonces, el consejo espiritual de “permanecer con el
corazón abierto”. Se trata de “permanecer en Dios”, así “Dios permanece
en nosotros. Y así permanecemos en el amor”. Y el único “criterio para
permanecer está en nuestra fe en Jesucristo Verbo de Dios hecho carne"
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