lunes, 20 de mayo de 2013

Primaveral mensaje del Papa

Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
En un artículo de nuestro blog, comentaba. 
Como decíamos..."a toro pasado", todos sabíamos y  buscamos tener   la quiniela con el acierto. Todos queremos haber acertado...Pero esta vez, los vaticanistas del c. como diría  mi vecino, se quedaron como los mochuelos, al menos con cara de mochuelos.  Pidamos al Espíritu Santo que le ilumine y le haga llevadera la Cruz. Que nosotros le aliviemos con nuestra oración, porque hace poco más de dos meses y ya son bastantes los que le quieren mover el sillón, y eso que cambió el dorado por el blanco liso y sigue con los mismos zapatos negros gastados, sin muceta ni estolón, sin dormir en su regia cama del palacio...¿Que más quieren?
Creo que puede seguir aplicándose a este siguiente de 
Luis Fernando Pérez Bustamante
Creo que el mensaje no fue leído sentado en ese sillón. Solo al pricipio.
Primaveral mensaje del Papa sobre la diversidad en la Iglesia
Desde que Jorge Mario Bergoglio llegó a la Sede Apostólica, sentándose en la Cátedra de San Pedro en Roma, su magisterio está siendo como una bocanada de aire fresco que ha puesto de actualidad determinadas doctrinas que no tenían precisamente buena fama en las últimas décadas de la Iglesia. Por ejemplo, no es que los papas anteriores a él no hablaran de Satanás y su “actuación” en este mundo o que no enseñaran acerca de la necesidad de acercarse a los sacramentos o que no impulsaran algo tan católico como es la adoración eucarística, o su advertencia contra la plaga del pelagianismo, pero en apenas dos meses el papa Francisco ha recalcado todos esos elementos propios de la fe de la Iglesia de una manera bastante acusada.
Con ese sillón le es más fácil el ir a cualquier parte y acercarse más. 
Hoy ha vuelto a dar una magistral lección sobre la diversidad de carismas en la Iglesia, que no atenta contra su unidad sino todo lo contrario. Pero esa diversidad tiene unos límites, o mejor dicho una guía, que el Santo Padre ha apuntado como fundamental. Quiero destacar este párrafo:
Si, por el contrario, nos dejamos guiar por el Espíritu, la riqueza, la variedad, la diversidad nunca provocan conflicto, porque Él nos impulsa a vivir la variedad en la comunión de la Iglesia. Caminar juntos en la Iglesia, guiados por los Pastores, que tienen un especial carisma y ministerio, es signo de la acción del Espíritu Santo; la eclesialidad es una característica fundamental para los cristianos, para cada comunidad, para todo movimiento. La Iglesia es quien me trae a Cristo y me lleva a Cristo; los caminos paralelos son peligrosos. Cuando nos aventuramos a ir más allá (proagon) de la doctrina y de la Comunidad eclesial, y no permanecemos en ellas, no estamos unidos al Dios de Jesucristo (cf. 2Jn 9). Así, pues, preguntémonos: ¿Estoy abierto a la armonía del Espíritu Santo, superando todo exclusivismo? ¿Me dejo guiar por Él viviendo en la Iglesia y con la Iglesia?
La cosa es clara. Una diversidad que no es guiada por los pastores y que va más allá de la doctrina y la comunidad eclesial es falsa. Quien anda en rebeldía contra los pastores y la doctrina de la Iglesia no está unido a Dios.
El contexto de las palabras del Papa es claro. Este fin de semana ha recibido a los fieles de los movimientos eclesiales que nacieron, o fueron nutridos, a la luz del Concilio Vaticano II. En ellos encontramos esa diversidad de carismas que la Iglesia tanto ha experimentado a lo largo de su historia, sobre todo en sus órdenes y congregaciones religiosas.
Algunos entienden la diversidad como una puerta abierta para la rebelión contra el Magisterio de la Iglesia. Pero esa diversidad solo nos conduciría hacia el marasmo del protestantismo, que es incapaz de sostener un credo común en doctrinas tan elementales como la del bautismo o la eucaristía.
En otras palabras, quienes buscaban en este Papa vía libre para hacer de su capa un sayo con la fe de la Iglesia, más vale que reconozcan su error. La diversidad es necesaria. El monolitismo no es lo que Dios quiere para su Iglesia. Pero no hay una sola Iglesia si no hay una sola fe. Y no hay fe que valga si no reconocemos que son los pastores quienes tienen el carisma y el ministerio de pastorear el pueblo de Dios.
El papa Francisco ha vuelto a advertir a la Iglesia que no puede estar mirándose al ombligo:
El Espíritu Santo nos introduce en el misterio del Dios vivo, y nos salvaguarda del peligro de una Iglesia gnóstica y de una Iglesia autorreferencial, cerrada en su recinto; nos impulsa a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar testimonio de la bondad del Evangelio, para comunicar el gozo de la fe, del encuentro con Cristo. El Espíritu Santo es el alma de la misión.
Históricamente sabemos que el protestantismo fue incapaz de desarrollar una actividad misionera en sus primeros siglos de existencia -ahora es distinto- que no consistiera en intentar robar fieles al catolicismo. Las iglesias ortodoxas, ahogadas por el cesaropapismo y un nacionalismo mal entendido, apenas tienen misioneros. Es pues la Iglesia Católica la gran evangelizadora de naciones y continentes enteros.
Cuanto antes nos libremos de los que, desde dentro de la Iglesia, proponen caminos paralelos, antes volveremos a recuperar ese impulso evangelizador que ha caracterizado al catolicismo a lo largo de los siglos. Nuestra fe no sirve para quedarse encerrada en nuestros templos y nuestros corazones. Ha de iluminar al mundo entero. Solo así cumpliremos el mandato de Cristo de hacer discípluos en todas las naciones. Pero ha de ser nuestra fe, la que hemos recibido de nuestros padres, de nuestros antepasados de veinte siglos atrás. No la fe de los heterodoxos, de los que quieren aguar el depósito de la Revelación profanándolo con los errores de un mundo que sigue preso bajo el poder de Satanás.
Luis Fernando Pérez Bustamante
Luis Fernando Pérez Bustamante

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