Blog Católico de Javier Olivares-Baiona
EL CIRUELO Y LA ESPIGA
En
la espaciosa llanura alfombrada por el césped, adornada por las flores y
protegidas por grandes árboles se encontraba un hermoso ciruelo.
En cada
primavera su orgullo aumentaba inmensamente al llenarse de flores. Se sentía el
rey de la llanura y el árbol más bello. Se jactaba de que varios de los
animalitos se acercaban a el en busca de alimento. Hasta que en una primavera
apareció una plantita nueva en la llanura, justo cerca del ciruelo.
-¿Y
tu quién eres?- pregunto intrigado el cerezo.
-Soy
una espiga de trigo.
-¿Una
espiga? Jaja, ¿y qué haces aquí?, pregunto aliviado ya que dicha planta no le
representaba competencia.
-Vengo
a convertirme en miles y a esparcirme por la vasta llanura. Mis granos
alimentarán a las aves del cielo y a los animales del campo.
-Veo
que eres una espiga muy presumida, ¿qué te hace pensar eso?
-Con
el tiempo verás –contestó tranquilamente la espiga.
La
primavera pasó y tras ella el verano. El ciruelo como siempre se llenó de
abejas, avispas y mariposas entre otros insectos y animales. En cambio la
espiga maduró, soltó sus granos y se secó.
- “Ahí está el fin de la vanidosa
espiga, tendrá suerte si alguna de sus semillas sobrevive” pensó el ciruelo.
Al
llegar nuevamente la primavera el ciruelo notó que alrededor suyo y un poquito
más lejos empezaban a crecer varias espigas más. Pero no se preocupó mucho,
menos aún cuando vio que las espigas maduras eran atacadas por aves y roedores
que se comían sus granos.
-“Este seguro que sí es el fin de la vanidosa espiga”
pensó con alegría. Una vez mas llegó de nuevo la primavera y una tras otra
fueron pasando. El ciruelo sintió que había sido derrotado.
Gran parte de la
vasta llanura estaba cubierta de trigo. Y tal como lo había anunciado la
primera espiga, las aves y los animales del campo se alimentaban de ellas y a
pesar de esto, nunca menguó su número, al contrario aumentaba cada vez más.
Deprimido el ciruelo le preguntó a una de las espigas cómo lo lograban.
Esta le
contestó:
-
Parte de nuestro grano es para los animales que nos acosan y la otra parte es
para seguir multiplicándonos cada día más. Parece absurdo, ¿sabes? Pero no
importa lo que digan o piensen de ti, lo que vale es lo que pienses y creas de
ti mismo.
A
veces hay que arriesgarse a ser comido por otros, pues quien no arriesga jamás
dará fruto.
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