jueves, 28 de enero de 2016

S A N T O T O M Á S D E A Q U I N O. Día 28 de enero

Blog Católico de Javier Olivares-Baiona

  Un amigo me manda estas notas de Santo Tomás


                   S A N T O   T O M Á S   D E   A Q U I N O.

     Nació en Nápoles en el año 1.225, y murió el 7 de marzo de 1.274,  a los 49 años de edad; en plena madurez y producción científica. Su fiesta se celebra el 28 de enero.

     Al morir, su cadáver exhalaba un perfume especial. A los dos años de su muerte, le regalaron la mano derecha a su hermana Teodora; y después de 42 años, la mano seguía incorrupta y des-prendiendo el mismo perfume especial y agradable.

     San Alberto Magno, estando muy lejos, al conocer la muerte de Santo Tomás; empezó a llorar desconsoladamente, diciendo: Hoy ha muerto la luz de la Iglesia y  la flor del mundo.

     Su amplio y profundo magisterio teológico y filosófico, ha recibido continuas alabanzas y recomendaciones de los Papas, como punto de referencia seguro para la enseñanza de la fe y
de la investigación teológica.

     Ingresó en la ORDEN de los DOMINICOS y destacó enseguida por sus dotes intelectuales. A los 10 años de edad,  sabía de memoria y en latín, toda la Biblia. Su inteligencia era rápida, profunda y equilibrada. Siendo un gran talento, con una memoria prodigiosa.

     Tenía 1,90 m. de estatura y era muy sensible a los cambios de temperatura.

     Le gustaba pasear con la cabeza levantada mirando hacia el cielo. Le pusieron el apodo de EL BUEY MUDO, pero su voz se oiría en el mundo entero.

     Celebraba la Santa Misa a primera hora de la mañana, y después oía una o dos Misas más, actuando de monaguillo. En el momento de la consagración, lloraba como un niño, porque veía el gran sufrimiento de Jesús y su dolorosa muerte en la Cruz, por cada uno de nosotros.

     La adoración al SANTÍSIMO SACRAMENTO, era su devoción predilecta.

   Después de La Virgen María y de San José, ha sido uno de los más grandes adoradores que hubo en toda la tierra.

     Cuando todos sus hermanos se iban para cama, él echaba horas enteras sentado en una silla, con la cabeza apoyada en el SAGRARIO.

   En una ocasión, Santo Tomás se quedó dormido con la cabeza apoyada en el SAGRARIO. El Señor lo despierta y le dice:

   Tomás, pídeme lo que quieras, que te lo concederé.

   Santo Tomás se levanta de la silla y le dice:

   SEÑOR, YO LO ÚNICO QUE QUIERO, ES ESTAR A TU  LADO.

   Se volvió a sentar y quedó nuevamente dormido al lado del Señor, con la cabeza apoyada en el Sagrario.

     Santo Tomás ha dicho:

    He aprendido más al lado del Sagrario, que en todos mis años de estudio e investigación.


     Por muy ocupado que estuviera, todos los días leía un capítulo de las Colaciones de S. Casiano.

     En unos veinte años, escribió miles de cosas; siendo uno de los autores más fecundos, por el número de obras que ha publicado; en tan poco tiempo.

     Nunca improvisaba nada, antes de escribir, pensaba y meditaba muy bien todo lo que iba a hacer.

   Después hacía una redacción, muy cultivada de lo que quería.

     El amor que le tenía a la Eucaristía era tan profundo; que le escribió al Señor cosas muy hermosas.

   A él, se debe la Exposición Solemne del Santísimo; el Pange  Lengua; el Adóro te, Devóte, etc.
 
   Así como también LA  SUMA  TEOLÓGICA, en la que trabajó durante ocho años, sin poder ter-minarla; porque el Señor le había dicho el día y la hora de su muerte y que ya había alcanzado los méritos necesarios para ir al Cielo.

   Santo Tomás le ha dicho a su secretario particular, Reginaldo:

   Dile a su Santidad el Papa, que el Señor me ha enseñado el Cielo, y es tan hermoso, que no seré capaz de explicarlo (por mucho que lo intente, nunca explicaré con claridad, las maravillas que el Señor nos tiene preparadas en el Cielo; para cada uno de nosotros).

     Santo Tomás escribió toda su gran obra, de rodillas.

    Primero se ponía en la presencia del Señor, y después le decía: Señor, díctame lo que quieras que yo lo escribiré.

     Fue un gran profesor de renombre en París, Roma y Nápoles.

   Tenía el don y la gran facultad de dar varias clases a la vez, sin perder el ritmo ni mezclar las materias.

   En todas sus clases, que eran muy numerosas, los alumnos no hacían ningún ruido, y madru-gaban mucho para ser los primeros en clase.

   Cuando él hablaba todo el mundo escuchaba.

   Ha sido reconocido como el mejor teólogo de todos los tiempos; hasta tal punto, que el Santo Padre el Papa, no tomaba decisiones, sin oír antes los sabios consejos de Santo Tomás.

     Se encomendaba con frecuencia a Los Santos y a Los Ángeles.

    Y le tenía una tierna devoción a La Virgen  María.


          Benito González Martínez.

                                                                           


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