Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
CELEBRAMOS LA SOLEMNIDAD
DE PENTECOSTÉS, el domingo siguiente a la SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
(PASADA AHORA AL DOMINGO SIGUIENTE DE SU FECHA) Ya no se puede decir ahora, como
se decía antes: que hay tres JUEVES en el año, que brillan más que el SOL. JUEVES SANTO, CORPUS CHRISTI Y EL DÍA DE LA ASCENSIÓN.
Cincuenta días después de Pascua,
PENTECOSTÉS.
Exposición dogmática
Pascua y Pentecostés, con los 50 días intermedios, se consideraban como una sola fiesta continuada a la que llamaban Cincuentenario. Primero se celebraba el triunfo de Cristo; luego su entrada en la gloria, y por fin, en el día 50, el aniversario del nacimiento de la Iglesia. La Resurrección, la Ascensión y Pentecostés pertenecen al misterio pascual. «Pascua ha sido el comienzo de la gracia. Pentecostés su coronación» dice S. Agustín, pues en ella consuma el Espíritu Santo la obra por Cristo realizada. La Ascensión, puesta en el centro del tríptico pascual, sirve de lazo de unión a esas otras dos fiestas. Cristo, por virtud de su Resurrección, nos ha devuelto el derecho a la vida divina, y en Pentecostés nos lo aplica, comunicándonos el «Espíritu vivificador». Mas para eso debe tomar primero posesión del reino que se ha conquistado: «El Espíritu Santo no había sido dado porque Jesús aún no había sido glorificado».
Hermosura del El Greco
Y en efecto, la Ascensión del Salvador es el reconocimiento oficial de sus títulos de victoria, y constituye para su humanidad como la coronación de toda su obra redentora, y para la Iglesia el principio de su existencia y de su santidad. «La Ascensión, escribe Dom Guéranger, es el intermedio entre Pascua y Pentecostés. Por una parte consuma la Pascua, colocando al hombre-Dios vencedor de la muerte y jefe de sus fieles a la diestra del Padre; y por otra, determina la misión del Espíritu Santo a la tierra». «Nuestro hermoso misterio de la Ascensión es como el deslinde de los dos reinos divinos acá abajo; del reino visible del Hijo de Dios y del reino visible del Espíritu Santo».
Jesús dijo a sus Apóstoles: «Si Yo no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros; mas si me voy, Yo os le enviaré». El Verbo encarnado ha concluido ya su misión entre los hombres, y ahora va a inaugurar la suya el Espíritu Santo; porque Dios Padre no nos ha enviado solamente a su Hijo encarnado para reducirnos a su amistad, sino que también ha enviado al Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, y que apareció en este mundo bajo los signos visibles de lenguas de fuego y de un impetuoso viento. Vino al mundo para obrar nuestra santificación. «El Padre, dice S. Atanasio, lo hace todo por el Verbo en el Espíritu Santo»; y por eso, cuando el poder de Dios Padre se nos manifestó en la creación del mundo, leemos en el Génesis que el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas, para prestarlas fecundidad (Bendición de la Pila).
Toda la obra de la salvación, y la santificación de las almas, se opera por la virtud del Espíritu Santo. Él fue asimismo quien habló por boca de los Profetas, y su virtud cubrió con su sombra a la Virgen María, para hacerla Madre de Jesús. Él es, por fin, el que en figura de paloma bajó sobre Cristo al ser bautizado; Él quien le condujo al desierto y le guió en toda su vida de apostolado.
leer más:
:\Documents and Settings\Moises\Escritorio\Pentecostés.htm
Consagración al ESPÍRITU SANTO
Espíritu Santo, divino Espíritu de luz y amor, te consagro mi entendimiento, mi corazón, mi voluntad y todo mi ser, en el tiempo y en la eternidad. Que mi entendimiento este siempre sumiso a tus divinas inspiraciones y enseñanzas de la doctrina de la Iglesia católica que tu guías infaliblemente. Que mi corazón se inflame siempre en amor de Dios y del prójimo. Que mi voluntad este siempre conforme a tu divina voluntad. Que toda mi vida sea fiel imitación de la vida y virtudes de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A El, contigo y el Padre sea dado todo honor y gloria por siempre. Dios Espíritu Santo, infinito amor del Padre y del Hijo, por las manos purísimas de María, tu esposa inmaculada, me pongo hoy y todos los días de mi vida sobre tu altar escogido, el Sagrado Corazón de Jesús, como un sacrificio en tu honor, fuego consumidor, con firme resolución ahora más que nunca de oír tu voz y cumplir en todas las cosas tu santísima y adorable voluntad. Amén.
