Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
El convoy de la
vida
La vida se asemeja a un viaje en tren, con sus estaciones y cambios de vía, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos casos, y profundas tristezas en otros…
No está mal la semejanza.
Franja
Desde antes que nacieran los montes y que
crearas la tierra y el mundo, desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos
postreros, tú eres Dios.
Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
cuando dices: ¡Vuélvanse al polvo, mortales!
Algunos llegamos hasta los setenta años,
quizás alcancemos hasta los ochenta, si las fuerzas nos acompañan.
Tantos años de vida, sin embargo, sólo
traen pesadas cargas y calamidades: pronto pasan, y con ellos pasamos nosotros.
Enséñanos a contar bien nuestros días,
para que nuestro corazón adquiera sabiduría.
Salmo 90: 2, 3, 10 y 12.
La vida se asemeja a un viaje en tren, con
sus estaciones y cambios de vía, algunos accidentes, sorpresas agradables en
algunos casos, y profundas tristezas en otros… es así como vivimos nuestra
presencia en la tierra. Nunca sabremos hasta que estación llegaremos y
cuando será el momento de bajar de ese tren… Por ello, es importante que antes
de descender, aprendamos a amar y a servir, comprender y perdonar. Dios siempre
va de la mano con nosotros, busquemos su presencia para tomar la dirección
correcta de ese tren de vida.
El convoy de la vida
En un viaje de convoy, a lo largo del
trayecto, puede suceder una gran diversidad de situaciones.
Nuestra existencia terrenal, puede ser
comparada a uno de esos viajes, más o menos largo.
Primero, porque está llena de embarques y
desembarques, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y
grandes tristezas en algunas partidas.
Cuando nacemos, entramos en el convoy y
nos encontramos con personas que deseamos que sigan siempre con nosotros:
nuestros padres.
Desgraciadamente, eso no va a suceder: en
alguna estación ellos descenderán y nos dejarán huérfanos de sus cariños,
amistad y compañía insustituibles.
Sin embargo, durante el viaje, otras
personas especiales embarcarán y seguirán el viaje con nosotros: nuestros
hermanos, amigos, amores e hijos.
El viaje no es igual para todos. Algunos
hacen un paseo, otros sólo ven tristezas, y otros todavía circulan por el
convoy, prontos para ayudar a quien lo necesite.
Muchos descienden y dejan nostalgias
eternas… Otros pasan de una forma que, cuando desocupan su asiento, nadie se da
cuenta.
Curioso es constatar que algunos pasajeros
se acomodan en vagones distantes del nuestro, lo cual no impide, está claro,
que durante el recorrido, nos aproximemos a ellos y los abracemos, aunque jamás
podamos seguir juntos, porque habrá alguien a su lado ocupando aquel lugar.
Mas eso no importa, pues el viaje está
lleno de atropellos, sueños, fantasías, esperas y despedidas… Lo importante es
que hagamos nuestro viaje de la mejor manera posible, buscando relacionarnos
bien con los demás pasajeros, viendo en cada uno de ellos lo mejor que tienen.
Debemos acordarnos siempre que, en algún
momento del trayecto, ellos podrán flaquear y es ahí donde tendremos que
entenderlos, pues nosotros también flaquearemos muchas veces y buscaremos que
haya alguien que nos entienda…
La gran diferencia, al final, es que en el
convoy de la vida, nunca sabemos en qué estación tendremos que descender, y
mucho menos en qué estación descenderán nuestros amores, ni aún aquél que está
sentado a nuestro lado.
Es imposible que, cuando tengamos que
desembarcar, la añoranza nos venga a hacer compañía… Porque no es fácil
separarnos de los amigos, ni dejar que los hijos sigan su viaje solos.
Mientras tanto, en algún lugar, hay una
estación principal para donde todos seguimos. Allá, nos rencontramos todos… Y
cuando llegue esa hora, tendremos grandes emociones en poder abrazar a nuestros
amores y matar la añoranza que nos hizo compañía por largo tiempo…
Que nuestro breve viaje sea una gran
oportunidad de aprender y enseñar, entender y atender a aquéllos que viajan a
nuestro lado, porque no fue el azar que los colocó allí…
Que aprendamos a amar y a servir,
comprender y perdonar, pues no sabemos cuánto tiempo aún nos resta hasta la
estación donde tendremos que dejar el convoy.
Si el viaje no transcurre exactamente
conforme a lo esperado, démosle una nueva dirección.
Observa el paisaje maravilloso con que
Dios adornó todo el trayecto…
Busca una manera de dar utilidad a las
horas.
Preocúpate por aquéllos que siguen el
viaje a tu lado.
Deja de lado las quejas y has que el
trayecto quede marcado con rastros de luz.
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