Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
Contemplar el Evangelio de hoy
Evangelio de hoy
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Día litúrgico: Miércoles III de Cuaresma
Texto del Evangelio (Mt
5,17-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he
venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar
cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase
una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno
de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más
pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe,
ése será grande en el Reino de los Cielos».
Comentario del
Rev. D. Vicenç
GUINOT i Gómez
(Sitges, Barcelona, España)
«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas (...),
sino a dar cumplimiento»
Hoy día hay mucho respeto por las distintas religiones. Todas
ellas expresan la búsqueda de la trascendencia por parte del hombre, la
búsqueda del más allá, de las realidades eternas. En cambio, en el
cristianismo, que hunde sus raíces en el judaísmo, este fenómeno es inverso: es
Dios quien busca al hombre.
Como recordó Juan Pablo II, Dios desea acercarse al hombre, Dios
quiere dirigirle sus palabras, mostrarle su rostro porque busca la intimidad
con él. Esto se hace realidad en el pueblo de Israel, pueblo escogido por Dios
para recibir sus palabras. Ésta es la experiencia que tiene Moisés cuando dice:
«¿Hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está
Yahvé nuestro Dios siempre que le invocamos?» (Dt 4,7). Y, todavía, el salmista
canta que Dios «revela a Jacob su palabra, sus preceptos y sus juicios a
Israel: no hizo tal con ninguna nación, ni una sola conoció sus juicios » (Sal
147,19-20).
Jesús, pues, con su presencia lleva a cumplimiento el deseo de
Dios de acercarse al hombre. Por esto, dice que «no penséis que he venido a
abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento»
(Mt 5,17). Viene a enriquecerlos, a iluminarlos para que los hombres conozcan
el verdadero rostro de Dios y puedan entrar en intimidad con Él.
En este sentido, menospreciar las indicaciones de Dios, por
insignificantes que sean, comporta un conocimiento raquítico de Dios y, por
eso, uno será tenido por pequeño en el Reino del Cielo. Y es que, como decía
san Teófilo de Antioquía, «Dios es visto por los que pueden verle; sólo
necesitan tener abiertos los ojos del espíritu (...), pero algunos hombres los
tienen empañados».
Aspiremos, pues, en la oración a seguir con gran fidelidad todas
las indicaciones del Señor. Así, llegaremos a una gran intimidad con Él y, por
tanto, seremos tenidos por grandes en el Reino del Cielo.
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