Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico: Miércoles IV de Cuaresma
Texto del Evangelio (Jn
5,17-30): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mi Padre trabaja hasta
ahora, y yo también trabajo» Por eso los judíos trataban con mayor empeño de
matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su
propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios.
Jesús, pues, tomando la
palabra, les decía: «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada
por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace Él, eso también lo
hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo
que Él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis.
Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el
Hijo da la vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie; sino que
todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran
al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado. En
verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha
enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la
muerte a la vida.
»En verdad, en verdad os
digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del
Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en
sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado
poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. No os extrañéis de esto: llega la
hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que
hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el
mal, para una resurrección de juicio. Y no puedo hacer nada por mi cuenta:
juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad,
sino la voluntad del que me ha enviado».
Comentario del
Rev. D. Francesc PERARNAU i Cañellas
(Girona, España)
«En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en
el que me ha enviado, tiene vida eterna»
Hoy, el Evangelio nos
habla de la respuesta que Jesús dio a algunos que veían mal que Él hubiese
curado a un paralítico en sábado. Jesucristo aprovecha estas críticas para
manifestar su condición de Hijo de Dios y, por tanto, Señor del sábado. Unas
palabras que serán motivo de la sentencia condenatoria el día del juicio en
casa de Caifás. En efecto, cuando Jesús se reconoció Hijo de Dios, el gran
sacerdote exclamó: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
Acabáis de oír la blasfemia, ¿qué os parece?» (Mt 26,65).
Muchas veces, Jesús había
hecho referencias al Padre, pero siempre marcando una distinción: la Paternidad
de Dios es diferente si se trata de Cristo o de los hombres. Y los judíos que
le escuchaban le entendían muy bien: no era Hijo de Dios como los otros, sino
que la filiación que reclama para Él mismo es una filiación natural. Jesús
afirma que su naturaleza y la del Padre son iguales, aun siendo personas
distintas. Manifiesta de esta manera su divinidad. Es éste un fragmento del
Evangelio muy interesante de cara a la revelación del misterio de la Santísima
Trinidad.
Entre las cosas que hoy
dice el Señor hay algunas que hacen especial referencia a todos aquellos que a
lo largo de la historia creerán en Él: escuchar y creer a Jesús es tener ya la
vida eterna (cf. Jn 5,24). Ciertamente, no es todavía la vida definitiva, pero
ya es participar de la promesa. Conviene que lo tengamos muy presente, y que
hagamos el esfuerzo de escuchar la palabra de Jesús, como lo que realmente es:
la Palabra de Dios que salva. La lectura y la meditación del Evangelio ha de
formar parte de nuestras prácticas religiosas habituales. En las páginas
reveladas oiremos las palabras de Jesús, palabras inmortales que nos abren las
puertas de la vida eterna. En fin, como enseñaba san Efrén, la Palabra de Dios
es una fuente inagotable de vida.
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