miércoles, 21 de agosto de 2013

Blog Católico de Javier Olivares-Baiona

EL CIRUELO Y LA ESPIGA

En la espaciosa llanura alfombrada por el césped, adornada por las flores y protegidas por grandes árboles se encontraba un hermoso ciruelo. 


En cada primavera su orgullo aumentaba inmensamente al llenarse de flores. Se sentía el rey de la llanura y el árbol más bello. Se jactaba de que varios de los animalitos se acercaban a el en busca de alimento. Hasta que en una primavera apareció una plantita nueva en la llanura, justo cerca del ciruelo.

-¿Y tu quién eres?- pregunto intrigado el cerezo.
-Soy una espiga de trigo.
-¿Una espiga? Jaja, ¿y qué haces aquí?, pregunto aliviado ya que dicha planta no le representaba competencia.
-Vengo a convertirme en miles y a esparcirme por la vasta llanura. Mis granos alimentarán a las aves del cielo y a los animales del campo.
-Veo que eres una espiga muy presumida, ¿qué te hace pensar eso?
-Con el tiempo verás –contestó tranquilamente la espiga.

La primavera pasó y tras ella el verano. El ciruelo como siempre se llenó de abejas, avispas y mariposas entre otros insectos y animales. En cambio la espiga maduró, soltó sus granos y se secó.


- “Ahí está el fin de la vanidosa espiga, tendrá suerte si alguna de sus semillas sobrevive” pensó el ciruelo.


Al llegar nuevamente la primavera el ciruelo notó que alrededor suyo y un poquito más lejos empezaban a crecer varias espigas más. Pero no se preocupó mucho, menos aún cuando vio que las espigas maduras eran atacadas por aves y roedores que se comían sus granos. 

-“Este seguro que sí es el fin de la vanidosa espiga” pensó con alegría. Una vez mas llegó de nuevo la primavera y una tras otra fueron pasando. El ciruelo sintió que había sido derrotado. 


Gran parte de la vasta llanura estaba cubierta de trigo. Y tal como lo había anunciado la primera espiga, las aves y los animales del campo se alimentaban de ellas y a pesar de esto, nunca menguó su número, al contrario aumentaba cada vez más. Deprimido el ciruelo le preguntó a una de las espigas cómo lo lograban. 
Esta le contestó:
- Parte de nuestro grano es para los animales que nos acosan y la otra parte es para seguir multiplicándonos cada día más. Parece absurdo, ¿sabes? Pero no importa lo que digan o piensen de ti, lo que vale es lo que pienses y creas de ti mismo.

A veces hay que arriesgarse a ser comido por otros, pues quien no arriesga jamás dará fruto.

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