Espero que recéis al Espíritu Santo, porque necesitamos de sus
DONES, para conseguir sus FRUTOS.
Franja.
Y por si os interesa:
DONES DEL ESPIRITU SANTO
Del Catecismo:
1830. La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo.
Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo.
1831. Los siete dones del Espíritu Santo son: Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios.
Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas. Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana (Sal 143,10).
Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios... Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo (Rm 8,14.17)
Los dones del Espíritu Santo son hábitos sobrenaturales infundidos por Dios en las potencias del alma para recibir y secundar con facilidad las mociones del propio Espíritu Santo al modo divino o sobrehumano.
Los dones son infundidos por Dios.
El alma no podría adquirir los dones por sus propias fuerzas ya que transcienden infinitamente
todo el orden puramente natural. Los dones los poseen en algún grado todas las almas en gracia.
Es incompatible con el pecado mortal. El Espíritu Santo actúa los dones directa e inmediatamente como causa motora y principal, a diferencia de las virtudes infusas que son movidas o actuadas por el mismo hombre como causa motora y principal, aunque siempre bajo la previa moción de una gracia actual. Los dones perfeccionan el acto sobrenatural de las las virtudes infusas.
Por la moción divina de los dones, el Espíritu Santo, inhabitante en el alma, rige y gobierna inmediatamente nuestra vida sobrenatural. Ya no es la razón humana la que manda y gobierna;
es el Espíritu Santo mismo, que actúa como regla, motor y causa principal única de nuestros actos virtuosos, poniendo en movimiento todo el organismo de nuestra vida sobrenatural hasta llevarlo a su pleno desarrollo.
Número de dones:
La interpretación unánime de los Padres y la enseñanza de la Iglesia
enumera siete dones del Espíritu.
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Sabiduría: gusto para lo espiritual, capacidad de juzgar de Dios. según la medida y las vive " Además, el conocimiento sapiencial nos da una capacidad especial para juzgar las cosas humanas según la medida de Dios, a la luz de Dios. Iluminado por este "La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza" Sb 7:7-8.
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Inteligencia (Entendimiento):
Es una gracia del Espíritu Santo para comprender la Palabra de Dios y profundizar las verdades reveladas. S.S. Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo, 16-IV-89 La fe es adhesión a Dios en el claroscuro del misterio; sin embargo es también búsqueda con el deseo de conocer más y mejor la verdad revelada. Ahora bien, este impulso interior nos viene del Espíritu, que juntamente con ella concede precisamente este don especial de inteligencia y casi de intuición de la verdad divina.
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Consejo:
Ilumina la conciencia en las opciones que la vida diaria le impone, sugiriéndole lo que es lícito, lo que corresponde, lo que conviene más al alma. S.S. Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo, 7-V-89
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Fortaleza:
Fuerza sobrenatural que sostiene la virtud moral de la fortaleza. Para obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros, y sobrellevar las contrariedades de la vida. Para resistir las instigaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente. Supera la timidez y la agresividad. S.S. Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo, 14-V-89
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Ciencia:
Nos da a conocer el verdadero valor de las criaturas en su relación con el Creador. S.S. Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo, 23-IV-89
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Piedad:
Sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios como Padre y para con los hermanos como hijos del mismo Padre. Clamar ¡Abba, Padre! Un hábito sobrenatural infundido con la gracia santificante para excitar en la voluntad, por instinto del E.S., un afecto filial hacia Dios considerado como Padre y un sentimiento de fraternidad universal para con todos los hombres en cuanto hermanos e hijos del mismo Padre. S.S. Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo, 28-V-1989.
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Temor de Dios:
Espíritu contrito ante Dios, conscientes de las culpas y del castigo divino, pero dentro de la fe en la misericordia divina. Temor a ofender a Dios, humildemente reconociendo nuestra debilidad. Sobre todo: temor filial, que es el amor de Dios: el alma se preocupa de no disgustar a Dios, amado como Padre, de no ofenderlo en nada, de "permanecer" y de crecer en la caridad (cfr Jn 15, 4-7). S.S. Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo, 11 -VI-1989.
Y si quieres leer más:
Confeccionado por Franja.
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