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Monseñor José Ignacio Munilla
El nombre de Dios es Misericordia
El Jubileo de la Misericordia alcanza uno de sus momentos
álgidos en la invitación que el Papa Francisco nos dirige para acercarnos al
sacramento del Perdón de los pecados. Justo antes de partir hacia México en su
viaje apostólico, en el marco incomparable de una basílica vaticana abarrotada
por los «misioneros de la misericordia», y ante los cuerpos de San Pío de
Pietrelcina y de San Leopoldo Mandic, dos de los grandes apóstoles del
sacramento de la Confesión; el Santo Padre recuerda al mundo que existe esperanza,
porque la misericordia de Dios se nos ofrece a todos, sin excepción.
14/02/16 5:53 AM
Monseñor José Ignacio Munilla
Obispo de San Sebastián
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El Jubileo de la Misericordia alcanza uno de sus momentos
álgidos en la invitación que el Papa Francisco nos dirige para acercarnos al
sacramento del Perdón de los pecados. Justo antes de partir hacia México en su
viaje apostólico, en el marco incomparable de una basílica vaticana abarrotada
por los «misioneros de la misericordia» (expresión con la que el Papa ha
querido designar a los sacerdotes enviados en su nombre a administrar el
sacramento de la Reconciliación), y ante los cuerpos de San Pío de Pietrelcina
y de San Leopoldo Mandic, dos de los grandes apóstoles del sacramento de la
Confesión; el Santo Padre recuerda al mundo que existe esperanza, porque la
misericordia de Dios se nos ofrece a todos, sin excepción.
¿Cuáles pueden ser, en el momento presente, los principales
obstáculos para acoger esta invitación a abrirnos a la misericordia? En mi
opinión, son tres:
El primero es la proyección en Dios de nuestra propia
desesperanza. No en vano dice el refrán: «Se piensa el ladrón que todos son de
su condición». Y sucede que cuando en nuestras relaciones ha primado el
desengaño, la sospecha o el temor; llegamos a generar una resistencia interior,
que se traduce en una incredulidad hacia la posibilidad de un cambio. La
confianza, en el fondo, es una expresión combinada de las virtudes teologales:
fe, esperanza y caridad. La etimología del término es significativa: confiar
(del latín «confidere») es actuar con fe. Significa tener fe en que Dios es
infinitamente bueno, y al mismo tiempo, tener esperanza en que su Amor es
también para mí.
Pero existe también una segunda dificultad en el pensamiento
contemporáneo, que nos indispone en gran medida para abrirnos al don de la
misericordia. Me refiero a la contaminación del concepto de misericordia por el
relativismo. En determinados contextos, se invoca la misericordia negando la
misma existencia del pecado: «No existe pecado, ¡Dios es misericordioso!». De esta
forma, se olvida que Jesucristo nos urge en el Evangelio a la conversión y a
dar frutos de buenas obras. Baste recordar en este inicio de la Cuaresma, las
palabras que acompañan al signo de la ceniza sobre nuestra cabeza:
«Conviértete, y cree en el Evangelio». El relativismo vacía de contenido la
misericordia, la desdramatiza hasta el punto de hacer innecesaria la redención
de Cristo que conmemoramos en la Semana Santa.
En el libro-entrevista recientemente publicado por Andrea
Tornielli (El nombre de Dios es misericordia, Planeta Testimonio), se recogen
las siguientes palabras del Papa Francisco: «También el relativismo hiere mucho
a las personas: todo parece igual, todo parece lo mismo».
Pues bien, teniendo en cuenta que el relativismo no es otra cosa
que una hipertrofia del «yo», hemos de subrayar que la condición para acoger la
misericordia es la humildad, propia de quien reconoce su propia miseria. Si la
misericordia no es otra cosa que el amor de Dios volcado sobre el mísero, la
primera condición para acogerla es nuestra conciencia de ser pecadores.
Todavía hay un tercer obstáculo que dificulta nuestra apertura
al don de la misericordia: la desconfianza en el sacramento de la Confesión. En
el citado libro, el periodista le dirige a Francisco una pregunta muy práctica,
que a buen seguro hemos escuchado con frecuencia: ¿Por qué es importante
confesarse con un sacerdote? ¿No bastaría con arrepentirse y pedir perdón
directamente a Dios? Curiosamente, en su respuesta a esta pregunta, el Papa
Francisco menciona un episodio bastante desconocido de la vida de nuestro santo
patrono, San Ignacio. En efecto, cuando Ignacio cae herido en la defensa del
Castillo de Pamplona, comprende que su vida corre peligro e intenta buscar un
sacerdote para confesarse. Al no encontrarlo, pide a un soldado que le escuche
en confesión. Aun sabiendo que este no podría darle la absolución por no ser
sacerdote, Ignacio sentía la necesidad de objetivar su arrepentimiento ante
alguien.
Las palabras del Papa comentando este episodio de la vida de San
Ignacio son muy interesantes: «Somos seres sociales. Si tú no eres capaz de
hablar de tus errores con tu hermano, ten por seguro que no serás capaz de
hablar tampoco con Dios y que acabarás confesándote con el espejo, frente a ti
mismo. Somos seres sociales y el perdón tiene también un aspecto social, pues
también la humanidad, mis hermanos y hermanas, la sociedad, son heridos por mis
pecados. Confesarse con un sacerdote es un modo de poner mi vida en las manos y
en el corazón de otro, que en ese momento actúa en nombre y por cuenta de
Jesús.»
Si yo tuviese que elegir dos fotografías entre las imágenes que
mejor definen el carisma del pontificado del Papa Francisco, me quedaría con la
imagen en la que besa con ternura el rostro terriblemente deformado de un
enfermo; y en segundo lugar, escogería la imagen del Papa arrodillado
confesándose. Son dos imágenes tan impactantes como significativas, que
traducen a la perfección lo que la Iglesia entiende por MISERICORDIA.
[N.de R. En la Diócesis de San Sebastián] Siguiendo la
iniciativa de la Santa Sede, celebraremos las «24 Horas para el Señor» en la
Basílica de Loyola, en el Santuario de Aránzazu y en la Catedral del Buen
Pastor. En este último lugar, desde las 19:00 del 4 de marzo, hasta las 19:00 del
5 de marzo. Obviamente, existen otros horarios y lugares para confesarse. Pero
se trata de visualizar un signo de que las puertas de la misericordia están
siempre abiertas. Dios no se cansa nunca de perdonar, aunque nosotros nos
hayamos cansado de pedir perdón.
Monseñor José Ignacio Munilla Aguirre, obispo de San Sebastián
4 comentarios
Comentario de antonio
Me refiero a la contaminación del concepto de misericordia por
el relativismo. En determinados contextos, se invoca la misericordia negando la
misma existencia del pecado: «No existe pecado, ¡Dios es misericordioso!». De
esta forma, se olvida que Jesucristo nos urge en el Evangelio a la conversión y
a dar frutos de buenas obras. Baste recordar en este inicio de la Cuaresma, las
palabras que acompañan al signo de la ceniza sobre nuestra cabeza:
«Conviértete, y cree en el Evangelio». El relativismo vacía de contenido la
misericordia, la desdramatiza hasta el punto de hacer innecesaria la redención
de Cristo que conmemoramos en la Semana Santa.Sin conversión, interior, sin
arrepentimiento, es seguir pecando, por nuestra gran bajeza interior San Juan
de la Cruz.
14/02/16 8:14 AM
Comentario de antonio
Pero es posible, recuerdo mi conversion, tal aborrecimiento, a
todo lo que me habia hecho mal, y abrazar la verdad, la felicidad
inmensa!!!!!!que tuve, siempre sigo féliz a veces agotado, de escuchar
conflictos, y como solucinarlos, pero en ese momento, no tuve más felicidad en
la tierra.DIOS!!!!!!!!
Estoy releyendo a San Francisco de Sales,Introducción a la Vida
Devota, aconseja un director, la gracia!!!!!Virtudes que se pueden ejercitar en
cualquier estado.
Y después el combate espiritual, una batalla!!!
14/02/16 1:45 PM
Comentario de Gregory
La misericordia es el ofrecimiento de Dios al hombre al mundo
esto desde luego amerita una conversión un golpe de timón, es necesario
insistir en esto siempre en todo momento es más es preciso señalar de que es
necesario convertirse denunciar todo aquello que va en contra del Plan de Dios.
15/02/16 1:13 PM
Comentario de Fred
Debido a la terrible confusión del concepto de Misericordia que
existe hoy en día, hay que decir que el nombre de Dios es Misericordia y Justicia.
Según Sta. F. Kowalska, Dios da a la humanidad un tiempo de
Misericordia, para que los hombres se conviertan, pero quien no se acoge su
Misericordia, deberá acogerse a su Justicia.
16/02/16 4:04 PM
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